Regresé ayer sábado de Tampico. Por poco no retorno, y es que nuevamente me sentí muy vinculado a la ciudad, recorrerla en el transporte público, mirar la ciudad, el paisaje urbano, las caras juntándose en las avenidas, toda esta información visual me hace sentirme dentro de un organismo que crece desde una lógica incomprendida de primera mano, pero que sin duda nos devora y nos integra.
Y entonces nos descubrimos poniéndole nombre a las calles desde nuestras historias, creemos que de algún modo podemos conquistar las ciudades, hacerlas nuestras, familiarizarnos con los espacios, acomodar el caos a nuestra conveniencia. Aparece el parque donde te citaba, la laguna en la que nos reflejábamos y me contabas de tu vida, te echabas a llorar y nutrías el agujero lacustre con tus lágrimas, también la calle donde me tomaste de la mano por vez primera, a obscuras, disimulando las miradas contrariadas. Mas adelante está el bar donde bailábamos pegaditos bajo la luz neón de un bar de quinta.
Regresé con una certeza muy dura: el amor se nos oxida, se nos marchita y lo peor es que yo no puedo hacer el trabajo de él para revivirlo. Hoy ya lejos me doy cuenta cuán molesta es mi presencia para él, y no saber disimular siempre fué nuestra cualidad. Tengo el corazón angustiado, no falta mucho, ya viene el fin. Yo quería que nuestros lazos enlazados se unieran en un nudo difícil de deshacer, pero que se le va a hacer, esos lazos son tirados por fuerzas contrarias y están destinados a alejarse uno del otro.
Y ojalá estuviera equivocado. ¡Dios que por favor esté yo equivocado! que sea mi paranoia, que sean mis miedos elevados a la máxima potencia los que me hacen escribir estas líneas. Que todo sea un mal sueño, que la mala fortuna sea una nube pasajera para que el sol vuelva a iluminarme la vida y calentar un poquito mi resfriado espíritu.
La cirugía salió muy bien. De los pormenores ya escribiré mis percepciones. Lo cuidé la noche que se quedó hospitalizado y fué ahí cuando descubrí que ya no le soy necesario.
Me pregunto si en verdad no soy lo suficientemente bueno para que alguien me ame. Sé que este año ha sido uno de los peores de mi vida, mi salud la he visto deteriorarse, el trabajo me rehuye, el amor se me va de las manos. Y lo digo sin ánimos de sonar catastrófico, hiperbólico, hipocondriaco. Simplemente no estoy en mi mejor momento y eso lo transmito en todo lo que hago.
Desde este medio quiero agradecerles a todos los que han estado siguiendo mi proceso, a los bloggeros y a los que me encaminan los pasos ya sea cerquita o desde lejos. Valoro mucho las palabras de ánimo que leí en el post anterior. Estoy de acuerdo en todo lo que leí, de hecho es mi propio pensamiento, es solo que la experiencia, el vivirlo encarnado es muy doloroso, es una jornada que me dobla las rodillas. Ya pasará me digo entre sueños y luego el horror me despierta.
Tuve un accidente la noche antes de mi retorno: tengo luxado el tobillo derecho. Me voy al médico, las palabras las dejo para otro momento.
Gracias.
3 comentarios:
Mi querido Carlos... Espero que pronto se solucione esto, para bien, sea cual que sea el desenlace, que sea para crecer como persona.
Un abrazo.
Tengo que decir que me encanta como escribes, tus palabras me evocan tantos recuerdos y emociones, Y bueno solo puedo desearte lo mejor en todos los aspectos, cuidate mucho.
Saludos!!
Mi niñooo!!!
Atrooz!!! Me siento podrida por no haberte venido a ver antes, estoy leyendo desde donde me quedé la última vez, y ahora entiendo mejor tu pena, esa que había percibido en tus comentarios en mi blog. Lo de la salud, espero que te mejores pronto, que tu chico también, pero lo que más importa ahora es que sanes tu corazón de melón, que me da tanta pena que sufras. (ojo, pena acá se ocupa como tristeza, me parece que en México lo ocupan como vergüenza... nada de vergüenza!!!).
Sigo leyendo para ver cómo siguió la cosa.
Un abrazo mi cuate.
Alfonsina (...Cicuta O Maleza?...)
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