Próximo tu abrazo,
la sonrisa imaginada
que me recoge de este asalto
tiempo atras emprendido.
Cercano el tiempo para estrecharte a mi cuerpo,
y sin embargo cuán efímero y que breve será ese primer abrazo.
¿a dónde se va el ansia?
¿en dónde muere el cosquilleo de tripas, la sonrisa, el asír de manos,
brazos, espaldas, tu beso?
Noches de insomnio forzoso,
café y cigarrillos consumidos,
deambular por los pasillos,
transéuntes fríos que siempre dan la espalda.
En esta mirada laberinta de verte a lo lejos y buscarte
todo me parece un lugar común.
Al final, todo ya fué conocido,
te conocí antes,
te conozco hoy.
sábado, diciembre 31, 2005
domingo, diciembre 25, 2005
Sigo el peregrinaje, me he quedado sin fierros para continuar el viaje, pero confío en que el universo será bondadoso conmigo, para muestra un botón, me alegra pensar que aún hay gente solidaria, siempre son los que menos tienen los que se quitan el abrigo para cobijarnos.
LLueve en Orizaba, quizá no sea un buen día para vender mi artesanía callejera, tendré que improvisar y sacudirme la angustia.
En los lugares que he visitado hasta han sido reflejos de mi antiguo yo. Veo una urgencia de amar y de ser amado, esa urgencia hace que nos precipitemos, que pasemos por alto las formas, desbocados por un poco de cariño. Y a la vez es tan fácil hacernos y hacer daño. No sé si en esta gran vía a la que llamamos amor sobreviva en un terreno en el que todo sucede muy rápido, tanto que es casi imposible detenerse a pensar, o quizá esto le suceda a quien no está acostumbrado a observar al hombre.
Veremos a dónde me lleva este viaje.
p. s. perdí el poster del año pasado del cervantino.... y eso me duele mucho porque me lo obsequió la hermana de iván....
LLueve en Orizaba, quizá no sea un buen día para vender mi artesanía callejera, tendré que improvisar y sacudirme la angustia.
En los lugares que he visitado hasta han sido reflejos de mi antiguo yo. Veo una urgencia de amar y de ser amado, esa urgencia hace que nos precipitemos, que pasemos por alto las formas, desbocados por un poco de cariño. Y a la vez es tan fácil hacernos y hacer daño. No sé si en esta gran vía a la que llamamos amor sobreviva en un terreno en el que todo sucede muy rápido, tanto que es casi imposible detenerse a pensar, o quizá esto le suceda a quien no está acostumbrado a observar al hombre.
Veremos a dónde me lleva este viaje.
p. s. perdí el poster del año pasado del cervantino.... y eso me duele mucho porque me lo obsequió la hermana de iván....
jueves, diciembre 22, 2005
La tierra de la cajeta.
El destino me ha llevado a Celaya, esta mañana he recorrido sus iglesias y su centro histórico, ayer en la noche fué de vida nocturna. Es agradable iniciar este viaje en un lugar inesperado con compañías gratas, mucho reggae y mucha ganja, pero mas que ello, muchas ganas de ver y conocer. Esta ciudad como muchas de nuestro país está llena de contrastes, de graves injusticias sociales, de personajes ambiguos. Se respira una nerviosa tranquilidad.
Estaré el viernes en la ciudad de Mexico-Tenochtitlan brevemente para iniciar un extenuante peregrinaje por el Golfo de México hasta llegar a la Península de Yucatán.
Estaré el viernes en la ciudad de Mexico-Tenochtitlan brevemente para iniciar un extenuante peregrinaje por el Golfo de México hasta llegar a la Península de Yucatán.
lunes, diciembre 19, 2005
El uso de la palabra.
Escribir-en forma creadora-resulta siempre, y en más de algún modo, transgredir. En primer lugar, al silencio (El abismo de la página en blanco" es la barrera inicial), sin enfrentar al cual no hay voz posible. Y luego por lo menos, también a esa entelaquia seudo cristalizada que dormita en los diccionarios. Ya que escribir es usar las palabras, volverlas lengua y cuerpo desde su limbo de pretendida indefinición, contaminarlas con los hedores y los fervores de la vida, justamente. Pero también, en forma no menos insoslayable -y, lo que es tan maravilloso como terrible, al mismo tiempo-, escribir es de algún modo pactar, y hasta transar. Pactar con el lenguaje que nos precede, nos supera y nos envuelve, dejarse llevar por él y por lo que él arrastra: muertos nuestros y de otros, familiares y especie, voces perdidas y lugares comunes, la misma hirviente marea de lo humano.
Y siendo la poesía (hoy, por supuesto, ya mucho más que un género) la forma más creadora de escribir, a ella también le tocará entonces transgredir, pactar, transar: antinomias complementarias de las que se alimenta su propia dialéctica, y que no son diferentes a las que mueven también -¿cómo no?- a la vida misma.
Ello implica no pocas complicaciones. Y hasta no pocas confusiones posibles. Sin norma fija, sin derrotero cierto, en la errancia de su propio (y humanístico) devenir, las aguas de la escritura poética están hoy libradas a su propio nivel, es más, a sus propios contornos y a sus propios vasos comunicantes. Por eso, quizás, y por supuesto no sólo en estos tiempos, sino en realidad desde hace mucho tiempo ya, la poesía y los poetas han llegado a ser objeto de estudio que quisieran hacer de ella una materia científica o racionalmente mensurable y cuantificable, con los riesgos que son de imaginar, y a veces también con los altos hallazgos conocidos, pero que no pocas veces naufragan en su intento-cuando la intención es demasiado ambiciosa-u obtienen sólo fugaces victorias a lo Pirro (cuando es modesta o sensata la ambición). Esos intentos suelen ser encarados también por poetas, es decir, por creadores de la misma materia que se juzga, y aunque no se lo puede considerar como una ley, resulta facilmente aceptable coincidir en que para la mayor parte de los casos los resultados de sus afanes son, por lo general, cuando se logran, más fecundos y menos deletéreos que los de otros.
Por aquellos felices tiempos presocráticos-de los que siempre el inmenso Heráclito, pero también Empédocles, Parménides o Zenón, por ejemplo, serán resplandeciente paradigma- en que aún no se había dividido a la filosofía y a la poesía como dos compartimientos estancos, separados, con dominios distintos y casi impenetrables entre sí, tampoco podría haberse asumido esa escisión, como desgraciadamente después llegó acurrir, "profesionalmente". El logos griego era al mismo tiempo palabra, verdad y realidad, y no se limita ni se parcializa sino que por el contrario se abre, se expande, se mantiene disponible (conservándose uno) para la diversidad, para el cambio.
Algo de eso hay en la forma parábola elegida por Cristo y, para otras religiones, en los textos jasídicos o sufíes, sin que se pueda aquí olvidar en absoluto al zen. La idea o su razonamiento no son presentados en forma discursiva, lineal, pretendidamente descriptiva, sino que se encarnan en la mismísima llama del lenguaje vivo, como una evidencia y no como una disquisición. Algo cerca de lo cual las modernas y recientes investigaciones científicas sobre el lenguaje han venido a traer un casi inesperado, insospechado aporte. Aquella escisión de que hablábamos se mantiene como una herida abierta a todo lo largo del derrotero de la cultura occidental. E intentó-y logró-ser soldada una y otra vez por las grandes individualidades o los grandes movimientos de la poesía.
El mar de Homero, el mar de Moby Dick, el mar de Joseph Conrad, por mencionar sólo algunas de sus muchas memorables referencias, estambién el mar de la vida (claro lugar común) y el mar de nosotros mismos, de nuestra propia interioridad, indudablemente. Pero es también el mar de las páginas de libros, el mar no menos inmenso de la literatura, y también el mar primigineo del lenguaje-como el otro, también claustro materno-,que nos rodea y nos constituye, nos crea y nos implica. El lenguaje nos hace hombres. Estamos hechos de lenguaje como estamos hechos de tiempo y, por lo tanto, en consecuencia, de memoria. Y deviene entonces ilusoria (también ésta, ay) la certeza de que nos servimos del lenguaje cuando es él quien muy probablemente se sirve de nosotros.
Braceando sobre los abismos de la vida, y no de una vida cualquiera, abstracta, sino de esta vida, nuestra, actual, contemporánea, donde el destino final implementado por los propios humanos puede ser más ferozmente voraz que un tiburón o una orca, el lenguaje humano es consciente de que no es posible ya, ante tanto naufragio, intentar apenas decir sino casi milagrosamente ser, así lo haga por un instante. No otra es la ambición de la más auténtica poesía, en rigor de todo el más auténtico arte moderno. Especialmente a partir de Rimbaud.
Experiencia del fracaso de nuestra condición, pero a la vez prueba irrefutable de su presencia (así sea instantánea, como vimos) en el mundo, quizá no sean los hombres quienes hablan sino ese mar orgánico y fecundísimo del gran lenguaje humano, hecho de todos los lenguajes, de todas las civilizaciones y de todos los muertos, vida misma en sí, lengua viva inmortal mientras la humanidad exista, y que sería irrisorio pretender juzgar apenas como literatura. A ese nivel, la poesía sólo encuentra-y ofrece-preguntas.
Rodolfo Alonso. Jornada semanal 563.
Y siendo la poesía (hoy, por supuesto, ya mucho más que un género) la forma más creadora de escribir, a ella también le tocará entonces transgredir, pactar, transar: antinomias complementarias de las que se alimenta su propia dialéctica, y que no son diferentes a las que mueven también -¿cómo no?- a la vida misma.
Ello implica no pocas complicaciones. Y hasta no pocas confusiones posibles. Sin norma fija, sin derrotero cierto, en la errancia de su propio (y humanístico) devenir, las aguas de la escritura poética están hoy libradas a su propio nivel, es más, a sus propios contornos y a sus propios vasos comunicantes. Por eso, quizás, y por supuesto no sólo en estos tiempos, sino en realidad desde hace mucho tiempo ya, la poesía y los poetas han llegado a ser objeto de estudio que quisieran hacer de ella una materia científica o racionalmente mensurable y cuantificable, con los riesgos que son de imaginar, y a veces también con los altos hallazgos conocidos, pero que no pocas veces naufragan en su intento-cuando la intención es demasiado ambiciosa-u obtienen sólo fugaces victorias a lo Pirro (cuando es modesta o sensata la ambición). Esos intentos suelen ser encarados también por poetas, es decir, por creadores de la misma materia que se juzga, y aunque no se lo puede considerar como una ley, resulta facilmente aceptable coincidir en que para la mayor parte de los casos los resultados de sus afanes son, por lo general, cuando se logran, más fecundos y menos deletéreos que los de otros.
Por aquellos felices tiempos presocráticos-de los que siempre el inmenso Heráclito, pero también Empédocles, Parménides o Zenón, por ejemplo, serán resplandeciente paradigma- en que aún no se había dividido a la filosofía y a la poesía como dos compartimientos estancos, separados, con dominios distintos y casi impenetrables entre sí, tampoco podría haberse asumido esa escisión, como desgraciadamente después llegó acurrir, "profesionalmente". El logos griego era al mismo tiempo palabra, verdad y realidad, y no se limita ni se parcializa sino que por el contrario se abre, se expande, se mantiene disponible (conservándose uno) para la diversidad, para el cambio.
Algo de eso hay en la forma parábola elegida por Cristo y, para otras religiones, en los textos jasídicos o sufíes, sin que se pueda aquí olvidar en absoluto al zen. La idea o su razonamiento no son presentados en forma discursiva, lineal, pretendidamente descriptiva, sino que se encarnan en la mismísima llama del lenguaje vivo, como una evidencia y no como una disquisición. Algo cerca de lo cual las modernas y recientes investigaciones científicas sobre el lenguaje han venido a traer un casi inesperado, insospechado aporte. Aquella escisión de que hablábamos se mantiene como una herida abierta a todo lo largo del derrotero de la cultura occidental. E intentó-y logró-ser soldada una y otra vez por las grandes individualidades o los grandes movimientos de la poesía.
El mar de Homero, el mar de Moby Dick, el mar de Joseph Conrad, por mencionar sólo algunas de sus muchas memorables referencias, estambién el mar de la vida (claro lugar común) y el mar de nosotros mismos, de nuestra propia interioridad, indudablemente. Pero es también el mar de las páginas de libros, el mar no menos inmenso de la literatura, y también el mar primigineo del lenguaje-como el otro, también claustro materno-,que nos rodea y nos constituye, nos crea y nos implica. El lenguaje nos hace hombres. Estamos hechos de lenguaje como estamos hechos de tiempo y, por lo tanto, en consecuencia, de memoria. Y deviene entonces ilusoria (también ésta, ay) la certeza de que nos servimos del lenguaje cuando es él quien muy probablemente se sirve de nosotros.
Braceando sobre los abismos de la vida, y no de una vida cualquiera, abstracta, sino de esta vida, nuestra, actual, contemporánea, donde el destino final implementado por los propios humanos puede ser más ferozmente voraz que un tiburón o una orca, el lenguaje humano es consciente de que no es posible ya, ante tanto naufragio, intentar apenas decir sino casi milagrosamente ser, así lo haga por un instante. No otra es la ambición de la más auténtica poesía, en rigor de todo el más auténtico arte moderno. Especialmente a partir de Rimbaud.
Experiencia del fracaso de nuestra condición, pero a la vez prueba irrefutable de su presencia (así sea instantánea, como vimos) en el mundo, quizá no sean los hombres quienes hablan sino ese mar orgánico y fecundísimo del gran lenguaje humano, hecho de todos los lenguajes, de todas las civilizaciones y de todos los muertos, vida misma en sí, lengua viva inmortal mientras la humanidad exista, y que sería irrisorio pretender juzgar apenas como literatura. A ese nivel, la poesía sólo encuentra-y ofrece-preguntas.
Rodolfo Alonso. Jornada semanal 563.
sábado, diciembre 10, 2005
Al lado del camino
Me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa.
Me gusta abrir los ojos y estar vivo,
tener que vérmelas con la resaca.
Entonces navegar se hace preciso
en barcos que se estrellen en la nada.
Vivir atormentado de sentido,
creo que esta sí, esta es la parte mas pesada.
En tiempos donde nadie escucha a nadie,
en tiempos donde todos contra todos,
en tiempos egoístas y mezquinos,
en tiempos donde siempre estamos solos,
habrá que declararse incompetente
en todas las materias del mercado.
Habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado.
Yo ya no pertenezco a ningún ismo
me considero vivo y enterrado.
Yo puse las canciones en tu walkman,
el tiempo a mi me puso en otro lado.
Tendré que hacer lo que es y no debido,
tendré que hacer el bien y hacer el daño.
No olvides que el perdón es lo divino
y errar a veces suele ser humano.
No es bueno nunca hacerse de enemigos
que no estén a la altura del conflicto.
Que piensan que hacen una guerra
y se hacen pis encima como chicos.
Que rondan por siniestros ministerios
haciendo la parodia del artista.
Que todo lo que brilla en este mundo
tan solo les da caspa y les da envidia.
Yo era un pibe triste y encantado
de Beatles, Caña legui y maravillas,
los libros, las canciones y los pianos,
el cine, las traiciones, los enigmas,
mi padre, las cervezas, las pastillas, los misterios,
el whisky malo, los óleos, el amor, los escenarios,
el hambre, el frío, el crímen, el dinero y mis 10 tías
me hicieron este hombre enreverado.
Si alguna vez me cruzas por la calle
regalame tu beso y no te aflijas.
Si ves que estoy pensando en otra cosa
no es nada malo es que paso una brisa.
La brisa de la muerte enamorada
que ronda como un ángel asesino.
Mas no te asustes siempre se me pasa
es solo la intuición de mi destino.
Me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa.
Me gusta regresarme del olvido
para acordarme en sueños de mi casa,
el chico que jugaba a la pelota,
del cuatro nueve cinco ocho cinco.
Nadie nos prometió un jardín de rosas,
hablamos del peligro de estar vivos.
No vine a divertir a tu familia
mientras el mundo se cae a pedazos.
Me gusta estar al lado del camino,
me gusta sentirte a mi lado.
Me gusta estar al lado del camino,
dormirte cada noche entre mis brazos.
Al lado del camino, al lado del camino,
al lado del camino.
Es mas entretenido y mas barato.
Al lado del camino...
Fito Páez.
fumando el humo mientras todo pasa.
Me gusta abrir los ojos y estar vivo,
tener que vérmelas con la resaca.
Entonces navegar se hace preciso
en barcos que se estrellen en la nada.
Vivir atormentado de sentido,
creo que esta sí, esta es la parte mas pesada.
En tiempos donde nadie escucha a nadie,
en tiempos donde todos contra todos,
en tiempos egoístas y mezquinos,
en tiempos donde siempre estamos solos,
habrá que declararse incompetente
en todas las materias del mercado.
Habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado.
Yo ya no pertenezco a ningún ismo
me considero vivo y enterrado.
Yo puse las canciones en tu walkman,
el tiempo a mi me puso en otro lado.
Tendré que hacer lo que es y no debido,
tendré que hacer el bien y hacer el daño.
No olvides que el perdón es lo divino
y errar a veces suele ser humano.
No es bueno nunca hacerse de enemigos
que no estén a la altura del conflicto.
Que piensan que hacen una guerra
y se hacen pis encima como chicos.
Que rondan por siniestros ministerios
haciendo la parodia del artista.
Que todo lo que brilla en este mundo
tan solo les da caspa y les da envidia.
Yo era un pibe triste y encantado
de Beatles, Caña legui y maravillas,
los libros, las canciones y los pianos,
el cine, las traiciones, los enigmas,
mi padre, las cervezas, las pastillas, los misterios,
el whisky malo, los óleos, el amor, los escenarios,
el hambre, el frío, el crímen, el dinero y mis 10 tías
me hicieron este hombre enreverado.
Si alguna vez me cruzas por la calle
regalame tu beso y no te aflijas.
Si ves que estoy pensando en otra cosa
no es nada malo es que paso una brisa.
La brisa de la muerte enamorada
que ronda como un ángel asesino.
Mas no te asustes siempre se me pasa
es solo la intuición de mi destino.
Me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa.
Me gusta regresarme del olvido
para acordarme en sueños de mi casa,
el chico que jugaba a la pelota,
del cuatro nueve cinco ocho cinco.
Nadie nos prometió un jardín de rosas,
hablamos del peligro de estar vivos.
No vine a divertir a tu familia
mientras el mundo se cae a pedazos.
Me gusta estar al lado del camino,
me gusta sentirte a mi lado.
Me gusta estar al lado del camino,
dormirte cada noche entre mis brazos.
Al lado del camino, al lado del camino,
al lado del camino.
Es mas entretenido y mas barato.
Al lado del camino...
Fito Páez.
Al final del ciclo.
Concluyo mi etapa como burócrata, por fin podré retomar mis planes personales, he aprendido mucho de esta experiencia, y hoy como nunca me siento fortalezido y seguro de mi pasos. He empacado ya mis cosas, el próximo fin de semana terminaré de trasladarme de nuevo provisionalmente al departamento de mi madre.
Este año que inicia será decisivo en mi vida, así lo veo y así lo deseo.
Extrañaré a Mamá Conchita, a Eli y a Iván, mis confidentes, mis hermanos del alma, mis amigos.
Echaré de menos el abrazo preciso, el apapacho espontáneo y la sonrisa sincera de Gersom. Los pies jamaiquinos de Tania, la energía para exprimirle el jugo a la vida de Isabel. Aunque en un inició miré estéril la ciudad donde trabajé cerca de dos años, ahora veo que germinaron bellas amistades, de esas en las que no hay temor de compartirse en una pluralidad de formas. Mis experiencias humanas son ahora mi fortaleza.
Y también ¿porqué no? extrañaré los conflictos laborales, el mal aliento, la calumnia, el palabrerío, el hastío, porque de ello corrí mi cuero. Aprendí a quitarles el poder de lastimarme.
Me excita la idea de volver a vagabundear, cargaré la mochila al hombro y me lanzaré al vértigo de la aventura, miraré otras caras, tocaré otros corazónes, o quizá solo uno, el que yo quiero, el que deseo, el que más amo sobre todos los corazónes en este momento.
Nuevamente me dejaré arrastrar, iré a donde quieran ir mis pies, el universo me pondrá en el lugar y en el momento indicado, me abriré sin reservas para recibir el calor de un nuevo día.
Caminaré por Oaxaca, Puebla y Veracrúz, si me encuentran en la calle no duden en acercarse sonriendo a mi encuentro, que yo les recibiré con los brazos extendidos.
Este año que inicia será decisivo en mi vida, así lo veo y así lo deseo.
Extrañaré a Mamá Conchita, a Eli y a Iván, mis confidentes, mis hermanos del alma, mis amigos.
Echaré de menos el abrazo preciso, el apapacho espontáneo y la sonrisa sincera de Gersom. Los pies jamaiquinos de Tania, la energía para exprimirle el jugo a la vida de Isabel. Aunque en un inició miré estéril la ciudad donde trabajé cerca de dos años, ahora veo que germinaron bellas amistades, de esas en las que no hay temor de compartirse en una pluralidad de formas. Mis experiencias humanas son ahora mi fortaleza.
Y también ¿porqué no? extrañaré los conflictos laborales, el mal aliento, la calumnia, el palabrerío, el hastío, porque de ello corrí mi cuero. Aprendí a quitarles el poder de lastimarme.
Me excita la idea de volver a vagabundear, cargaré la mochila al hombro y me lanzaré al vértigo de la aventura, miraré otras caras, tocaré otros corazónes, o quizá solo uno, el que yo quiero, el que deseo, el que más amo sobre todos los corazónes en este momento.
Nuevamente me dejaré arrastrar, iré a donde quieran ir mis pies, el universo me pondrá en el lugar y en el momento indicado, me abriré sin reservas para recibir el calor de un nuevo día.
Caminaré por Oaxaca, Puebla y Veracrúz, si me encuentran en la calle no duden en acercarse sonriendo a mi encuentro, que yo les recibiré con los brazos extendidos.
domingo, diciembre 04, 2005
En el momento en que la voluntad descansa y surge la contemplación, el simple ver y entregarse, todo cambia. El hombre deja de ser útil o peligroso, interesante o aburrido, amable o grosero, fuerte o débil. Se convierte en naturaleza: es hermoso y notable como todas las cosas sobre las que se detiene la contemplación pura. Porque contemplación no es exámen ni crítica, solo es amor. Es el estado mas alto y deseable de nuestra alma: el amor desinteresado.
Hremann Hesse. Mi credo.
Hremann Hesse. Mi credo.
Cuando se contempla a dos hombres modernos, que acaban de conocerse por casualidad y no desean nada material el uno del otro, cuando se observa su conducta, se tiene la sensación casi física de la atmósfera densa, de la costra de protección y de la actitud defensiva que rodea a todos los hombres, una red tejida con renuncias del alma, con propositos, temores y deseos dirigidos todos ellos hacia fines baladíes que los apartan de sus semejantes. Es como si lo principal consistiera en no dejar que el alma hable, como si fuese preciso rodearla de una valla muy alta, la valla del miedo y la verguenza. Esta red solo puede ser perforada por el amor desinteresado. Y dondequiera que haya sido perforada, el alma nos contempla.
Hermann Hesse. Mi credo.
Hermann Hesse. Mi credo.
Tal vez, sin embargo no deba ser conveniente hacer el inventario de las fuerzas y de las debilidades de alguien, para luchar contra ese o como simple registro estadístico sin hacer balance previo de las nuestras propias y en esa ponderación será imposible ignorar aquellas que, a fin de cuentas, pesan en nosotros como bolas de plomo arrastradas en el rodar de un cilindro, en realidad movido por otra fuerza, pero en cuyo movimiento las mismas bolas actúan sin que el cilindro lo note y sin que la fuerza efectiva lo sospeche.
José Saramago. Manual de pintura y caligrafía.
José Saramago. Manual de pintura y caligrafía.
Escribir no es otra tentativa de destrucción sino mas bien la tentativa de reconstruirlo todo por el lado de dentro, midiendo y pesando todos los engranajes, las ruedas dentadas, contrastando los ejes milimétricamente, examinando el oscilar silencioso de los muelles y la vibración rítmica de las moléculas en el interior de los aceros.
Jose Saramago. Manual de pintura y caligrafia.
Jose Saramago. Manual de pintura y caligrafia.
jueves, diciembre 01, 2005
El principito y el zorro.
Entonces apareció el zorro:
- Buenos días- dijo el zorro,
- Buenos días- respondió con cortesía el principito, volteándose pero sin ver. Estoy aquí -dijo la voz-, bajo el manzano.
- ¿Quién eres? -dijo el principito-. Eres muy bonito.... Soy el zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-. Estoy tan triste...
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-. No estoy domesticado. -¡Ah! Perdón dijo el principito. Pero, después de pensarlo añadió: - ¿Qué significa "domesticar'?
-Tú no eres de aquí -dijo el zorro-, -¿Qué buscas?
-Busco a los hombres -dijo el príncipito-, ¿qué significa "domesticar"?
- Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy fastidioso! También crían gallinas. Es lo único interesante. ¿Buscas gallinas?
-No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
-Crear vínculos –
-¿Crear vínculos?
-Claro -dijo el zorro-. Para mí, tú no eres todavía más que un niño parecido a cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para tí único en el mundo.---Empiezo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... Creo que me ha domesticado...
-Puede ser -dijo el zorro, En la Tierra se ve todo tipo de cosas... - Mi vida es monótona -dijo el zorro-. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan a mí. Todos las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Por eso me aburro un poco. Pero, sí me domesticas, será como si mi vida se bañara de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen meterme bajo tierra. El tuyo me llamará fuera del cubil, como una música. Además, fíjate, ¿Ves allá los campos de trigo? Yo no como pan, Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan. ¡Y eso es muy triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. ¡Entonces, cuando me hayas domesticado, será maravilloso! El trigo, que es dorado, me traerá tu recuerdo. Y me gustará el rumor del viento en el trigo.. .
El zorro calló y miró largo tiempo al principito: - ¡Por favor... domestícame! dijo. - Como quieras -contestó el principito-, pero no tengo mucho: tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los seres humanos ya no tienen tiempo de conocer a nada. Compran cosas hechas a los vendedores. Pero como no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
Así, pues, el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de marcharse: -¡Ah! -dijo el zorro-. Lloraré.
-Tú tienes la culpa -dijo el principito-. Yo no quería hacerte daño, pero quisiste que te domesticara... - Claro -dijo el zorro. - ¡Pero vas a llorar! -dijo el principito. - Claro -dijo el zorro. -¡Entonces no sales ganando con todo esto! - Si salgo ganando -dijo el zorro-, por el color del trigo.
Luego añadió: -Vete a ver las rosas otra vez, Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós, y te regalaré un secreto.
-Adiós -dijo el principito- una vez que volvió de ver las rosas - Adiós –
-dijo el zorro- Este es mi secreto: Es muy sencillo- Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. -El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. Los hombres lo han olvidado, pero tú no debes olvidarlo. Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa....
- Buenos días- dijo el zorro,
- Buenos días- respondió con cortesía el principito, volteándose pero sin ver. Estoy aquí -dijo la voz-, bajo el manzano.
- ¿Quién eres? -dijo el principito-. Eres muy bonito.... Soy el zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-. Estoy tan triste...
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-. No estoy domesticado. -¡Ah! Perdón dijo el principito. Pero, después de pensarlo añadió: - ¿Qué significa "domesticar'?
-Tú no eres de aquí -dijo el zorro-, -¿Qué buscas?
-Busco a los hombres -dijo el príncipito-, ¿qué significa "domesticar"?
- Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy fastidioso! También crían gallinas. Es lo único interesante. ¿Buscas gallinas?
-No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
-Crear vínculos –
-¿Crear vínculos?
-Claro -dijo el zorro-. Para mí, tú no eres todavía más que un niño parecido a cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para tí único en el mundo.---Empiezo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... Creo que me ha domesticado...
-Puede ser -dijo el zorro, En la Tierra se ve todo tipo de cosas... - Mi vida es monótona -dijo el zorro-. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan a mí. Todos las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Por eso me aburro un poco. Pero, sí me domesticas, será como si mi vida se bañara de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen meterme bajo tierra. El tuyo me llamará fuera del cubil, como una música. Además, fíjate, ¿Ves allá los campos de trigo? Yo no como pan, Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan. ¡Y eso es muy triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. ¡Entonces, cuando me hayas domesticado, será maravilloso! El trigo, que es dorado, me traerá tu recuerdo. Y me gustará el rumor del viento en el trigo.. .
El zorro calló y miró largo tiempo al principito: - ¡Por favor... domestícame! dijo. - Como quieras -contestó el principito-, pero no tengo mucho: tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los seres humanos ya no tienen tiempo de conocer a nada. Compran cosas hechas a los vendedores. Pero como no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
Así, pues, el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de marcharse: -¡Ah! -dijo el zorro-. Lloraré.
-Tú tienes la culpa -dijo el principito-. Yo no quería hacerte daño, pero quisiste que te domesticara... - Claro -dijo el zorro. - ¡Pero vas a llorar! -dijo el principito. - Claro -dijo el zorro. -¡Entonces no sales ganando con todo esto! - Si salgo ganando -dijo el zorro-, por el color del trigo.
Luego añadió: -Vete a ver las rosas otra vez, Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós, y te regalaré un secreto.
-Adiós -dijo el principito- una vez que volvió de ver las rosas - Adiós –
-dijo el zorro- Este es mi secreto: Es muy sencillo- Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. -El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. Los hombres lo han olvidado, pero tú no debes olvidarlo. Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa....
Gracias a la vida.
Esta canción se la dedico a todos los hermanos en condición de VIH positivo. Seguimos luchando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me dio dos luceros que cuando los abro
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado el oído que en todo su ancho
graba noche y día grillos y canarios
martirios, turbinas, ladridos, chubascos
y la voz tan tierna de mi bien amado.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado el sonido y el abecedario
con él, las palabras que pienso y declaro
madre, amigo, hermano
y luz alumbrando la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado la marcha de mis pies cansados
con ellos anduve ciudades y charcos
playas y desiertos, montañas y llanos
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano
cuando miro el bueno tan lejos del malo
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado la risa y me ha dado el llanto
así yo distingo dicha de quebranto
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos que es mi propio canto.
Gracias a la vida, gracias a la vida.
Mercedes Sosa.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me dio dos luceros que cuando los abro
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado el oído que en todo su ancho
graba noche y día grillos y canarios
martirios, turbinas, ladridos, chubascos
y la voz tan tierna de mi bien amado.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado el sonido y el abecedario
con él, las palabras que pienso y declaro
madre, amigo, hermano
y luz alumbrando la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado la marcha de mis pies cansados
con ellos anduve ciudades y charcos
playas y desiertos, montañas y llanos
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano
cuando miro el bueno tan lejos del malo
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado la risa y me ha dado el llanto
así yo distingo dicha de quebranto
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos que es mi propio canto.
Gracias a la vida, gracias a la vida.
Mercedes Sosa.
martes, noviembre 29, 2005
Las cosmovisiones son innumerables porque se forman con jirones de historia. Su pluralidad nos remite a la compleja aventura del hombre, a la multitud de los caminos recorridos por la especie sobre la fragosa superficie de la tierra. Hoy -tal vez como nunca, en este vértice histórico que vivimos- es necesario que nos conozcamos profundamente, y el conocimiento de nuestro ser, de nuestro pensamiento, nos plantea una nueva dimensión de la historia universal: la que nos ubica como un otro en la comunidad de los otros. Hoy, para forjarnos una idea más justa de nuestra realidad, es necesario que nos despojemos del viejo claustro particularista, de la obsesión malsana de ser los poseedores exclusivos de la verdad. El pensamiento ajeno ya no puede sernos indiferente: con él nos descubrimos un rostro novedoso; lo ajeno nos muestra insertos en la complejidad de lo diverso.
Alfredo López Austin. La concepción del cuerpo mesoamericano.
Alfredo López Austin. La concepción del cuerpo mesoamericano.
lunes, noviembre 28, 2005
Eu Sei Que Vou te Amar
Eu sei que vou te amar
Por toda a minha vida eu vou te amar
Em cada despedida eu vou te amar
Desesperadamente, eu sei que vou te amarE cada verso meu será
Prá te dizer que eu sei que vou te amar
Por toda minha vida
Eu sei que vou chorar
A cada ausência tua eu vou chorar
Mas cada volta tua há de apagar
O que esta ausência tua me causou
Eu sei que vou sofrer a eterna desventura de viver
A espera de viver ao lado teu
Por toda a minha vida.
Tom Jobim
Por toda a minha vida eu vou te amar
Em cada despedida eu vou te amar
Desesperadamente, eu sei que vou te amarE cada verso meu será
Prá te dizer que eu sei que vou te amar
Por toda minha vida
Eu sei que vou chorar
A cada ausência tua eu vou chorar
Mas cada volta tua há de apagar
O que esta ausência tua me causou
Eu sei que vou sofrer a eterna desventura de viver
A espera de viver ao lado teu
Por toda a minha vida.
Tom Jobim
jueves, noviembre 24, 2005
Convesación 8:58
... que me dice:"-¡por favor no me toques los cachetes, ni las mejillas!"
y que le digo: -"entonces esas cosas coquetas que tienes en la cara"...
y que le digo: -"entonces esas cosas coquetas que tienes en la cara"...
martes, noviembre 22, 2005
FECHAS DE LA COMISIÓN DE LA 6a. DECLARATORIA DEL EZLN.
MES SEMANA LUGAR
ENERO 01 SN. CRISTOBAL DE LAS CASAS,CHIS.
ENERO 02-08 CHIAPAZ.
ENERO 09-15 YUCATAN/QUINTANARROO
ENERO 16-22 CAMPECHE/TABASCO
ENERO 23-29 VERACRUZ
ENE/FEB. 30-05 OAXACA
FEBRERO 06-12 PUEBLA
FEBRERO 13-19 TLAXCALA
FEBRERO 20-26 HIDALGO
FEB/MARZ. 27-05 QUERETARO
MARZO 06-12 GUANAJUATO/AGUASCALIENTES
MARZO 13-19 JALISCO
MARZO 20-26 NAYARIT/COLIMA
MAR/ABR. 27-02 MICHOACAN
ABRIL 03-09 GUERRERO
ABRIL 10-16 MORELOS
ABRIL 17-23 ESTADO DE MEXICO/DISTRITO FEDERAL (DF)
ABRIL 24-30 DISTRITO FEDERAL(D.F)/ESTADO DE MEXICO
MAYO 01-07 SAN LUIS POTOSI.
MAYO 08-14 ZACATECAS
MAYO 15-21 NUEVO LEON/TAMAULIPAS
MAYO 22-28 COAHUILA/DURANGO
MAY/JUN. 29-04 CHICHUAHUA/1er.ENCUENTRO CON LOS MEXICANOS DEL OTRO LADO (EU).JUNIO 05-11 SINALOA/SONORA
JUNIO 12-18 BAJA CALIFORNIA SUR-NORTE/2do. ENCUENTRO CON LOS MEXICANOS DEL OTRO LADO.
JUNIO 19-24 DF/ESTADO DE MEXICO. SE HARA UNA PLENARIA DE INFORMES DE LA SITUACION EN TODA LA REPUBLICA MEXICANA DE ACUERDO CON LOS DATOS RECABADOS DE LA COMISION SEXTA. Y ELDIA 24 DE JUNIO LA NOCHE DE SAN JUAN SE PLANEA HACER LA PLENARIA.
JUNIO 25 LA COMISION SEXTA REGRESA A SUS LUGARES DE ORIGEN.
NOTA:LA COMISION SEXTA PIDE A TOD@S QUE SE ORGANICEN Y VAYAN VIENDO SUS MODOS Y FORMAS PARA LA PROPAGANDA,DIFUSION,INFORMACION PLANEACION ETC.
SI NECESITAR NADA DE LOS ORGANISMOS GUBERNAMENTALES,PARTIDOS POLITICOS Y EMPRESARIOS.
QUE SE HAGA A SU MODO RECOLECTANDO ENTRE EL PUEBLO.BOTEANDO HACIENDO PUES LA AUTOGESTION.
PARA TODOS TODO,NADA PARA NOSOTROS. EZLN.
jueves, noviembre 17, 2005
En este pueblo se viste de sombras,
ni el mar amigo con su voz de cien ríos
parece percatarse de nosotros.
La vida transita con sus luces multicolores
y se le sigue con la mirada hasta desaparecer
-ojos que niegan la luz.
¿Qué es la luz sino un tenue recuerdo de la claridad?
ante nuestro andar las tinieblas se disipan.
Si el ser es movimiento a la perfección,
se ufana creyendo que desafiando
a la espesura de la noche
encontrará alguna verdad.
El bicho persiste en la búsqueda
de una luz mas potente
para mirarla
con amor suicida.
Y aún el bicho persiste en el vuelo.
ni el mar amigo con su voz de cien ríos
parece percatarse de nosotros.
La vida transita con sus luces multicolores
y se le sigue con la mirada hasta desaparecer
-ojos que niegan la luz.
¿Qué es la luz sino un tenue recuerdo de la claridad?
ante nuestro andar las tinieblas se disipan.
Si el ser es movimiento a la perfección,
se ufana creyendo que desafiando
a la espesura de la noche
encontrará alguna verdad.
El bicho persiste en la búsqueda
de una luz mas potente
para mirarla
con amor suicida.
Y aún el bicho persiste en el vuelo.
Al filo de la resginación.
...estoy al filo de la resignación
debe ser el hábito
de esperar que algo quiebre el unísono.
ángel eléctrico,Soda Stereo.
Título alternativo
de una canción añejada,
asumida comprensión
de esperanzas agrietadas.
Las puertas revelan su contenido,
se decifran los garabátos párvulos,
se corren todos los velos.
No son mi vicio
las furiosas dádivas,
emancipado de dudas camino firme
sobre las piedras del río.
Vivo con plácida certeza
y amo la amistad
con el espeso lago
de mi- al fin- yo absuelto.
¿Alguien me vende una utopía?
debe ser el hábito
de esperar que algo quiebre el unísono.
ángel eléctrico,Soda Stereo.
Título alternativo
de una canción añejada,
asumida comprensión
de esperanzas agrietadas.
Las puertas revelan su contenido,
se decifran los garabátos párvulos,
se corren todos los velos.
No son mi vicio
las furiosas dádivas,
emancipado de dudas camino firme
sobre las piedras del río.
Vivo con plácida certeza
y amo la amistad
con el espeso lago
de mi- al fin- yo absuelto.
¿Alguien me vende una utopía?
martes, noviembre 15, 2005
I can see clearly now.
Johnny Nash
I can see clearly now, the rain is gone,
I can see all obstacles in my way
Gone are the dark clouds that had me blind
It’s gonna be a bright (bright), bright (bright)
Sun-Shiny day.
I think I can make it now, the pain is gone
All of the bad feelings have disappeared
Here is the rainbow I’ve been prayin’ for
It’s gonna be a bright (bright), bright (bright)
Sun-Shiny day.
Look all around, there’s nothin’ but blue skies
Look straight ahead, nothin’ but blue skies
I can see clearly now, the rain is gone,
I can see all obstacles in my way
Gone are the dark clouds that had me blind
It’s gonna be a bright (bright), bright (bright)
Sun-Shiny day.
I can see clearly now, the rain is gone,
I can see all obstacles in my way
Gone are the dark clouds that had me blind
It’s gonna be a bright (bright), bright (bright)
Sun-Shiny day.
I think I can make it now, the pain is gone
All of the bad feelings have disappeared
Here is the rainbow I’ve been prayin’ for
It’s gonna be a bright (bright), bright (bright)
Sun-Shiny day.
Look all around, there’s nothin’ but blue skies
Look straight ahead, nothin’ but blue skies
I can see clearly now, the rain is gone,
I can see all obstacles in my way
Gone are the dark clouds that had me blind
It’s gonna be a bright (bright), bright (bright)
Sun-Shiny day.
lunes, noviembre 07, 2005
Nueva historia del ojo.
Humberto Beck.
Una de las caracterísitcas más originales de la existencia cotidiana de las décadas recientes ha sido el afán por encontrar recrear en la vida momentos cuya teatralidad específica corresponda a la fisonomía que hemos otorgado a lo cinematográfico. Desde hace más de un siglo, los melodramas y las comedias musicales, los westerns y el cine de suspenso, han proporcionado a los espectaodres un manual enciclopédico para la sensibilidad y las emociones: las instrucciones definitivas para llorar o reír, conducirse en una boda o vivir un duelo, que de forma asombrosa han modificado en la mente del público el humor y los sentimientos, las formas de enamorarse o de sufrir. La vida diaria ha encontrado en el cine no sólo una educación sentimental, sino un verdadero canon de la emotividad y la percepción. Como resultado previsible de esta autonomía expresiva de las representaciones fílmicas, las historias arquetípicas, las imágenes y los puntos de vista propios del cine han llegado a convertirse en una suerte de Gestalten dramáticas y narrativas que configuran modelos imitables para la percepción y la conducta habituales. El cine no sólo permite vivir vidas imaginarias, induce a vivir vidas reales, inspiradas en la pantalla.
Los monólogos interiores, la edición vertiginosa de una persecusión, las tomas en círculo a los besos sin fin, los extreme close ups al trayecto de una lágrima, las reacciones del público en la sala, los long shots al héroe caminando hacia el horizonte, los travellings acompañando una caminata, los comentarios en voz off del narrador, las bromas acompañadas por una pausa diminuta como esperando las risas pregrabadas o el aplauso inducido, el gesto de volverse a la cámara y guiñar un ojo a los espectadores, la memoria como el montaje lánguido de postales evocadas, las tomas aparentes que se abren o se cierran, yendo de la alcoba a la ciudad a la galaxia o viceversa, insertando a los personajes en la evolución dramática del cosmos, son maneras en que la vida ha tomado forma, mecanismos que la imaginación personal ha adquirido para representarse.
En el ámbito literario, el tema de la imitación en la vida de historias de ficción no es nuevo: el Quijote y Madame Bovary son dos ejemplos célebres. Pero en el momento en que el objeto imitado se transforma, cuando ya no es solamente literario sino cinematográfico, se modifica también la naturaleza de la imitación y la realidad misma del sujeto imitante. Emular una historia cinematográfica supone incorporar en la percepción y la conciencia del mundo, de los demás y de nosotros mismos, el conjunto de elementos que constituye la particularidad del cine: su identidad dinámica sustentada en una escritura por medio de imágenes y sonidos en movimiento. La sincronización audiovisual, la evolución temporal del relato y la notable movilidad de la cámara originan una inédita concepción visual de los hechos y de la conciencia, una vida pensada como película que no es leída, sino mirada, observada, vigilada.
A partir de la reproducción mental de los rasgos narrativos de un filme en la cotidianidad, ideamos la propia existencia como una pequeña superproducción contemplada por un público invisible y omnisciente, que nos acompaña a todas partes, nos juzga y nos aprueba, celebra nuestros aciertos y pensamientos, llora nuestras desgracias y se funde con nuestra conciencia. Aparece el insólito deseo de ser fatalmente perseguidos por una lente que nos pone en contacto con una sala de espectadores mediante una versión del sentido del yo mediatizado por la cámara, que hace tener en la mente no al lector solitario sino a una muchedumbre expectante, al público como una imagen colectiva de la conciencia que atenúa la soledad. Se instala en la capacidad de experimentar la realidad una visión mental de la cámara, que funciona como una extensión sensorial del cuerpo tanto como una prolongación emotiva de la mente: un dispositivo simbólico susceptible de confundirse con la propia facultad de la autopercepción. En su papel de protagonista anónimo de los dramas del mundo moderno, el individuo solitario en medio de la multitud encuentra una nueva elaboración de sí: vuelve a la masa que lo rodea un agente de sentido, trasladándola a su conciencia transformada en un público imaginario. En el camino habitual a las oficinas o en las silenciosas tardes de ocio, recuerda todas esas soledades acompañadas por la asamblea de ojos que secretamnete lo asistenn del otro lado de la vida, siguiéndolo a todas partes como un auditorio ambulante.
En este proceso de asimilación interior de los procedimientos significantes del filme, se llega a un punto en que lo cinematográfico, más que un género artístico o una mera forma de entretenimiento, se vuelve una categoría existencial, una manera de conducirse en el mundo, y hasta la matriz para una nueva concepción de la conciencia, medidad por las cámaras y las pantallas. La imaginación fílmica ya no se reduce a crear películas, sino que hace de todo un filme.
En la experiencia cinematográfica ocurre un dsdoblamiento entre el espectador y las imágenes proyectadas-entre el sujeto que mira y el objeto mirado-, que reproduce la relación existente entre una mirada y su reflejo. El espectador recrea mentalmente el filme sin abandonar su condición de espectador: es una presencia externa al relato cuyo ejercicio de contemplación se realiza, paradójicamente, en la fusión con lo narrado por medio de la identificación con las historias. Su mente se bifurca entre la imagen que tiene de sí mismo y la figura del personaje interpretado, desempeñando, a la vez, el doble papel de factor interno y externo de la narración. En el acto de escudriñar el espejo errante de la pantalla, acontece una dialéctica de la mirada que se identifica con los procedimientos de la conciencia y permite una nueva manera de materializar al acto de verse mirar. El cine es un relato dionámico que en la mente del espectador se autocontempla. La luz del cinematógrafo, como en cierto poema de Octavio Paz, también es "tiempo que se piensa". Pero, a diferencia de lo que sucede en la conforntanción con los espejos, en el hecho cinematográfico este diálogo con el reflejo inherente a la manifesación de la conciencia se efectúa bajo nuna diligente forma narrativa que, por la sola intervención de las cámaras, integra de forma inevitable la visión fingida del punto de vista de un observador exterior.
En el mundo contemporáneo, la imagen de la cámara ha sustituido al espejo como metáfora universal de la conciencia. Esta conversión de las dimensiones del espacio mental del cine en el vehículo alegórico de la reflexividad ha engendrado una nueva concepción del yo y de la vida, de los acontecimientos y sus significaciones. En el yo cinematográfico, la conciencia ya no se plasma en el ojo que ve mirar, sino en la mirada que se ve mirarse a sí misma, en un extraño ejercicio de autovouyerismo mediado por el ojo de una tercera persona ficticia. En medio de la multitud de asedios críticos a la figura del sujeto, la apropiación íntima de la experiencia cinematográfica ha ofrecido un medio insospechado para la afirmación del ego cogito, una genuina "fuente del yo" que ofrece un modelo inédito para la subjetividad. Mediante la introducción del artificio de la mirada ajena en la imagen de la conciencia, las cámaras del mundo han reinventado el significado de la imaginación, la memoria y el deseo, escribiendo a lo largo de los últimos cien años una nueva historia del ojo. A diferencia de la locomotora-otro símbolo del mundo moerno-,la cámara no es una visión de la Historia, pero sí del yo: un emblema del nuevo snetido de las historias personales.
En los criterios sensoriales en boga parece existir un acuerdo tácito que consiente la existencia de una identidad absoluta entre lo filmado y lo real. En la lógica de este asentimiento, todo aquello que no es registrado por una cámara ni transmitido por una pantalla parece no suceder del todo o no suceder en absoluto. Más allá de la serie de especulaciones sobre la disposición de la realidad que tal opinion suscita, esta convención generalizada revela finalmente la persistencia del deseo irremediable de ser mirados, siquiera por la mirada apócrifa de unos ojos artificiales, que tarde o temprano deviene no solo en la proliferación de cámaras y pantallas con fines lúdicos o penitenciarios, sino en la camarización de las conciencias y del mundo. Quizás el significado profundo de esta práctica colectiva radique en el descubrimiento del potencial simbólico del cine, que por medio de la estructura metafísica de la cámara y la pantalla devela que aún el fenómeno mismo de la autoconciencia precisa inoxerablemente de una forma de alteridad.
"Pensar en un hombre se parece a salvarlo", recuerda Roberto Juarroz en un poema sobre el desamparo infinito de las mentes solitarias. Por eso, una efusión de realidad nos recorre cada vez que la mirada de otro nos extrae del abismo de la nada con su interés redentor. Los ojos de los demás infunden realidad en los propios, porque sólo estamos realmente en el mundo en la medida en que la semilla de la conciencia ajena nos rescata del vacío, entregándonos la certeza vital que nuestra limitada autoconciencia , recluida en sí misma, nos niega. De la misma manera como en ciertas corrientes psicoanalíticas el amor no es el deseo de otra persona sino de otro deseo, la voluntad autoconsciente no es la afirmación solipsista de la propia conciencia sino el deseo de otra conciencia: el deseo de ser pensados. Es un gran equívoco moderno-extendido desde lo histórico hasta lo personal-pretender que la conciencia se basta con volcarse sobre sí misma para darle profundidad al ser. Son los demás quienes nos construyen con su mirada, y es un juego de reflejos entre sus ojos y los nuestros como el yo se constituye, emergiendo del limbo circular de la realidad autoconsciente. La fantasía de la conciencia como una cámara, que simula la presencia de los otros percibiendo la vida como un filme, representa la versión degradada del deseo de la atención salvadora de los demás. La cámara puede convertirnos en una estrella, pero también funcionar como el telescopio que nos vuelve un astro lejanísimo, inaccesible aun para nosotros mismos. En la mirada reside una facultad para otorgar la existencia: una existencia que se pervierte al transformarse en el origen de la ficción de la conciencia como un público ilusorio que, por medio de unos ojos mecánicos, nos piensa y crea el sombrío ensueño de una redención.
Letras Libres. Número 61.
Una de las caracterísitcas más originales de la existencia cotidiana de las décadas recientes ha sido el afán por encontrar recrear en la vida momentos cuya teatralidad específica corresponda a la fisonomía que hemos otorgado a lo cinematográfico. Desde hace más de un siglo, los melodramas y las comedias musicales, los westerns y el cine de suspenso, han proporcionado a los espectaodres un manual enciclopédico para la sensibilidad y las emociones: las instrucciones definitivas para llorar o reír, conducirse en una boda o vivir un duelo, que de forma asombrosa han modificado en la mente del público el humor y los sentimientos, las formas de enamorarse o de sufrir. La vida diaria ha encontrado en el cine no sólo una educación sentimental, sino un verdadero canon de la emotividad y la percepción. Como resultado previsible de esta autonomía expresiva de las representaciones fílmicas, las historias arquetípicas, las imágenes y los puntos de vista propios del cine han llegado a convertirse en una suerte de Gestalten dramáticas y narrativas que configuran modelos imitables para la percepción y la conducta habituales. El cine no sólo permite vivir vidas imaginarias, induce a vivir vidas reales, inspiradas en la pantalla.
Los monólogos interiores, la edición vertiginosa de una persecusión, las tomas en círculo a los besos sin fin, los extreme close ups al trayecto de una lágrima, las reacciones del público en la sala, los long shots al héroe caminando hacia el horizonte, los travellings acompañando una caminata, los comentarios en voz off del narrador, las bromas acompañadas por una pausa diminuta como esperando las risas pregrabadas o el aplauso inducido, el gesto de volverse a la cámara y guiñar un ojo a los espectadores, la memoria como el montaje lánguido de postales evocadas, las tomas aparentes que se abren o se cierran, yendo de la alcoba a la ciudad a la galaxia o viceversa, insertando a los personajes en la evolución dramática del cosmos, son maneras en que la vida ha tomado forma, mecanismos que la imaginación personal ha adquirido para representarse.
En el ámbito literario, el tema de la imitación en la vida de historias de ficción no es nuevo: el Quijote y Madame Bovary son dos ejemplos célebres. Pero en el momento en que el objeto imitado se transforma, cuando ya no es solamente literario sino cinematográfico, se modifica también la naturaleza de la imitación y la realidad misma del sujeto imitante. Emular una historia cinematográfica supone incorporar en la percepción y la conciencia del mundo, de los demás y de nosotros mismos, el conjunto de elementos que constituye la particularidad del cine: su identidad dinámica sustentada en una escritura por medio de imágenes y sonidos en movimiento. La sincronización audiovisual, la evolución temporal del relato y la notable movilidad de la cámara originan una inédita concepción visual de los hechos y de la conciencia, una vida pensada como película que no es leída, sino mirada, observada, vigilada.
A partir de la reproducción mental de los rasgos narrativos de un filme en la cotidianidad, ideamos la propia existencia como una pequeña superproducción contemplada por un público invisible y omnisciente, que nos acompaña a todas partes, nos juzga y nos aprueba, celebra nuestros aciertos y pensamientos, llora nuestras desgracias y se funde con nuestra conciencia. Aparece el insólito deseo de ser fatalmente perseguidos por una lente que nos pone en contacto con una sala de espectadores mediante una versión del sentido del yo mediatizado por la cámara, que hace tener en la mente no al lector solitario sino a una muchedumbre expectante, al público como una imagen colectiva de la conciencia que atenúa la soledad. Se instala en la capacidad de experimentar la realidad una visión mental de la cámara, que funciona como una extensión sensorial del cuerpo tanto como una prolongación emotiva de la mente: un dispositivo simbólico susceptible de confundirse con la propia facultad de la autopercepción. En su papel de protagonista anónimo de los dramas del mundo moderno, el individuo solitario en medio de la multitud encuentra una nueva elaboración de sí: vuelve a la masa que lo rodea un agente de sentido, trasladándola a su conciencia transformada en un público imaginario. En el camino habitual a las oficinas o en las silenciosas tardes de ocio, recuerda todas esas soledades acompañadas por la asamblea de ojos que secretamnete lo asistenn del otro lado de la vida, siguiéndolo a todas partes como un auditorio ambulante.
En este proceso de asimilación interior de los procedimientos significantes del filme, se llega a un punto en que lo cinematográfico, más que un género artístico o una mera forma de entretenimiento, se vuelve una categoría existencial, una manera de conducirse en el mundo, y hasta la matriz para una nueva concepción de la conciencia, medidad por las cámaras y las pantallas. La imaginación fílmica ya no se reduce a crear películas, sino que hace de todo un filme.
En la experiencia cinematográfica ocurre un dsdoblamiento entre el espectador y las imágenes proyectadas-entre el sujeto que mira y el objeto mirado-, que reproduce la relación existente entre una mirada y su reflejo. El espectador recrea mentalmente el filme sin abandonar su condición de espectador: es una presencia externa al relato cuyo ejercicio de contemplación se realiza, paradójicamente, en la fusión con lo narrado por medio de la identificación con las historias. Su mente se bifurca entre la imagen que tiene de sí mismo y la figura del personaje interpretado, desempeñando, a la vez, el doble papel de factor interno y externo de la narración. En el acto de escudriñar el espejo errante de la pantalla, acontece una dialéctica de la mirada que se identifica con los procedimientos de la conciencia y permite una nueva manera de materializar al acto de verse mirar. El cine es un relato dionámico que en la mente del espectador se autocontempla. La luz del cinematógrafo, como en cierto poema de Octavio Paz, también es "tiempo que se piensa". Pero, a diferencia de lo que sucede en la conforntanción con los espejos, en el hecho cinematográfico este diálogo con el reflejo inherente a la manifesación de la conciencia se efectúa bajo nuna diligente forma narrativa que, por la sola intervención de las cámaras, integra de forma inevitable la visión fingida del punto de vista de un observador exterior.
En el mundo contemporáneo, la imagen de la cámara ha sustituido al espejo como metáfora universal de la conciencia. Esta conversión de las dimensiones del espacio mental del cine en el vehículo alegórico de la reflexividad ha engendrado una nueva concepción del yo y de la vida, de los acontecimientos y sus significaciones. En el yo cinematográfico, la conciencia ya no se plasma en el ojo que ve mirar, sino en la mirada que se ve mirarse a sí misma, en un extraño ejercicio de autovouyerismo mediado por el ojo de una tercera persona ficticia. En medio de la multitud de asedios críticos a la figura del sujeto, la apropiación íntima de la experiencia cinematográfica ha ofrecido un medio insospechado para la afirmación del ego cogito, una genuina "fuente del yo" que ofrece un modelo inédito para la subjetividad. Mediante la introducción del artificio de la mirada ajena en la imagen de la conciencia, las cámaras del mundo han reinventado el significado de la imaginación, la memoria y el deseo, escribiendo a lo largo de los últimos cien años una nueva historia del ojo. A diferencia de la locomotora-otro símbolo del mundo moerno-,la cámara no es una visión de la Historia, pero sí del yo: un emblema del nuevo snetido de las historias personales.
En los criterios sensoriales en boga parece existir un acuerdo tácito que consiente la existencia de una identidad absoluta entre lo filmado y lo real. En la lógica de este asentimiento, todo aquello que no es registrado por una cámara ni transmitido por una pantalla parece no suceder del todo o no suceder en absoluto. Más allá de la serie de especulaciones sobre la disposición de la realidad que tal opinion suscita, esta convención generalizada revela finalmente la persistencia del deseo irremediable de ser mirados, siquiera por la mirada apócrifa de unos ojos artificiales, que tarde o temprano deviene no solo en la proliferación de cámaras y pantallas con fines lúdicos o penitenciarios, sino en la camarización de las conciencias y del mundo. Quizás el significado profundo de esta práctica colectiva radique en el descubrimiento del potencial simbólico del cine, que por medio de la estructura metafísica de la cámara y la pantalla devela que aún el fenómeno mismo de la autoconciencia precisa inoxerablemente de una forma de alteridad.
"Pensar en un hombre se parece a salvarlo", recuerda Roberto Juarroz en un poema sobre el desamparo infinito de las mentes solitarias. Por eso, una efusión de realidad nos recorre cada vez que la mirada de otro nos extrae del abismo de la nada con su interés redentor. Los ojos de los demás infunden realidad en los propios, porque sólo estamos realmente en el mundo en la medida en que la semilla de la conciencia ajena nos rescata del vacío, entregándonos la certeza vital que nuestra limitada autoconciencia , recluida en sí misma, nos niega. De la misma manera como en ciertas corrientes psicoanalíticas el amor no es el deseo de otra persona sino de otro deseo, la voluntad autoconsciente no es la afirmación solipsista de la propia conciencia sino el deseo de otra conciencia: el deseo de ser pensados. Es un gran equívoco moderno-extendido desde lo histórico hasta lo personal-pretender que la conciencia se basta con volcarse sobre sí misma para darle profundidad al ser. Son los demás quienes nos construyen con su mirada, y es un juego de reflejos entre sus ojos y los nuestros como el yo se constituye, emergiendo del limbo circular de la realidad autoconsciente. La fantasía de la conciencia como una cámara, que simula la presencia de los otros percibiendo la vida como un filme, representa la versión degradada del deseo de la atención salvadora de los demás. La cámara puede convertirnos en una estrella, pero también funcionar como el telescopio que nos vuelve un astro lejanísimo, inaccesible aun para nosotros mismos. En la mirada reside una facultad para otorgar la existencia: una existencia que se pervierte al transformarse en el origen de la ficción de la conciencia como un público ilusorio que, por medio de unos ojos mecánicos, nos piensa y crea el sombrío ensueño de una redención.
Letras Libres. Número 61.
domingo, noviembre 06, 2005
Lupe Aquino.
Cuando vacacionaba en el pueblo natal de mi madre, había un personaje que me inspiraba terror junto con todos los niños de la congregación, era Lupe Aquino, un borrachito que cuando se encontraba intoxicado se transformaba en un ser incomprensible y extravagante, mas nunca lo ví violento, eso sí, muy malhumorado. Las mujeres trataban de controlar nuestras faltas de conducta, amenazando con pedirle a Lupe que nos llevara consigo, entonces nos quedábamos quietecitos para no importunar y evitar tan espantoso final. Lo imaginábamos metiéndonos en un saco, atando la boca y cargándonos en su hombro pues era un hombre fuerte como el roble.
Recuerdo que a cualquier lugar en donde se acercaba, de la nada aparecían niños a manera de bufones, gritando con una mezcla de terror y diversión que Lupe Aquino venía en camino, eso nos daba tiempo suficiente de cerrar presurosos las puertas y asomarnos por las ventanas para observar su tránsito por el patio, lo cual hacíamos en silencio, cautelosos, entre penumbras, temiendo llamar su atención. Mis primos no perdían ocasión de gritarle cosas terribles, pero como siempre tuve corazón de pollo, los censuraba alegando prudencia por el bien de todos los niños ahí refugiados.
Ya crecido me intrigaba su apellido, era el mismo de mi madre y de mi abuela. Entonces supe que era mi tío-abuelo, que por eso a veces lo encontrábamos en la cocina de barro junto al fogón, clamando por comida o por un vaso con agua. Nunca le negaron el alimento, pero advertía que no era del todo bienvenido en casa.
Jamás entendí en qué momento perdió la cordura, su constante estado de intoxicación no me permitió indagar en su historia personal y lo poco que escuchaba de su pasado me sonaba mas a leyenda urbana (¿o tendré que decir rural?) que a realidad.
Hoy amaneció muerto en una calle municipal del vecino estado de veracrúz. Como esos perros callejeros que se encuentra uno a un lado de la carretera, enfríandose, remoliéndose sus carnes para delicia de los gusanos. La autopsia dice que murió de un infarto. Creo que todos intuíamos que su muerte sería así, o será quizá que al pensarlo todos juntos hicimos real la profecía. Ahora creo que debemos ser mas cuidadosos con lo que pensamos. Pensar se ha convertido en un peligro.
Mis temores infantiles poco a poco se han ido muerto, y aunque dicen que sigo siendo un niñote, parece que de verdad ya me hice grande.Que sirvan estas memorias como homenaje póstume a un personaje de mi onírica infancia.
Adiós... tío Lupe.
Recuerdo que a cualquier lugar en donde se acercaba, de la nada aparecían niños a manera de bufones, gritando con una mezcla de terror y diversión que Lupe Aquino venía en camino, eso nos daba tiempo suficiente de cerrar presurosos las puertas y asomarnos por las ventanas para observar su tránsito por el patio, lo cual hacíamos en silencio, cautelosos, entre penumbras, temiendo llamar su atención. Mis primos no perdían ocasión de gritarle cosas terribles, pero como siempre tuve corazón de pollo, los censuraba alegando prudencia por el bien de todos los niños ahí refugiados.
Ya crecido me intrigaba su apellido, era el mismo de mi madre y de mi abuela. Entonces supe que era mi tío-abuelo, que por eso a veces lo encontrábamos en la cocina de barro junto al fogón, clamando por comida o por un vaso con agua. Nunca le negaron el alimento, pero advertía que no era del todo bienvenido en casa.
Jamás entendí en qué momento perdió la cordura, su constante estado de intoxicación no me permitió indagar en su historia personal y lo poco que escuchaba de su pasado me sonaba mas a leyenda urbana (¿o tendré que decir rural?) que a realidad.
Hoy amaneció muerto en una calle municipal del vecino estado de veracrúz. Como esos perros callejeros que se encuentra uno a un lado de la carretera, enfríandose, remoliéndose sus carnes para delicia de los gusanos. La autopsia dice que murió de un infarto. Creo que todos intuíamos que su muerte sería así, o será quizá que al pensarlo todos juntos hicimos real la profecía. Ahora creo que debemos ser mas cuidadosos con lo que pensamos. Pensar se ha convertido en un peligro.
Mis temores infantiles poco a poco se han ido muerto, y aunque dicen que sigo siendo un niñote, parece que de verdad ya me hice grande.Que sirvan estas memorias como homenaje póstume a un personaje de mi onírica infancia.
Adiós... tío Lupe.
sábado, noviembre 05, 2005
La guerra de los insectos.
Un día corrió la voz en el bosque, de que iba a estallar la guerra entre burros, lobos, pumas, jabalíes y tejones contra avispas, abejas, abejorros y demás insectos con aguijones; todos los animales se prepararon para esta lucha. Los toros afilaron bien sus cuernos, los burros cómo dar sus patadas, los pumas ensayaban saltos. Los jabalíes y lobos amacizaban sus colmillos, mientras los changos amontonaban frutas para usarlas como proyectiles.
Por otro lado los insectos hacían lo mismo, preparaban sus aguijones; en los dos bandos había preocupación por quién iba a ganar, porque era necesario utilizar cuanta maña había; los cuadrúpedos se sentían ya victoriosos al saber de sus fuerzas.
Desde luego también los insectos hacían planes para derrotar al poderoso enemigo. Cuando llegó el día señalado, todos estaban preparados, el jefe de los cuadrúpedos era el puma; por el otro lado el líder de los insectos era una abeja, por su inteligencia. Al iniciar la lucha los insectos pusieron en práctica su plan, comenzaron por picar la parte donde empieza el rabo del puma, éste al sentir el dolor optó por huir con la cola entre las patas, igual suerte corrieron los demás animales. De esta manera fue como los insectos pequeños y débiles ganaron gracias a su inteligencia.
Xicoténcatl Aquino Molina "La guerra de los insectos" es parte de una antología de narraciones zapotecas coordinada por el conocido escrito zapoteco Mario Molina, como parte del Taller de Lengua y tradición Zapoteca de Yalálag, Uken ke Uken, Oaxaca, publicada con el título de Yi' kube, Fuego nuevo, por el propio taller, 1998
Por otro lado los insectos hacían lo mismo, preparaban sus aguijones; en los dos bandos había preocupación por quién iba a ganar, porque era necesario utilizar cuanta maña había; los cuadrúpedos se sentían ya victoriosos al saber de sus fuerzas.
Desde luego también los insectos hacían planes para derrotar al poderoso enemigo. Cuando llegó el día señalado, todos estaban preparados, el jefe de los cuadrúpedos era el puma; por el otro lado el líder de los insectos era una abeja, por su inteligencia. Al iniciar la lucha los insectos pusieron en práctica su plan, comenzaron por picar la parte donde empieza el rabo del puma, éste al sentir el dolor optó por huir con la cola entre las patas, igual suerte corrieron los demás animales. De esta manera fue como los insectos pequeños y débiles ganaron gracias a su inteligencia.
Xicoténcatl Aquino Molina "La guerra de los insectos" es parte de una antología de narraciones zapotecas coordinada por el conocido escrito zapoteco Mario Molina, como parte del Taller de Lengua y tradición Zapoteca de Yalálag, Uken ke Uken, Oaxaca, publicada con el título de Yi' kube, Fuego nuevo, por el propio taller, 1998
miércoles, noviembre 02, 2005
Mi santo nombre
La tumba donde descansan los restos de Tía Alfonso junto con Tío Goyo, lucía arreglada modestamente, las cruces que conmemoran los eventos son de un delgado trabajo de herrería, con pintura blanca, humildes.
Estaba pensando en dónde irán a parar mis blancos huesos cuando por fin me seque, y en mis venas deje de correr hemoglobinosos caudales, y mi galopante corazón deje de dar tumbidos, cuando a lo lejos la inigualable pureza de un calzón de manta me hizo volver de mis pensamientos. Me acerqué hasta alcanzar al indio que afanosamente limpiaba y daba los últimos toques a una tumba mas modesta que el de mis ancestros.
Me recibió sin interrumpir su actividad, como si estuviera esperando mi cercanía para abrirme su corazón. De inmediato comenzó a decirme que en ese cúmulo de piedras estaba sepultada su esposa. Que llevaba muchos años ya ahí, y que desde el domingo se había trasladado desde varios kilómetros a la redonda para limpiar las yerbitas que con tanta lluvia habían hecho un monte intransitable. Extrañaba a la mujer que le tenía la comida al llegar de su milpa y le lavaba la ropa, ¡pobrecita siempre tan trabajosa!, me habló de sus tierras, de lo difícil que fué luchar por un pedazo de bado con el cual asegurarse el sustento de su familia.
Tuve que inventar un pretexto, anochecía y los nubarrones anunciaban lluvia. Advirtiendo mis intenciones se me acercó y finalmente me miró al rostro para decirme: "¿quieres saber cómo me llamo? te lo voy a decir, te diré cómo me llamo, Ernesto Naranjo, Naranjo Hernández es mi santo santo nombre, porque ansina lo quisieron, por eso te digo".
-"Si ya te vas, vete pues, que te vaya bien, que Dios te lo bendiga, ve con Dios".
Le devolví las bendiciones con humildad y salí apesumbrado del campo santo. El rechinido del portón principal, al salir, reclamaba mi presencia con un sonido lastimero, en un adiós que fué como un hasta luego.
martes, noviembre 01, 2005
Tía Alfonsa siempre se hacía notar por sus escandalosas carcajadas contagiosas, al rededor de ella había una luz en la que los desamparados podían encontrar un poco de descanso. Su cuerpo grueso y mas bien regordete era infatigable, si no horneaba pan vendía cuanta chunche para sobrevivir, no le debía nada a la vida, mas bien la vida le quedaba debiendo.
Recuerdo que en los campeonatos deportivos de semana santa se hacía llegar con un séquito de doncellas, armadas con latas de manteca vacías, botecitos de aluminio llenos de piedras y varas para acalambrar con sus armas los oídos de los equipos contrarios al local. Nadie le ganaba gritando, su ingenio le arrancaba las mas variadas sonrisas a los visitantes, y era apasionada, como esas personas que suelen entregarse en todo lo que hacen, en su andar, en su saludo, en su trato, en sus oficios, en su familia.
Cuando me dejó no pude decirle adiós, ni besar sus mejillas adoloridas, tampoco pude secarle el dolor de sus espamos, ni velar su sueño apagado. Como en todo funeral huaxteco, la fiesta parecía ser una continuación de su espíritu festivo, la gente llegaba como oleajes, ví a muchos que nunca pude determinar su identidad, pero si pude constatar su cariño sincero hacia este personaje que tanta luz nos había inspirado. Recibimos tantas flores que no había donde meterlas, con ellas se arreglaron varias decenas de coronas multicolores, las indias con su sencilléz habitual habían salido presurosas de sus chozas con tulipanes y bugambilias, arrastrando sus gritos lastimeros hasta el lugar donde descansarán nuestros huesos.
Es un dicho popular que las personas buenas son las primeras en abandonar esta vida, yo creo que por eso soy tan mala persona.
Recuerdo que en los campeonatos deportivos de semana santa se hacía llegar con un séquito de doncellas, armadas con latas de manteca vacías, botecitos de aluminio llenos de piedras y varas para acalambrar con sus armas los oídos de los equipos contrarios al local. Nadie le ganaba gritando, su ingenio le arrancaba las mas variadas sonrisas a los visitantes, y era apasionada, como esas personas que suelen entregarse en todo lo que hacen, en su andar, en su saludo, en su trato, en sus oficios, en su familia.
Cuando me dejó no pude decirle adiós, ni besar sus mejillas adoloridas, tampoco pude secarle el dolor de sus espamos, ni velar su sueño apagado. Como en todo funeral huaxteco, la fiesta parecía ser una continuación de su espíritu festivo, la gente llegaba como oleajes, ví a muchos que nunca pude determinar su identidad, pero si pude constatar su cariño sincero hacia este personaje que tanta luz nos había inspirado. Recibimos tantas flores que no había donde meterlas, con ellas se arreglaron varias decenas de coronas multicolores, las indias con su sencilléz habitual habían salido presurosas de sus chozas con tulipanes y bugambilias, arrastrando sus gritos lastimeros hasta el lugar donde descansarán nuestros huesos.
Es un dicho popular que las personas buenas son las primeras en abandonar esta vida, yo creo que por eso soy tan mala persona.
lunes, octubre 31, 2005
Una cautela fatal.
A la gente le cuesta trabajo admirar por miedo a equivocarse, y le cuesta trabajo querer, por temor a que la persona elegida, o la censura de los demás, la hagan sufrir. Se predica la cautela en nombre de la moralidad y de la sabiduría, y el resultado es que la generosidad y la aventura se descorazonan. Todo esto tiende a producir timidez y odio contra el género humano, pues las personas pierden en su vida lo que es fundamental: una actitud alegre y expansiva frente al mundo (lo que para el noventa por ciento constituye una condición indispensable). No hay que suponer que los llamados inmortales sean, en ese aspecto, superiores a quienes no lo son.
En las relaciones sexuales es frecuente que no exista un afecto positivo, y no es raro que en ellas exista una positiva hostilidad. Tal es el caso de quienes no se entregan graciosamente y pretenden huir de su soledad permaneciendo intactos y, por lo tanto, estériles. Estas experiencias no tienen valor fundamental. No digo que deba huirse de ellas en absoluto, porque podrian perderse ocasiones de encontrar un afecto mas profundo y valioso; pero sí afirmo que las únicas relaciones sexuales que tienen valor real son las que no admiten reticencia alguna, aquellas en las que la personalidad mutua se funda en una nueva personalidad colectiva. De todas las formas de cautela, la cautela amorosa es probablemente fatal para la verdadera felicidad.
En las relaciones sexuales es frecuente que no exista un afecto positivo, y no es raro que en ellas exista una positiva hostilidad. Tal es el caso de quienes no se entregan graciosamente y pretenden huir de su soledad permaneciendo intactos y, por lo tanto, estériles. Estas experiencias no tienen valor fundamental. No digo que deba huirse de ellas en absoluto, porque podrian perderse ocasiones de encontrar un afecto mas profundo y valioso; pero sí afirmo que las únicas relaciones sexuales que tienen valor real son las que no admiten reticencia alguna, aquellas en las que la personalidad mutua se funda en una nueva personalidad colectiva. De todas las formas de cautela, la cautela amorosa es probablemente fatal para la verdadera felicidad.
Bertrand Russell.
viernes, octubre 28, 2005
Ese milagro súbito.
Si dos personas que son desconocidas la una para la otra, como lo somos todos, dejan caer de pronto la barrera que las separa, y se sienten cercanas, se sienten uno, ese momento de unidad constituye uno de los más estimulantes y excitantes de la vida. Y resulta aún más maravilloso y milagroso para aquellas personas que han vivido encerradas, aisladas, sin amor. Ese milagro de súbita intimidad suele verse facilitado si se combina o inicia con la atracción sexual y su consumación. Sin embargo, tal tipo de amor es, por su misma naturaleza, poco duradero. Las dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su caracter milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por matar lo que pueda quedar de la excitación inicial. No obstante, al comienzo no saben todo eso: en realidad, consideran la intensidad del apasionamiento, ese estar "locos" el uno por el otro, como una prueba de la intensidad de su amor, cuándo sólo muestra el grado de su soledad anterior.
Erich Fromm.
Erich Fromm.
martes, octubre 25, 2005
El no lo mató.
Se le hizo fácil
se le hizo fácily es que nada en la vida es fácil
desenfundó su puñal y se dispuso
a robar una tienda de abastos popular
sólo tenía 17 años
bien vividos, mal vividos
que sé yo
todo iba saliendo de maravilla
para ser la primera vez
no estaba tan mal
entró a la tienda, sacó el puñal
y dijo en voz alta
esto es un atraco,aflojen la lana o se morirán
todo iba saliendo bien
corrió de la tienda
a toda velocidad
con el dinero en las manos
con su futuro en sus manos
se dispuso a escapar
cruzó la gran avenida sin parar
ya casi la iba a librar
Fue cuando cerré los ojos
se oyó un disparo
parecía un cañón, como un monstruo
¡ la vida le arrebató !
el juego había terminado ya,una bala le perforó el corazón
aquel policía señor, se ganó un ascenso
y una medalla al valor
¡ él lo asesinó !
era un niño jugando al ladrón
sólo tenía 17 años
bien vividos, mal vividos
que sé yo
¡ él lo asesinó !
sin sentido y sin razón
por un puñado de billetes
se los hubiera dado yo
su cuerpecillo yacía en la acera
y el dinero el viento se lo llevó
sin sentido y sin razón
todo fue un error
un estúpido error
padres cuiden a sus hijos
no les vaya a pasarlo que les cuento yo
¡ maldita sea la hora en que se descarrió !
¡ maldito sea el momento en el que se maleó !
ay que policía, señor¡
él no lo mató !
fue la misma sociedad
y en el medio en que se desarrolló
el no lo mató
fue el medio, sus padres, sus amigos
sus ansias, que sé yo
sin sentido y sin razón.
El Haragán.
se le hizo fácily es que nada en la vida es fácil
desenfundó su puñal y se dispuso
a robar una tienda de abastos popular
sólo tenía 17 años
bien vividos, mal vividos
que sé yo
todo iba saliendo de maravilla
para ser la primera vez
no estaba tan mal
entró a la tienda, sacó el puñal
y dijo en voz alta
esto es un atraco,aflojen la lana o se morirán
todo iba saliendo bien
corrió de la tienda
a toda velocidad
con el dinero en las manos
con su futuro en sus manos
se dispuso a escapar
cruzó la gran avenida sin parar
ya casi la iba a librar
Fue cuando cerré los ojos
se oyó un disparo
parecía un cañón, como un monstruo
¡ la vida le arrebató !
el juego había terminado ya,una bala le perforó el corazón
aquel policía señor, se ganó un ascenso
y una medalla al valor
¡ él lo asesinó !
era un niño jugando al ladrón
sólo tenía 17 años
bien vividos, mal vividos
que sé yo
¡ él lo asesinó !
sin sentido y sin razón
por un puñado de billetes
se los hubiera dado yo
su cuerpecillo yacía en la acera
y el dinero el viento se lo llevó
sin sentido y sin razón
todo fue un error
un estúpido error
padres cuiden a sus hijos
no les vaya a pasarlo que les cuento yo
¡ maldita sea la hora en que se descarrió !
¡ maldito sea el momento en el que se maleó !
ay que policía, señor¡
él no lo mató !
fue la misma sociedad
y en el medio en que se desarrolló
el no lo mató
fue el medio, sus padres, sus amigos
sus ansias, que sé yo
sin sentido y sin razón.
El Haragán.
domingo, octubre 16, 2005
A los veintitantos.
Le llaman la "crisis del cuarto de vida". Te encuentras a ti mismo desafanándote de la multitud mas que en cualquier otro momento de tu vida. Te empiezas a dar cuenta de que hay un montón de cosas sobre ti de las que no sabias y que quizá no te gusten. Te empiezas a sentir inseguro y te preguntas donde estarás en un año o dos, pero luego te asustas al darte cuenta que apenas sabes donde estas ahorita.
Te empiezas a dar cuenta que algunas personas son egoístas y que a lo mejor, esos amigos que creías cercanos no son exactamente las mejores personas que has conocido y que la gente con las que has perdido contacto resultan ser amigos de los mas importantes para ti. De lo que no te das cuenta es que algunos de los amigos de los que te has alejado se están dando cuenta de lo mismo y que la mayoría de ellos no son malos o deshonestos realmente, pero están tan confundidos como tu. Ves tu trabajo y quizá no este ni un poco cerca a lo que pensabas que estarías haciendo, o Quizás estés buscando algún trabajo y piensas que tienes que comenzar desde abajo y te da un poco de miedo. Y extrañas la comodidad de la escuela, de los grupos, de socializar con la misma gente de forma constante. Pero te empiezas a dar cuenta que mientras algunos eran verdaderos amigos, otros no eran tan especiales después de todo. Te empiezas a entender a ti mismo y sobre lo que quieres y lo que no. Tus opiniones se vuelven mas fuertes.
Ves lo que los demás están haciendo y te encuentras a ti mismo juzgando un poco mas de lo usual porque de repente tienes ciertos lazos en tu vida y adicionas cosas a tu lista de lo que es aceptable y de lo que no lo es. Te sientes seguro y luego inseguro. Ríes y lloras con la mas grande fuerza de tu vida. A veces te sientes genial e invencible y otras, solo y con miedo y confundido. De repente el cambio es el enemigo y tratas de aferrarte al pasado, pero pronto te das cuenta que el pasado cada vez se aleja mas y mas y que no hay mas que hacer que quedarte donde estas o seguir avanzando.
Te rompen el corazón y te preguntas como alguien a quien amaste tanto te pudo hacer tanto daño. O quizá te acuestes por las noches y te preguntes por que es que no puedes conocer a alguien lo suficientemente interesante como para querer conocerlo mejor (y si la acabas de conocer te niegas a que te conozca como eres). Los ligues y las citas de una noche te empiezan a parecer baratos y emborracharte y actuar como un idiota empieza a parecerte verdaderamente estúpido. Y pareciera como si todos los que conoces empiezan a casarse, y quizá tu también ames realmente a alguien también, pero simplemente no estas seguro si estas listo para comprometerse por el resto de tu vida??? Atraviesas por las mismas emociones y preguntas una y otra vez, y hablas con tus amigos sobre los mismos temas simplemente porque no terminas de tomar una decisión.
Te preocupas por préstamos y dinero y el futuro y por hacer una vida para ti. Y mientras ganar la carrera seria grandioso, ahorita tan solo quisieras estar compitiendo en ella. Lo que puede que no te des cuenta es que todos lo que estamos leyendo esto nos identificamos con ello. Somos nuestros mejores momentos y nuestros peores momentos, tratando de descifrar esto lo mejor que podemos. Envíale esto a tus amigos de veintitantos... quizá le ayude a alguien a darse cuenta que no esta solo entre tanta confusión...Aun así!!! no los cambiamos (verdad), es una de las mejores etapas de nuestras vidas... sobre todo porque en ella están ustedes... mis amigos..
====="Cuanto más profundo sea el amor que une a dos personas mayor será su interés por el mundo que habitan. Sentirán su conexión con la tierra y estarán dedicados a cuidar del planeta y de todos los seres sensibles que requieran de su ayuda."
Cortesía de Mamá Lula
Psic. Lourdes Estrada
Te empiezas a dar cuenta que algunas personas son egoístas y que a lo mejor, esos amigos que creías cercanos no son exactamente las mejores personas que has conocido y que la gente con las que has perdido contacto resultan ser amigos de los mas importantes para ti. De lo que no te das cuenta es que algunos de los amigos de los que te has alejado se están dando cuenta de lo mismo y que la mayoría de ellos no son malos o deshonestos realmente, pero están tan confundidos como tu. Ves tu trabajo y quizá no este ni un poco cerca a lo que pensabas que estarías haciendo, o Quizás estés buscando algún trabajo y piensas que tienes que comenzar desde abajo y te da un poco de miedo. Y extrañas la comodidad de la escuela, de los grupos, de socializar con la misma gente de forma constante. Pero te empiezas a dar cuenta que mientras algunos eran verdaderos amigos, otros no eran tan especiales después de todo. Te empiezas a entender a ti mismo y sobre lo que quieres y lo que no. Tus opiniones se vuelven mas fuertes.
Ves lo que los demás están haciendo y te encuentras a ti mismo juzgando un poco mas de lo usual porque de repente tienes ciertos lazos en tu vida y adicionas cosas a tu lista de lo que es aceptable y de lo que no lo es. Te sientes seguro y luego inseguro. Ríes y lloras con la mas grande fuerza de tu vida. A veces te sientes genial e invencible y otras, solo y con miedo y confundido. De repente el cambio es el enemigo y tratas de aferrarte al pasado, pero pronto te das cuenta que el pasado cada vez se aleja mas y mas y que no hay mas que hacer que quedarte donde estas o seguir avanzando.
Te rompen el corazón y te preguntas como alguien a quien amaste tanto te pudo hacer tanto daño. O quizá te acuestes por las noches y te preguntes por que es que no puedes conocer a alguien lo suficientemente interesante como para querer conocerlo mejor (y si la acabas de conocer te niegas a que te conozca como eres). Los ligues y las citas de una noche te empiezan a parecer baratos y emborracharte y actuar como un idiota empieza a parecerte verdaderamente estúpido. Y pareciera como si todos los que conoces empiezan a casarse, y quizá tu también ames realmente a alguien también, pero simplemente no estas seguro si estas listo para comprometerse por el resto de tu vida??? Atraviesas por las mismas emociones y preguntas una y otra vez, y hablas con tus amigos sobre los mismos temas simplemente porque no terminas de tomar una decisión.
Te preocupas por préstamos y dinero y el futuro y por hacer una vida para ti. Y mientras ganar la carrera seria grandioso, ahorita tan solo quisieras estar compitiendo en ella. Lo que puede que no te des cuenta es que todos lo que estamos leyendo esto nos identificamos con ello. Somos nuestros mejores momentos y nuestros peores momentos, tratando de descifrar esto lo mejor que podemos. Envíale esto a tus amigos de veintitantos... quizá le ayude a alguien a darse cuenta que no esta solo entre tanta confusión...Aun así!!! no los cambiamos (verdad), es una de las mejores etapas de nuestras vidas... sobre todo porque en ella están ustedes... mis amigos..
====="Cuanto más profundo sea el amor que une a dos personas mayor será su interés por el mundo que habitan. Sentirán su conexión con la tierra y estarán dedicados a cuidar del planeta y de todos los seres sensibles que requieran de su ayuda."
Cortesía de Mamá Lula
Psic. Lourdes Estrada
lunes, octubre 10, 2005
Una ilusión con futuro.
Poner en entredicho la idea de progreso a principios del siglo XXl es un poco como haber dudado de la existencia del Ser Supremo en tiempos de la reina Victoria. La reacción típica que se obtiene es de incredulidad seguida de enojo y, luego, de pánico moral. Y no es tanto que la creencia en el progreso sea inconmovible, como que nos aterroriza la idea de renunciar a ella.
La idea de progreso engloba el tener fe- pues se trata de fe, no del resultado de indagación empírica alguna- en que el avance que se ha dado en las ciencias puede repetirse en la moral y en la política. El razonamiento es el siguiente: los conocimientos científicos son acumulables. Hoy sabemos más que cualquiera de las generaciones precedentes y no hay límite aparente a lo que podamos llegar a saber en el futuro. De igual formna, podemos mejorar indefinidamente la condición humana. Así como el conocimiento sigue creciendo más allá de lo que hubiera podido soñarse en otros tiempos, la condición humana podrá ser mejor en el provenir de lo que haya sido en cualquier otra época.
Si bien esta convicción es muy reciente, pues no existía ninguna comparable antes de que apareciera en Europa hace unos doscientos años, en nuestros días se ha vuelto una idea imprescindible. Nadie se imagina que el progreso sea algo inevitable, pero negar que sea posible sería tanto como excluir cualquier posibilidad de esperanza. En lo que se refiere a las matanzas perpetradas por el ser humano, el siblo XX ha sido el peor en toda la historia; y sin embargo-habrá de objetarse- hay que confiar en que tales horrores podrán evitarse en el futuro. ¿Cómo , si no, podríamos seguir avanzando?
El hecho de rechazar la idea misma de progreso debe antojarse desmesurado cuando no deliberadamente perverso, pero esa idea no se halla en ninguna de las religiones del mundo y se desconocía entre los filósofos de la Antiguedad. Para Aristóteles, la historia era una serie de procesos de crecimiento y decadencia, ni más ni menos que los que observamos en la vida de las plantas y de los animales. Los primeros pensadores modernos, como Maquiavelo y algunos de la Ilustración, compartían este punto de vista. David Hume creía que la historia es cíclica, con periodos de paz y libertad seguidos a intervalos regulares por guerras y tiranía. Para el gran escéptico escocés, la oscilación entre civilización y barbarie se extiende a todo lo largo de la historia de la humanidad: en la moral como en la política, el futuro no podría ser sino como el pasado. Lo mismo encontramos en Hobbes, y el propio Voltaire se inclinaba a veces a pensar así.
Esos pensadores nunca dudaron de que ciertos periodos históricos sean mejores. Ninguno de ellos se vio tentado a negar el progreso cuando éste en efecto se daba; pero jamás se les ocurrió que el fenómeno fuera continuo. Sabían que, igual que habían ocurrido antes, sobrevendrían tiempos de paz y libertad, pero creían que lo que se ganaba en una generación seguramente se perdería en otra. Juzgaban que, así en política como en moral, no había progreso sino tan sólo alternativas de pérdidas y ganancias.
Es ésta, para mí, la lección que nos deja cualquier apreciación del porvenir de nuestra especie que no está empeñada por las esperanzas infundadas. El progreso es una ilusión una perspectiva de la historia que responde a las necesidades del sentimiento, no de la razón. En el Futuro de una ilusión, publicado en 1927, Freud argumentaba que la religión es de carácter ilusorio. Las ilusiones no son por completo falsas, pues esconden un grano de verdad. Aún así, no se las abraza por las verdades que puedan entrañar sino porque responden a la necesidad humana de significado y consuelo.
Quienes creen en el progreso han identificado una verdad fundamental de la vida contemporánea: su continua tranformación bajo el influjo de la ciencia. Pero han arropado este hecho innegable con esperanzas y valores heredados de la religión. En la idea de progreso buscan lo que los deístas encontraron en la idea de la providencia: la seguridad de que la historia no necesariamente carece de sentido. Los partidarios de la posibilidad del progreso insisten en que tienen a la historia de su lado. Y se aferran a su convicción porquer les permite creer que la historia puede ser algo más que un cuento contado por un idiota.
Si hoy día nos parece insufrible la vida sin la posibilidad de progreso vale la pena preguntarse cómo hemos llegado a situación. La mayoría de los seres humaos que han pisado la tierra carecían de esa esperanza, pese a lo cual muchos de ellos llevaron nuna vida feliz. ¿Por qué somos tan diferentes?
La respuesta está en nuestra historia. La moderna fe en el progreso es hija de un matrimonio celebrado en la Europa de principios del siglo XlX entre rivales semejantes: el influjo declinante de la fe cristiana y el creciente poder de la ciencia. De las esperanzas escatológicas del cristianismo heredamos la creencia de que en el devenir histórico puede encontrarse no sólo sentido sino incluso la salvación. Del avance acelerado del conocimiento científico tomamos la creencia en un progreso análogo de la propia humanidad.
En cierto sentido, la idea de progreso es una versión laica de la escatología cristiana. Para el cristianismo la historia no puede carecer de sentido: se trata de un drama moral que empieza por la rebelión en contra de Dios y termina con el Juicio Final. Así que los cristianos ven la salvación como un hecho histórico. Para el hinduismo y el budismo, por otra parte, significa la liberación respecto del tiempo. lo mismo significaba para el mitraísmo, culto misterioso que durante cierto tiempo rivalizó con el cristianismo entre los romanos. Así pues, la visión mística de la liberación respecto del tiempo penetró hondo en la filosofía europea y Platón afirmaba que sólo las cosas eteras poseen realidad completa. La historia era el reino de las ilusiones, un sueño o pesadilla de la cual el sabio intenta despertar.
Antes del advenimiento del cristianismo se daba por supuesto que la historia carece de significado. Si bien en el Antiguo Testamento podemos encontrar la creencia en que Dios se revela en la historia, ésta es la lectura que de la historia hace el pueblo judío, no la especie humana. Fue sólo después de que San Pablo convirtiera las enseñanzas de Jesús en religión universal cuando el Antiguo Testamento vino a interpretarse como un relato histórico en su totalidad. Aunque este desplazamiento hacia el universalismo suele considerarse como un avance importante, yo no estoy convencido de ello. Las religiones políticas que tantos estragos causaron en el siglo XX eran versiones laicas de la promesa cristiana de salvación universal. Si bien un mundo carente de tales esperanzas políticas trascendentes habría sufrido violencia étnica y religiosa, no se habrían perpetrado matanzas con miras a perfeccionar a la humanidad.
Convendría estudiar más el papel de las creencias escatológicas en los movimientos políticos modernos. Entre los filósofos analíticos resulta honroso ignorar la religión, en tanto que las ciencias sociales siguen dominadas por teorías de secularización falsificadas hace generaciones. A pesar de todo, la relación entre la escatología cristiana y los conocimientos revolucionarios modernos no ha pasado por completo inadvertido. Tal es el tema central del libro de Norman Cohn The Pursuit of the Millenium: Revolutionary Millenarians and Mystical Anarchist of the Middle Ages. Aparecido en 1957, este magistral estudio es indispensable para comprender la política del siglo XX.
Los movimientos medievales tardíos descritos por Cohn se apegaban a una versión radical de la escatología cristiana: el mundo antiguo llegaba a su fin y uno nuevo hacía su aparición sin ninguna de las faltas que habían aquejado a la sociedad humano a lo largo de la historia. La misma concepción de la historia y el futuro de la humanidad se reprodujo en las ideologías radicales modernas. Los anarquistas místicos de Cohn creían que Dios obraría esta transformación en los asuntos humanos. Bakunin y Marx, por su parte, consideraban-de manera todavía más increíble- que la humanidad lo haría sin necesidad de ayuda. Una fantasía comparable animaba a Fukuyama cuando hizo su absurdo anuncio del final de la historia.
No es accidental que sea Europa la cuna del marxismo y América la del neoliberalismo. Ninguno de estos movimientos habría surgido ni se habría comprendido cabalmente fuera de una cultura permeada por la creencia en que la salvación es un acontecimiento histórico. Los proyectos modernos de emancipación universal son versiones laicas de la promesa cristiana de salvación.
Por el contrario, el mundo pagano se distinguió por la extremada modestia de sus esperanzas. Para Marco Aurelio y Epicurio, la buena vida sería siempre privilegio de unos cuantos. No existía la idea de que la humanidad entera pudiera salvarse, ni de que ello valiera la pena. Sólo con el cristianismo llegó a la antiguedad europea la idea de que toda la humanidad, o toda la que aceptara el mensaje cristiano, era susceptible de ser salvada. Al proclamar la perspectiva de mejoría de la condición humana, los humanistas laicos renuevan las grandes esperanzas encendidas por el cristianismo en la antiguedad.
Aunque, a diferencia de Baukin, Marx y Fukuyama no proclaman el final de la historia, la mayoría de nuestros humanistas laicos esperan el advenimiento de un mundo mejor que cualquiera registrado por la historia. las catástrofes del siglo XX acaso les enseñaron que el progreso social es más un asunto de avanzar centímetro a centímetro que de hacerlo a grandes saltos, pero siguen creyendo que la acción del hombre puede transformar el mundo. Aunque tal vez el método consista más en un cambio social gradual que-como querían Marx o Baukinin- en la transformación revolucionaria, el objetivo sigue siendo el mismo.
Si la actual concepción de progreso es una religión laica, tiene en la ciencia un venero no menos importante. Interminante a lo largo de casi toda la historia, el progreso del conocimiento humano es ahora continuo y cada vez más rápido. De no ocurrir una catástrofe mayor que cualquiera realistamente concebible, el avance de la ciencia es ya inexorable. Ésta es la segunda fuente de la moderna fe en el progreso.
La realidad del progreso científico se demuestra por el poder cada vez mayor de la especie humana. hoy día existen más hombres vivos que los que haya habido jamás. El rostro de la tierra se ha transformado por la expansión demográfica. Innumerables especies de flora y fauna están siendo orilladas a la extinsión y el clima del mundo se está modificando. La razón profunda de este aumento del poderío humano es la expansión del conocimiento. Los filósofos pueden disputar sobre la validez del conocimiento científico; los antropólogos culturales pueden representar la ciencia como un sistema del poderío humano, el escepticismo acerca de la validez del conocimiento científico resulta inoperante.
Con todo, existen tanto pérdidas como ganancias derivadas del avance científico. No hay garantía de la relación armónica entre el bienestar de la humanidad y el progreso del conocimiento. La consecuencia más preveisible de este progreso, por ejemplo, es la intensificación de las guerras. A la larga, su efecto podría ser que la tierra se volviera inhabitable para el ser humano. No obstante, resulta frívolo negar el progreso científico, como parecen intentarlo algunos pensadores posmodernos. El error de la concepción moderna del mundo dominante no es afirmar la existencia del progreso científico, sino imaginar que el avance que se ha dado en la ciencia, pueda reproducirse en otros ámbitos de la vida humana. Si bien el conocimiento cambia, las necesidades del hombre siguen siendo prácticamente las mismas. Empleamos nuestro conocimiento cada vez mayor para satisfacer necesidades en conflicto. En esa medida seguimos siendo tan proclives como siempre a la fragilidad y la insensatez.
Poner en tela de juicio la idea del progreso no es dudar de las mejoras que se han dado en la realidad. Tampoco supone negar la realidad de los valores universales de la especie. Existen pensadores posmodernos que sostienen que no pueden hacerse juicios morales sobre otras culturas y épocas: se trata tan solo de formas diferentes de vida, cada una con sus propios ideales y normas. De ser así, no tendría sentido valorar la historia en función del progreso o la decadencia. La ética sería como el arte, donde los juicios pueden hacerse en relación con el progreso y la decadencia de una tradición en particular, pero no entre tradiciones cuyos estilos difieran ampliamente. Al no haber normas universales, no existiría forma de juzgar si una cultura o periodo de la historia supone mejora alguna respecto a cualquier otro.
Existen afinidades entre el arte y la ética. Pensar que una forma de vida podría ser la mejor para todos es tanto como afirmar que cierto estilo artístico pueda ser mejor que todos los demás. Ello es evidentemente absurdo, pero no significa que no podamos juzgar culturas y épocas diferentes. Si bien ninguna forma de vida es la mejor para todos, algunas resultan malas para cualquiera.
Tanto para el ser humano como para el resto de los animales existen cosas buenas y malas cuyo valor alcanza a toda la especie. Si bien no es fácil hacer una lista de ellas, por fortuna esto no es necesario. No bien encontramos un valor que se antoja universal, nos percatamos de que se contrapone a otros valores igualmente universales. La justicia choca con la piedad, la igualdad con la excelencia, la autonomía con la cohesión social. Si la libertad respecto al poder arbitrario es un bien considerable, otro tanto ocurre con evitar la anarquía. Por lo demás, las virtudes pueden descansar en vicios: la paz en la conquista, los logros culturales elevados en las desigualdades más crasas. No existe una armonía natural entre los bienes de la vida humana.
Los conflictos entre los valores fundamentales del hombre no aparecen tan sólo en situaciones extremas. Si bien pueden enmascararse en tiempos de bonanza, surgen de los conflictos endémicos de las necesidades humanas y son de carácter permanente. La ética y la política constituyen destrezas prácticas que los seres humanos han ideado para afrontar estos conflictos. Al contrario de lo que ocurre con las capacidades del conocimiento científico, las de la ética y la política no son fácilmente transmitibles y, comoquiera que se pierden fécilmente, cada nueva generación tiene que aprenderlas de nuevo.
Si bien los seres humanos somos intensamente curiosos, también le tememos a la verdad; queremos la paz, pero nos excita la violencia; soñamos con un mundo de armonía, pero estamos en guerra permanente. A pesar de los incansables esfuerzos que se han hecho por demostrar que los valores encajan todos dentro de una sola visión del bien, esto no es así ni lo será nunca. Cada valor expresa una necesidad duradera, pero choca con otras igualmente urgentes y no menos permanentes.
La noción de que el hombre es en cierta medida defectuoso se ve ya en los mitos de culturas separadas por largos trechos de tiempo y espacio. Formulada en la doctrina del pecado original, la imperfectibilidad del hombre encuentra su expresión más vigorosa en el mito bíblico de la caída de Adán. En la forma del principio según el cual el engaño es connatural al hombre, se encuentra también en el hinduismo y en el budismo. Forma parte de lo que podríamos llamar la ortodoxia humana, según la cual se reconoce que nuestra especie es incorregiblemente imperfecta.
Por otra parte, los humanistas laicos creen que el desarrollo del conocimiento en cierta forma puede volvernos más racionales. Desde Augusto Comte y John Stuart Mill hasta John Dewey y Bertrand Rusell, se ha creído que el progreso de la ciencia sería alcanzado por el progreso social. Estos pensadores aceptaban que si el progreso intelectual fallara o se detuviera, también cesaría el progreso social. Pero ninguno de ellos imagionó jamás que,no obstante que el conocimiento siguiera acelerándose, la vida moral y política pudiera experimentar un retroceso. Y eso fue lo que sicedió en la mayor parte del siglo pasado, por lo que no hay razón para creer que nuestra realidad vaya a ser diferente.
Los peligros más grandes que confrontamos hoy día son resultado de la interacción el conocimiento en expansión con la necesidades humanas invariables. la proliferación de las armas de destrucción masiva es la respuesta a conflictos políticos irresolubles; pero también es un efecto secundario de la difusión del conocimiento científico. La ciencia ha permitido elevar los niveles de vida en las sociedades industriales avanzadas; pero la industrialización mundial está dando pie a la lucha por el control de los recursos naturales cada vez más escasos. Es la aplicación práctica de la ciencia lo que ha hecho posible la dimensión actual de la población humana; pero el crecimiento demográfico, en combinación con la industrialización pujante, es la causa humana del cambio climático. Si la ciencia trae consigo conocimiento, éste no constituye un bien en estado puro, sino que puede ser también una maldición.
Este concepto se contrapone en gran medida al genio de la filosofía occidental que, después de todo, se fundó en la fe de que el conocimiento y la virtud van de a mano. Sócrates pudo afirmar que una vida que no se sujeta a exámen no merece vivirse, puesto que -según lo cuenta Platón- él no tenía la menor duda de que la verdad y el bien eran una y la misma cosa: que más allá del cambiante reino de los sentidos existe otro mundo en que todos los bienes se concilian en perfecta armonía, y que conociendo ese otro reino podemos alcanzar la libertad. Esta fe mística permea toda la filosofía occidental y sostiene la creencia moderna en el progreso, en la cual el desarrollo del conocimiento es visto como la vía hacia la emancipación del ser humano.
El mito del Génesis tiene un mensaje diferente. Según el relato bíblico, la caída de Adán sobreviene al acto de comer el fruto del árbol del conocimiento. La consecuencia de esto es una sensación embriagante de poder acompañada por todos los males que resultan cuando las criaturas imperfectas utilizan el conocimiento para perseguir objetivos en conflicto. La mitología griega enseña la misma lección cuando nos cuenta de Prometeo encadenado a la roca por haber robado el fuego a los dioses. Una cosa es el conocimiento y otra la buena vida.
El poder de estos mitos reside en la comprensión de que la humanidad no puede dar marcha atrás. Contra lo que proclaman Rousseau y algunos pensadores ecologistas actuales, no podemos regresar a la vida sencilla. Una vez que hemos comido del árbol de la ciencia, tenemos que arrastrar las consecuencias.
El meollo de la idea del progreso es la ilusión de que el conocimiento acrecienta la libertad del hombre. La verdad es que simplemente incrementa su poderío. La ciencia no puede poner fin a la historia; en todo caso puede agregar un ingrediente sumamente poderoso a los continuos de la historia. Ésta es la verdad que encierra el mito bíblico y se demuestra en la historia del siglo XX.
Pese a los testimonios de la experiencia, el progreso ha tenido muchos heraldos a lo largo de los últimos doscientos años. Cada quien a su manera, Hegel, Marx, Baukin y Mill, Popper y Hayek, Habermas y Fukuyama predican la misma fe: el conocimiento es liberador; la ciencia puede usarse para crear un mundo mejor que cualquiera que haya conocido la historia. Pero los propagandistas más eficientes de la idea del progreso fueron los positivistas franceses Henri de Saint-Simon y Auguste Comte, quienes en la primera mitad del siglo XlX elaboraron un culto-la religión de la humanidad, como lo llamaron- que ofrecía la salvación por la ciencia.
El psitivismo constituye un complejo cuerpo de ideas, pero el principio del credo positivista, que viene a cuento en mi exposición, es la creencia en que el desarrollo del conocimiento científico nos permite superar los conflictos irremediables de la historia. Saint-Simon Y comte pensaban que, con el avance del conocimiento, la ética y la política podían convertirse en ciencias. Despojada de los desechos de la metafísica y la religión, la ciencia sería la fuente de nuestra visión del mundo. Se formularía una nueva moralidad terrena, un esquema de valores que tuviera la autoridad de la ciencia. Aplicando esta nueva moral, la ciencia podría dar a luz una civilización mundial sin pobreza ni guerras, donde los conflictos del pasado quedarían en meros recuerdos.
A diferencia de muchos que recibieron el influjo de sus ideas, los positivistas no creían que la religión habría de desaparecer en el mundo nuevo. Reconocían que respondía a necesidades humanas permanentes, por lo que se aplicaron a elaborar la nueva fe: un culto extraño que, sin embargo, tuvo gran auge durante cierto tiempo, con sus propios sacerdotes y liturgia, ceremonias cotidianas basadas en la "ciencia" de la frenología y hsta una suerte de hábito con botones a la espalda para que el acto de vestirse y desvestirse sólo pudiera llevarse a cabo mediante la ayuda de otro, fomentando la cooperación.
Si bien la religión de la humanidad fue un invento un tanto absurdo, las ideas medulares de los positivistas ejercieron un influjo muy considerable. John Stuart Mill, Karl Marx y Herbert Spencer son tan sólo unos cuantos de los pensadores del siglo XlX que asimilaron la ceencia positivista en que la ciencia permitiría acabar con la pobreza y con las guerras. El proyecto de Lenin de una sociedad socialista sin Estado se hacía eco de la fórmula de Marx según la cual, cuando se arribe al comunismo, el gobierno del hombre será reemplezado por la administración de los bienes, concepto que Marx recibió (vía el utopista socialista francés Louis Blanc) de Saint- Simon. A finales del siglo XX, el credo positivista en virtud el cual la difusión de la ciencia y la tecnología generará una civilización universal, renació en el culto neoliberal del mercado libre mundial.
Hoy como antes, el ideal de la civilización universal que abrazaba la Ilustración ha experimentado un violento retroceso. A finales del siglo XVlll y principios del XlX, pensadores románticos y de la contrailustración como Johann Gottfried Herder y Joseph de Maistre proclamaban el valor de la fe y la singularidad de las culturas. En el siglo XX los nazis exaltaron la raza y el instinto. Los fundamentalistas religiosos de hoy procuran resistirse al avance de la ciencia retornando a la condición previa al pecado original, a la inocencia exenta de toda duda. Dichos movimientos propugnaban el rechazo del mundo moderno y la fe en el progreso que de él se deriva, pero a poco que se reflexione se verá que esto es un autoengaño.
En efecto, los nazis negaban los valores de la igualdad, la libertad y la tolerancia que enarbolaba la Ilustración; pero, como se había hecho en la Ilustración, afirmaban la posibilidad de crear un hombre nuevo libre de las fallas del antiguo. El proyecto de Comte de una ciencia de la sociología basada en la fisiología fue adoptado por Cesare Lombroso, fundador de la antropología criminal, proyecto que más tarde sería instrumento del racismo científico nazi. Conforme a la idea nazi de progreso, gran parte de la humanidad se condenaba a la esclavitud o al exterminio, y no fue casual que ello produjera el peor genocidio de la historia. Aun así, los nazis compartían con los positivistas la meta de usar la ciencia en pos de una nueva humanidad, lo que constituye un proyecto peculiarmente moderno. Compartían con Nietzsche la moderna fe en que nuestra existencia puede transformarse por un acto de voluntad.
Una creencia análoga es evidente en el islam radical. Desde su ingreso al cuerpo de conocimientos a mediados del siglo XX, se ha considerado al islam radical-desde dentro como desde fuera-como un movimiento profundamente antioccidental. Sin embargo, muchos de sus conceptos están tomados del pensamiento radical de Occidente. La idea de que el mundo puede regenerarse mediante actos espectaculares de violencia recuerda la ortodoxia del jacobinismo francés, el anarquismo europeoy ruso del siglo XlX y el bolchevismo de Lenin. Movimientos como el nazismo y el islam radical no ofrecen otra salida a la moderna fe en el progreso que su propia exacerbación.
Como las antiguas creencias religiosas, el progreso y la religión de la humanidad son ilusiones, pero mientras las ilusiones de las viejas creencias religiosas suponen realidades humanas duraderas, la fe en el progreso está supeditada a suprimirlas. Reprime los conflictos entre las necesidades humanas y niega la inalterable ambiguedad moral del conocimiento.
No existe mayor lugar común que insistir en que de nosotros depende lo que hagamos con el conocimiento científico, pero-como pensadores ilustrados, partidiarios de la razón y la humanidad-somos pocos y débiles y, sin duda, tan susceptibles de engaño como el resto de la especie, si no es que más. Las esperanzas a las que se aferran los creyentes en el progreso son únicamente los valores de la circunstancia espaciotemporal, los pequeños e inestables remolinos en la corriente superficial de la opinión. Los economistas bien-pesant de hoy día tienen la firme convicción de que la prosperidad sólo puede garantizarse mediante el régimen universal del mercado libre; hace una generación pensaban que la única solución eran los mercados controlados. Y una generación todavía anterior muchos economistas propugnaban la planeación central. Las actuales creencias relativas al mercado libre y la globalización no son sino las más recientes de una serie de modas intelectuales, todas ellas convencidas de sus objetivos, que acaban de sucumbir ante los hechos. Sólo quienes han sido bendecidos con la cortedad de la memoria pueden pensar que la historia de las ideas es una historia de progreso.
Sin embargo, renunciar a la idea de progreso resulta demasiado drástico. Aunque puede ser una ilusión, a veces tiene su lado bueno. Sin la esperanza de un futuro mejor, ¿habríamos presenciado la abolición de la esclavitud, o la prohibición de la tortura? En lugar de renunciar a la idea de progreso, ¿porqué no revisarla a conciencia?
Existen concepciones del progreso más atractivas que los desacreditados dogmas de los últimos veinte años. Como los marxistas de hace un par de generaciones, los neoliberales creen que un sistema económico es el mejor para cualquier lugar. Pero el mercado libre no es el final de la historia; países diferentes con diversas historias y circunstancias presentes pueden requerir soluciones económicas diferentes. Sin embargo, los neoliberales emulan a los marxistas cuando conciben el desarrollo económico en función de un dominio cada vez mayor del medio natural; sin embargo-como se demostró de manera palmaria en la ex Unión Soviética-el resultado final de ese enfoque es la devastación ecológica. Los neoliberales insistirán (ellos siempre insisten) en que los mercados libres pueden afrontar la escasez de recursos; pero los ingredientes políticos de Occidente no parecen compartir su confianza. La última guerra del siglo XX, la Guerra del Golfo, estalló por el control del petróleo. El siglo presente, según se ve, traerá consigo más conflictos de este tipo, sobre todo en torno a las fuentes de energía, pero también por la falta de agua. En lugar de dejar los recursos naturales cada vez más escasos a merced de los caprichos del sistema de precios en alternancia con las guerras por controlarlos, ¿no sería mejor tratar de regular los efectos del hombre sobre el planeta y con ello alentar un tipo de desarrollo más sostenible?
Estoy seguro e que sería preferible concebir el progreso en un marco de respeto a los límites de la Tierra. En otros escritos he tratado de esbozar este punto de vista. Sin embargo, ya dudo de que tales elaboraciones teóricas puedan enfrentar con éxito el poder de las pasiones humanas. Amenzanado en sus necesidades vitales, el ser humano reaccionea como siempre lo ha hecho: procura asegurárselas en lo inmediato, así sea a costa de la guerra y la ruina total. La creencia en el progreso resulta dañina al empañar estas realidades. Mucho más que las religiones del pasado, obnubila nuestra percepción de la condición humana.
Philip Larkin, en su magnífico poema "Aubade", se refiere a la fe religiosa como "ese gran brocado musical comido de pilillas", ese sistema de falsedades inventado para consolar al hombre de su miedo a la muerte. Su descripción puede haber contenido alguna verdad en otro tiempo, pero en nuestros días se aplica mejor a la fe en el progreso. Independientemente de sus fallas, las religiones tradicionales son menos fantásticas. Si bien prometen un mundo mejor más allá del sepulcro, no imaginan que la ciencia pueda salvar a la humanidad de sí misma.
¿Acaso nuestras sociedades contemporáneas pueden prescindir del brocado musical comido de polillas que es la speranza en el progreso? No me lo parece. La vida moderna tiene profundamente arraigada su fe en el poder liberador del conocimiento. Alimentada por antiguas tradiciones europeas y reforzada diariamente por el acelerado avance de la cincia, no se puede renunciar a ella mediante un acto de la voluntad. La relación que se da entre el acelerado avance de la ciencia y las necesidades humanas más permanentes es un destino que acaso podamos atemporar, pero nunca superar.
Sin duda que con el tiempo habrá que desaparecer la religión del progreso, así como el estilo de vida a que da lugar. Aparecerán otros credos, más o menos alejados de nuestra realidad, pero igualmente irracionales. ¿Quién recuerda hoy el mistraísmo o la curiosa fe de los gnósticos? Estas religiones dieron sustento y consuelo a millones de personas durante cientos de años, para luego desvanecerse casi sin dejar rastro. Pese a todo, quienes afirmaban la posibilidad del progreso no tienen nada que temer. La ilusión de que el ser humano puede reconstruir el mundo con la ayuda de la ciencia es parte integral de nuestra condición moderna. Al renovarse las esperanzas escatológicas del pasado, el progreso viene a ser una ilusión con futuro.
Traducción de Jorge Brash.
La idea de progreso engloba el tener fe- pues se trata de fe, no del resultado de indagación empírica alguna- en que el avance que se ha dado en las ciencias puede repetirse en la moral y en la política. El razonamiento es el siguiente: los conocimientos científicos son acumulables. Hoy sabemos más que cualquiera de las generaciones precedentes y no hay límite aparente a lo que podamos llegar a saber en el futuro. De igual formna, podemos mejorar indefinidamente la condición humana. Así como el conocimiento sigue creciendo más allá de lo que hubiera podido soñarse en otros tiempos, la condición humana podrá ser mejor en el provenir de lo que haya sido en cualquier otra época.
Si bien esta convicción es muy reciente, pues no existía ninguna comparable antes de que apareciera en Europa hace unos doscientos años, en nuestros días se ha vuelto una idea imprescindible. Nadie se imagina que el progreso sea algo inevitable, pero negar que sea posible sería tanto como excluir cualquier posibilidad de esperanza. En lo que se refiere a las matanzas perpetradas por el ser humano, el siblo XX ha sido el peor en toda la historia; y sin embargo-habrá de objetarse- hay que confiar en que tales horrores podrán evitarse en el futuro. ¿Cómo , si no, podríamos seguir avanzando?
El hecho de rechazar la idea misma de progreso debe antojarse desmesurado cuando no deliberadamente perverso, pero esa idea no se halla en ninguna de las religiones del mundo y se desconocía entre los filósofos de la Antiguedad. Para Aristóteles, la historia era una serie de procesos de crecimiento y decadencia, ni más ni menos que los que observamos en la vida de las plantas y de los animales. Los primeros pensadores modernos, como Maquiavelo y algunos de la Ilustración, compartían este punto de vista. David Hume creía que la historia es cíclica, con periodos de paz y libertad seguidos a intervalos regulares por guerras y tiranía. Para el gran escéptico escocés, la oscilación entre civilización y barbarie se extiende a todo lo largo de la historia de la humanidad: en la moral como en la política, el futuro no podría ser sino como el pasado. Lo mismo encontramos en Hobbes, y el propio Voltaire se inclinaba a veces a pensar así.
Esos pensadores nunca dudaron de que ciertos periodos históricos sean mejores. Ninguno de ellos se vio tentado a negar el progreso cuando éste en efecto se daba; pero jamás se les ocurrió que el fenómeno fuera continuo. Sabían que, igual que habían ocurrido antes, sobrevendrían tiempos de paz y libertad, pero creían que lo que se ganaba en una generación seguramente se perdería en otra. Juzgaban que, así en política como en moral, no había progreso sino tan sólo alternativas de pérdidas y ganancias.
Es ésta, para mí, la lección que nos deja cualquier apreciación del porvenir de nuestra especie que no está empeñada por las esperanzas infundadas. El progreso es una ilusión una perspectiva de la historia que responde a las necesidades del sentimiento, no de la razón. En el Futuro de una ilusión, publicado en 1927, Freud argumentaba que la religión es de carácter ilusorio. Las ilusiones no son por completo falsas, pues esconden un grano de verdad. Aún así, no se las abraza por las verdades que puedan entrañar sino porque responden a la necesidad humana de significado y consuelo.
Quienes creen en el progreso han identificado una verdad fundamental de la vida contemporánea: su continua tranformación bajo el influjo de la ciencia. Pero han arropado este hecho innegable con esperanzas y valores heredados de la religión. En la idea de progreso buscan lo que los deístas encontraron en la idea de la providencia: la seguridad de que la historia no necesariamente carece de sentido. Los partidarios de la posibilidad del progreso insisten en que tienen a la historia de su lado. Y se aferran a su convicción porquer les permite creer que la historia puede ser algo más que un cuento contado por un idiota.
Si hoy día nos parece insufrible la vida sin la posibilidad de progreso vale la pena preguntarse cómo hemos llegado a situación. La mayoría de los seres humaos que han pisado la tierra carecían de esa esperanza, pese a lo cual muchos de ellos llevaron nuna vida feliz. ¿Por qué somos tan diferentes?
La respuesta está en nuestra historia. La moderna fe en el progreso es hija de un matrimonio celebrado en la Europa de principios del siglo XlX entre rivales semejantes: el influjo declinante de la fe cristiana y el creciente poder de la ciencia. De las esperanzas escatológicas del cristianismo heredamos la creencia de que en el devenir histórico puede encontrarse no sólo sentido sino incluso la salvación. Del avance acelerado del conocimiento científico tomamos la creencia en un progreso análogo de la propia humanidad.
En cierto sentido, la idea de progreso es una versión laica de la escatología cristiana. Para el cristianismo la historia no puede carecer de sentido: se trata de un drama moral que empieza por la rebelión en contra de Dios y termina con el Juicio Final. Así que los cristianos ven la salvación como un hecho histórico. Para el hinduismo y el budismo, por otra parte, significa la liberación respecto del tiempo. lo mismo significaba para el mitraísmo, culto misterioso que durante cierto tiempo rivalizó con el cristianismo entre los romanos. Así pues, la visión mística de la liberación respecto del tiempo penetró hondo en la filosofía europea y Platón afirmaba que sólo las cosas eteras poseen realidad completa. La historia era el reino de las ilusiones, un sueño o pesadilla de la cual el sabio intenta despertar.
Antes del advenimiento del cristianismo se daba por supuesto que la historia carece de significado. Si bien en el Antiguo Testamento podemos encontrar la creencia en que Dios se revela en la historia, ésta es la lectura que de la historia hace el pueblo judío, no la especie humana. Fue sólo después de que San Pablo convirtiera las enseñanzas de Jesús en religión universal cuando el Antiguo Testamento vino a interpretarse como un relato histórico en su totalidad. Aunque este desplazamiento hacia el universalismo suele considerarse como un avance importante, yo no estoy convencido de ello. Las religiones políticas que tantos estragos causaron en el siglo XX eran versiones laicas de la promesa cristiana de salvación universal. Si bien un mundo carente de tales esperanzas políticas trascendentes habría sufrido violencia étnica y religiosa, no se habrían perpetrado matanzas con miras a perfeccionar a la humanidad.
Convendría estudiar más el papel de las creencias escatológicas en los movimientos políticos modernos. Entre los filósofos analíticos resulta honroso ignorar la religión, en tanto que las ciencias sociales siguen dominadas por teorías de secularización falsificadas hace generaciones. A pesar de todo, la relación entre la escatología cristiana y los conocimientos revolucionarios modernos no ha pasado por completo inadvertido. Tal es el tema central del libro de Norman Cohn The Pursuit of the Millenium: Revolutionary Millenarians and Mystical Anarchist of the Middle Ages. Aparecido en 1957, este magistral estudio es indispensable para comprender la política del siglo XX.
Los movimientos medievales tardíos descritos por Cohn se apegaban a una versión radical de la escatología cristiana: el mundo antiguo llegaba a su fin y uno nuevo hacía su aparición sin ninguna de las faltas que habían aquejado a la sociedad humano a lo largo de la historia. La misma concepción de la historia y el futuro de la humanidad se reprodujo en las ideologías radicales modernas. Los anarquistas místicos de Cohn creían que Dios obraría esta transformación en los asuntos humanos. Bakunin y Marx, por su parte, consideraban-de manera todavía más increíble- que la humanidad lo haría sin necesidad de ayuda. Una fantasía comparable animaba a Fukuyama cuando hizo su absurdo anuncio del final de la historia.
No es accidental que sea Europa la cuna del marxismo y América la del neoliberalismo. Ninguno de estos movimientos habría surgido ni se habría comprendido cabalmente fuera de una cultura permeada por la creencia en que la salvación es un acontecimiento histórico. Los proyectos modernos de emancipación universal son versiones laicas de la promesa cristiana de salvación.
Por el contrario, el mundo pagano se distinguió por la extremada modestia de sus esperanzas. Para Marco Aurelio y Epicurio, la buena vida sería siempre privilegio de unos cuantos. No existía la idea de que la humanidad entera pudiera salvarse, ni de que ello valiera la pena. Sólo con el cristianismo llegó a la antiguedad europea la idea de que toda la humanidad, o toda la que aceptara el mensaje cristiano, era susceptible de ser salvada. Al proclamar la perspectiva de mejoría de la condición humana, los humanistas laicos renuevan las grandes esperanzas encendidas por el cristianismo en la antiguedad.
Aunque, a diferencia de Baukin, Marx y Fukuyama no proclaman el final de la historia, la mayoría de nuestros humanistas laicos esperan el advenimiento de un mundo mejor que cualquiera registrado por la historia. las catástrofes del siglo XX acaso les enseñaron que el progreso social es más un asunto de avanzar centímetro a centímetro que de hacerlo a grandes saltos, pero siguen creyendo que la acción del hombre puede transformar el mundo. Aunque tal vez el método consista más en un cambio social gradual que-como querían Marx o Baukinin- en la transformación revolucionaria, el objetivo sigue siendo el mismo.
Si la actual concepción de progreso es una religión laica, tiene en la ciencia un venero no menos importante. Interminante a lo largo de casi toda la historia, el progreso del conocimiento humano es ahora continuo y cada vez más rápido. De no ocurrir una catástrofe mayor que cualquiera realistamente concebible, el avance de la ciencia es ya inexorable. Ésta es la segunda fuente de la moderna fe en el progreso.
La realidad del progreso científico se demuestra por el poder cada vez mayor de la especie humana. hoy día existen más hombres vivos que los que haya habido jamás. El rostro de la tierra se ha transformado por la expansión demográfica. Innumerables especies de flora y fauna están siendo orilladas a la extinsión y el clima del mundo se está modificando. La razón profunda de este aumento del poderío humano es la expansión del conocimiento. Los filósofos pueden disputar sobre la validez del conocimiento científico; los antropólogos culturales pueden representar la ciencia como un sistema del poderío humano, el escepticismo acerca de la validez del conocimiento científico resulta inoperante.
Con todo, existen tanto pérdidas como ganancias derivadas del avance científico. No hay garantía de la relación armónica entre el bienestar de la humanidad y el progreso del conocimiento. La consecuencia más preveisible de este progreso, por ejemplo, es la intensificación de las guerras. A la larga, su efecto podría ser que la tierra se volviera inhabitable para el ser humano. No obstante, resulta frívolo negar el progreso científico, como parecen intentarlo algunos pensadores posmodernos. El error de la concepción moderna del mundo dominante no es afirmar la existencia del progreso científico, sino imaginar que el avance que se ha dado en la ciencia, pueda reproducirse en otros ámbitos de la vida humana. Si bien el conocimiento cambia, las necesidades del hombre siguen siendo prácticamente las mismas. Empleamos nuestro conocimiento cada vez mayor para satisfacer necesidades en conflicto. En esa medida seguimos siendo tan proclives como siempre a la fragilidad y la insensatez.
Poner en tela de juicio la idea del progreso no es dudar de las mejoras que se han dado en la realidad. Tampoco supone negar la realidad de los valores universales de la especie. Existen pensadores posmodernos que sostienen que no pueden hacerse juicios morales sobre otras culturas y épocas: se trata tan solo de formas diferentes de vida, cada una con sus propios ideales y normas. De ser así, no tendría sentido valorar la historia en función del progreso o la decadencia. La ética sería como el arte, donde los juicios pueden hacerse en relación con el progreso y la decadencia de una tradición en particular, pero no entre tradiciones cuyos estilos difieran ampliamente. Al no haber normas universales, no existiría forma de juzgar si una cultura o periodo de la historia supone mejora alguna respecto a cualquier otro.
Existen afinidades entre el arte y la ética. Pensar que una forma de vida podría ser la mejor para todos es tanto como afirmar que cierto estilo artístico pueda ser mejor que todos los demás. Ello es evidentemente absurdo, pero no significa que no podamos juzgar culturas y épocas diferentes. Si bien ninguna forma de vida es la mejor para todos, algunas resultan malas para cualquiera.
Tanto para el ser humano como para el resto de los animales existen cosas buenas y malas cuyo valor alcanza a toda la especie. Si bien no es fácil hacer una lista de ellas, por fortuna esto no es necesario. No bien encontramos un valor que se antoja universal, nos percatamos de que se contrapone a otros valores igualmente universales. La justicia choca con la piedad, la igualdad con la excelencia, la autonomía con la cohesión social. Si la libertad respecto al poder arbitrario es un bien considerable, otro tanto ocurre con evitar la anarquía. Por lo demás, las virtudes pueden descansar en vicios: la paz en la conquista, los logros culturales elevados en las desigualdades más crasas. No existe una armonía natural entre los bienes de la vida humana.
Los conflictos entre los valores fundamentales del hombre no aparecen tan sólo en situaciones extremas. Si bien pueden enmascararse en tiempos de bonanza, surgen de los conflictos endémicos de las necesidades humanas y son de carácter permanente. La ética y la política constituyen destrezas prácticas que los seres humanos han ideado para afrontar estos conflictos. Al contrario de lo que ocurre con las capacidades del conocimiento científico, las de la ética y la política no son fácilmente transmitibles y, comoquiera que se pierden fécilmente, cada nueva generación tiene que aprenderlas de nuevo.
Si bien los seres humanos somos intensamente curiosos, también le tememos a la verdad; queremos la paz, pero nos excita la violencia; soñamos con un mundo de armonía, pero estamos en guerra permanente. A pesar de los incansables esfuerzos que se han hecho por demostrar que los valores encajan todos dentro de una sola visión del bien, esto no es así ni lo será nunca. Cada valor expresa una necesidad duradera, pero choca con otras igualmente urgentes y no menos permanentes.
La noción de que el hombre es en cierta medida defectuoso se ve ya en los mitos de culturas separadas por largos trechos de tiempo y espacio. Formulada en la doctrina del pecado original, la imperfectibilidad del hombre encuentra su expresión más vigorosa en el mito bíblico de la caída de Adán. En la forma del principio según el cual el engaño es connatural al hombre, se encuentra también en el hinduismo y en el budismo. Forma parte de lo que podríamos llamar la ortodoxia humana, según la cual se reconoce que nuestra especie es incorregiblemente imperfecta.
Por otra parte, los humanistas laicos creen que el desarrollo del conocimiento en cierta forma puede volvernos más racionales. Desde Augusto Comte y John Stuart Mill hasta John Dewey y Bertrand Rusell, se ha creído que el progreso de la ciencia sería alcanzado por el progreso social. Estos pensadores aceptaban que si el progreso intelectual fallara o se detuviera, también cesaría el progreso social. Pero ninguno de ellos imagionó jamás que,no obstante que el conocimiento siguiera acelerándose, la vida moral y política pudiera experimentar un retroceso. Y eso fue lo que sicedió en la mayor parte del siglo pasado, por lo que no hay razón para creer que nuestra realidad vaya a ser diferente.
Los peligros más grandes que confrontamos hoy día son resultado de la interacción el conocimiento en expansión con la necesidades humanas invariables. la proliferación de las armas de destrucción masiva es la respuesta a conflictos políticos irresolubles; pero también es un efecto secundario de la difusión del conocimiento científico. La ciencia ha permitido elevar los niveles de vida en las sociedades industriales avanzadas; pero la industrialización mundial está dando pie a la lucha por el control de los recursos naturales cada vez más escasos. Es la aplicación práctica de la ciencia lo que ha hecho posible la dimensión actual de la población humana; pero el crecimiento demográfico, en combinación con la industrialización pujante, es la causa humana del cambio climático. Si la ciencia trae consigo conocimiento, éste no constituye un bien en estado puro, sino que puede ser también una maldición.
Este concepto se contrapone en gran medida al genio de la filosofía occidental que, después de todo, se fundó en la fe de que el conocimiento y la virtud van de a mano. Sócrates pudo afirmar que una vida que no se sujeta a exámen no merece vivirse, puesto que -según lo cuenta Platón- él no tenía la menor duda de que la verdad y el bien eran una y la misma cosa: que más allá del cambiante reino de los sentidos existe otro mundo en que todos los bienes se concilian en perfecta armonía, y que conociendo ese otro reino podemos alcanzar la libertad. Esta fe mística permea toda la filosofía occidental y sostiene la creencia moderna en el progreso, en la cual el desarrollo del conocimiento es visto como la vía hacia la emancipación del ser humano.
El mito del Génesis tiene un mensaje diferente. Según el relato bíblico, la caída de Adán sobreviene al acto de comer el fruto del árbol del conocimiento. La consecuencia de esto es una sensación embriagante de poder acompañada por todos los males que resultan cuando las criaturas imperfectas utilizan el conocimiento para perseguir objetivos en conflicto. La mitología griega enseña la misma lección cuando nos cuenta de Prometeo encadenado a la roca por haber robado el fuego a los dioses. Una cosa es el conocimiento y otra la buena vida.
El poder de estos mitos reside en la comprensión de que la humanidad no puede dar marcha atrás. Contra lo que proclaman Rousseau y algunos pensadores ecologistas actuales, no podemos regresar a la vida sencilla. Una vez que hemos comido del árbol de la ciencia, tenemos que arrastrar las consecuencias.
El meollo de la idea del progreso es la ilusión de que el conocimiento acrecienta la libertad del hombre. La verdad es que simplemente incrementa su poderío. La ciencia no puede poner fin a la historia; en todo caso puede agregar un ingrediente sumamente poderoso a los continuos de la historia. Ésta es la verdad que encierra el mito bíblico y se demuestra en la historia del siglo XX.
Pese a los testimonios de la experiencia, el progreso ha tenido muchos heraldos a lo largo de los últimos doscientos años. Cada quien a su manera, Hegel, Marx, Baukin y Mill, Popper y Hayek, Habermas y Fukuyama predican la misma fe: el conocimiento es liberador; la ciencia puede usarse para crear un mundo mejor que cualquiera que haya conocido la historia. Pero los propagandistas más eficientes de la idea del progreso fueron los positivistas franceses Henri de Saint-Simon y Auguste Comte, quienes en la primera mitad del siglo XlX elaboraron un culto-la religión de la humanidad, como lo llamaron- que ofrecía la salvación por la ciencia.
El psitivismo constituye un complejo cuerpo de ideas, pero el principio del credo positivista, que viene a cuento en mi exposición, es la creencia en que el desarrollo del conocimiento científico nos permite superar los conflictos irremediables de la historia. Saint-Simon Y comte pensaban que, con el avance del conocimiento, la ética y la política podían convertirse en ciencias. Despojada de los desechos de la metafísica y la religión, la ciencia sería la fuente de nuestra visión del mundo. Se formularía una nueva moralidad terrena, un esquema de valores que tuviera la autoridad de la ciencia. Aplicando esta nueva moral, la ciencia podría dar a luz una civilización mundial sin pobreza ni guerras, donde los conflictos del pasado quedarían en meros recuerdos.
A diferencia de muchos que recibieron el influjo de sus ideas, los positivistas no creían que la religión habría de desaparecer en el mundo nuevo. Reconocían que respondía a necesidades humanas permanentes, por lo que se aplicaron a elaborar la nueva fe: un culto extraño que, sin embargo, tuvo gran auge durante cierto tiempo, con sus propios sacerdotes y liturgia, ceremonias cotidianas basadas en la "ciencia" de la frenología y hsta una suerte de hábito con botones a la espalda para que el acto de vestirse y desvestirse sólo pudiera llevarse a cabo mediante la ayuda de otro, fomentando la cooperación.
Si bien la religión de la humanidad fue un invento un tanto absurdo, las ideas medulares de los positivistas ejercieron un influjo muy considerable. John Stuart Mill, Karl Marx y Herbert Spencer son tan sólo unos cuantos de los pensadores del siglo XlX que asimilaron la ceencia positivista en que la ciencia permitiría acabar con la pobreza y con las guerras. El proyecto de Lenin de una sociedad socialista sin Estado se hacía eco de la fórmula de Marx según la cual, cuando se arribe al comunismo, el gobierno del hombre será reemplezado por la administración de los bienes, concepto que Marx recibió (vía el utopista socialista francés Louis Blanc) de Saint- Simon. A finales del siglo XX, el credo positivista en virtud el cual la difusión de la ciencia y la tecnología generará una civilización universal, renació en el culto neoliberal del mercado libre mundial.
Hoy como antes, el ideal de la civilización universal que abrazaba la Ilustración ha experimentado un violento retroceso. A finales del siglo XVlll y principios del XlX, pensadores románticos y de la contrailustración como Johann Gottfried Herder y Joseph de Maistre proclamaban el valor de la fe y la singularidad de las culturas. En el siglo XX los nazis exaltaron la raza y el instinto. Los fundamentalistas religiosos de hoy procuran resistirse al avance de la ciencia retornando a la condición previa al pecado original, a la inocencia exenta de toda duda. Dichos movimientos propugnaban el rechazo del mundo moderno y la fe en el progreso que de él se deriva, pero a poco que se reflexione se verá que esto es un autoengaño.
En efecto, los nazis negaban los valores de la igualdad, la libertad y la tolerancia que enarbolaba la Ilustración; pero, como se había hecho en la Ilustración, afirmaban la posibilidad de crear un hombre nuevo libre de las fallas del antiguo. El proyecto de Comte de una ciencia de la sociología basada en la fisiología fue adoptado por Cesare Lombroso, fundador de la antropología criminal, proyecto que más tarde sería instrumento del racismo científico nazi. Conforme a la idea nazi de progreso, gran parte de la humanidad se condenaba a la esclavitud o al exterminio, y no fue casual que ello produjera el peor genocidio de la historia. Aun así, los nazis compartían con los positivistas la meta de usar la ciencia en pos de una nueva humanidad, lo que constituye un proyecto peculiarmente moderno. Compartían con Nietzsche la moderna fe en que nuestra existencia puede transformarse por un acto de voluntad.
Una creencia análoga es evidente en el islam radical. Desde su ingreso al cuerpo de conocimientos a mediados del siglo XX, se ha considerado al islam radical-desde dentro como desde fuera-como un movimiento profundamente antioccidental. Sin embargo, muchos de sus conceptos están tomados del pensamiento radical de Occidente. La idea de que el mundo puede regenerarse mediante actos espectaculares de violencia recuerda la ortodoxia del jacobinismo francés, el anarquismo europeoy ruso del siglo XlX y el bolchevismo de Lenin. Movimientos como el nazismo y el islam radical no ofrecen otra salida a la moderna fe en el progreso que su propia exacerbación.
Como las antiguas creencias religiosas, el progreso y la religión de la humanidad son ilusiones, pero mientras las ilusiones de las viejas creencias religiosas suponen realidades humanas duraderas, la fe en el progreso está supeditada a suprimirlas. Reprime los conflictos entre las necesidades humanas y niega la inalterable ambiguedad moral del conocimiento.
No existe mayor lugar común que insistir en que de nosotros depende lo que hagamos con el conocimiento científico, pero-como pensadores ilustrados, partidiarios de la razón y la humanidad-somos pocos y débiles y, sin duda, tan susceptibles de engaño como el resto de la especie, si no es que más. Las esperanzas a las que se aferran los creyentes en el progreso son únicamente los valores de la circunstancia espaciotemporal, los pequeños e inestables remolinos en la corriente superficial de la opinión. Los economistas bien-pesant de hoy día tienen la firme convicción de que la prosperidad sólo puede garantizarse mediante el régimen universal del mercado libre; hace una generación pensaban que la única solución eran los mercados controlados. Y una generación todavía anterior muchos economistas propugnaban la planeación central. Las actuales creencias relativas al mercado libre y la globalización no son sino las más recientes de una serie de modas intelectuales, todas ellas convencidas de sus objetivos, que acaban de sucumbir ante los hechos. Sólo quienes han sido bendecidos con la cortedad de la memoria pueden pensar que la historia de las ideas es una historia de progreso.
Sin embargo, renunciar a la idea de progreso resulta demasiado drástico. Aunque puede ser una ilusión, a veces tiene su lado bueno. Sin la esperanza de un futuro mejor, ¿habríamos presenciado la abolición de la esclavitud, o la prohibición de la tortura? En lugar de renunciar a la idea de progreso, ¿porqué no revisarla a conciencia?
Existen concepciones del progreso más atractivas que los desacreditados dogmas de los últimos veinte años. Como los marxistas de hace un par de generaciones, los neoliberales creen que un sistema económico es el mejor para cualquier lugar. Pero el mercado libre no es el final de la historia; países diferentes con diversas historias y circunstancias presentes pueden requerir soluciones económicas diferentes. Sin embargo, los neoliberales emulan a los marxistas cuando conciben el desarrollo económico en función de un dominio cada vez mayor del medio natural; sin embargo-como se demostró de manera palmaria en la ex Unión Soviética-el resultado final de ese enfoque es la devastación ecológica. Los neoliberales insistirán (ellos siempre insisten) en que los mercados libres pueden afrontar la escasez de recursos; pero los ingredientes políticos de Occidente no parecen compartir su confianza. La última guerra del siglo XX, la Guerra del Golfo, estalló por el control del petróleo. El siglo presente, según se ve, traerá consigo más conflictos de este tipo, sobre todo en torno a las fuentes de energía, pero también por la falta de agua. En lugar de dejar los recursos naturales cada vez más escasos a merced de los caprichos del sistema de precios en alternancia con las guerras por controlarlos, ¿no sería mejor tratar de regular los efectos del hombre sobre el planeta y con ello alentar un tipo de desarrollo más sostenible?
Estoy seguro e que sería preferible concebir el progreso en un marco de respeto a los límites de la Tierra. En otros escritos he tratado de esbozar este punto de vista. Sin embargo, ya dudo de que tales elaboraciones teóricas puedan enfrentar con éxito el poder de las pasiones humanas. Amenzanado en sus necesidades vitales, el ser humano reaccionea como siempre lo ha hecho: procura asegurárselas en lo inmediato, así sea a costa de la guerra y la ruina total. La creencia en el progreso resulta dañina al empañar estas realidades. Mucho más que las religiones del pasado, obnubila nuestra percepción de la condición humana.
Philip Larkin, en su magnífico poema "Aubade", se refiere a la fe religiosa como "ese gran brocado musical comido de pilillas", ese sistema de falsedades inventado para consolar al hombre de su miedo a la muerte. Su descripción puede haber contenido alguna verdad en otro tiempo, pero en nuestros días se aplica mejor a la fe en el progreso. Independientemente de sus fallas, las religiones tradicionales son menos fantásticas. Si bien prometen un mundo mejor más allá del sepulcro, no imaginan que la ciencia pueda salvar a la humanidad de sí misma.
¿Acaso nuestras sociedades contemporáneas pueden prescindir del brocado musical comido de polillas que es la speranza en el progreso? No me lo parece. La vida moderna tiene profundamente arraigada su fe en el poder liberador del conocimiento. Alimentada por antiguas tradiciones europeas y reforzada diariamente por el acelerado avance de la cincia, no se puede renunciar a ella mediante un acto de la voluntad. La relación que se da entre el acelerado avance de la ciencia y las necesidades humanas más permanentes es un destino que acaso podamos atemporar, pero nunca superar.
Sin duda que con el tiempo habrá que desaparecer la religión del progreso, así como el estilo de vida a que da lugar. Aparecerán otros credos, más o menos alejados de nuestra realidad, pero igualmente irracionales. ¿Quién recuerda hoy el mistraísmo o la curiosa fe de los gnósticos? Estas religiones dieron sustento y consuelo a millones de personas durante cientos de años, para luego desvanecerse casi sin dejar rastro. Pese a todo, quienes afirmaban la posibilidad del progreso no tienen nada que temer. La ilusión de que el ser humano puede reconstruir el mundo con la ayuda de la ciencia es parte integral de nuestra condición moderna. Al renovarse las esperanzas escatológicas del pasado, el progreso viene a ser una ilusión con futuro.
Traducción de Jorge Brash.
sábado, octubre 08, 2005
jueves, octubre 06, 2005
Listen! I will be honest with you
I do not offer the old smooth prizes, but offer
rough new prizes.
These are the days that must happen to you:
you shall not heap up what is call'd riches,
you shall scatter with lavish hand all that you
earn to archive,
you but arrive at the city to which you were destin'd,
you hardly settle yourself to satisfaction before you
are call'd by an irresistible call to depart,
you shall be treated to the ironical smiles and mockings
of those who remain behind you,
what beckonings of love you receive you shall only
answer with passionate kisses of parting,
you shall not allow the hold of those who spread
their reach'd hands toward you.
Walt Withman. Song of the open road. Estrofa 2.
I do not offer the old smooth prizes, but offer
rough new prizes.
These are the days that must happen to you:
you shall not heap up what is call'd riches,
you shall scatter with lavish hand all that you
earn to archive,
you but arrive at the city to which you were destin'd,
you hardly settle yourself to satisfaction before you
are call'd by an irresistible call to depart,
you shall be treated to the ironical smiles and mockings
of those who remain behind you,
what beckonings of love you receive you shall only
answer with passionate kisses of parting,
you shall not allow the hold of those who spread
their reach'd hands toward you.
Walt Withman. Song of the open road. Estrofa 2.
[...] lo que éramos ante aquel espejo era la imagen de una mentira ociosa, de una ilusión sin sentido forjada por la pericia siempre precaria, pero a veces certera, de un mago inepto tratando torpemente de imponer nuestra presencia intangible, de sugestionar con nuestra irrealidad a un grupo de dementes o de idiotas en una función de festival de manicomio barato [?].
Salvador Elizondo.
miércoles, septiembre 28, 2005
La decadencia de la tristeza.
Es un hecho que la tristeza está condenada a desaparecer. Las situaciones en que nos pone la vida moderna, especialmente la actividad incesante que genera y su altísima velocidad, dificultan cada vez más la percepción o la experiencia de este sentimiento que tuvo una vida fugáz (hablando en términos de literatura) en la conciencia o en la atención de los hombres. Cada día los tristes se vuelven más raros y si acertamos a encontrarnos con uno su condición de triste se nos mostrará como el resultado de la multitud de construcciones que por todas partes amenazan su tristeza, y más que a un triste veremos a un raro. Pero si la tristeza ha perdido el dominio de la literatura no así el del alma humana. Lo que pasa es que ya no hay tiempo ni fijeza de la atención para percibir esa moduilación tan tenue del tono anñimico cuando pasa de do mayor a re menor.
Tal vez por esnobismo o por ignorancia se prefiere llamar neurastenia, depresión, spleen, melancolía, tedio, fatiga, mala digestión, tiempo nublado, blues a la simple y sencilla tristeza. Pero neurastenia se cura con vitamina B, la depresión con vino, la fatiga con reposo, el spleen con carcajadas, la mala digestión con bicarbonato, el tedio y el mal tiempo se evitan con la televisión o en el cine, la melancolía se cultiva por su enorme prestigio literario. Sólo la tristeza es incurable; pasa, pero llevándose consigo el secreto de su causa y el recuerdo de su efecto, sdin dejar huella o señal de cuándo volverá. No atiende a su presencia ninguna circunstancia orgánica o exterior y la tristeza puede darse en cualquier tubo digestivo y en cualquier día del año. Aunque no es impeditoria del trabajo cotidiano, si es que éste existe, prefiere la cercanía de los ociosos y de los solitarios. La tristeza demasiado sociable o demasiado pública produce una impresión de impudicia y su manifestación, si no es a través de formas muy refinadas, denota un carácter afeminado en los hombres, frígido en las mujeres y vulgar y lastimoso en los artistas.
La tristeza propicia el cultivo de algunos géneros literarios; principalmente el del llamado "diario íntimo" o "confesiones" que constituyen, por así decirlo, la forma que la vida secreta reviste para presentarse en público, ya que es un sentimiento que pone el ánimo en relación con cualquier cosa: una flor o una estrella convocan por igual este secreto común a todos; secreto a voces que es la substancia de toda la literatura de confidencia. Como generadora de escritura la tristeza parece ser un invento alemán. El sentimiento de Weltschmerz inexplicable obtiene su expresión culminante en obras como el Welrther, cuyas páginas no solamente describen el sentimiento de tristeza sino que, en su momento, también la produjeron masivamente entre sus lectores. Pero Goethe no era un triste. Era demasiado mundano y demasiado analítico para contemplar la tristeza como algo exterior o ajeno a él y de considerarla con el mismo criterio con que analizaba una muestra geológica o un fragmento de estatua.
En el curso hacia la máxima subjetivización de la concepción original de Goethe la tristeza sufre las más inauditas metamorfosis- en prosa y en verso- a lo largo de todo el siglo diecinueve. La más evidente de las transformaciones es la del hombre, siempre impreciso, con que se la va conociendo, como si en esa inconexión entre el nombre y la cosa se cifrara su misterio o su explicación: mal de Wether,ennui, spleen, tedio, caffard, clorosis, neurosis, etcétera, ninguno de los cuales expresa cabalmente la naturaleza del estado de ánimo que nombraran mejor que el término original.
Entre Los sufrimientos del joven Werther y Tristesse d´eté la tristeza sigue el camino de toda la carne, pero en sentido contrario: en Goethe mata; en Mallarmé, paradójicamente, la tristeza es a la vez efecto (Brise marine) y causa (Tristesse d´eté) de la concupiscencia. Lo que para Goethe esun fenómeno para Baudelaire será una sensación y para Mallarmé la sombra o la ausencia de una sensación.
Podría decirse que el defecto principal de la tristeza es su carencia de interés o de substancia. Los celos producen un Otelo, la ambición una lady Macbeth, la sensibilidad exacerbada un des Esseintes, peor los tristes pueblan el inmenso territorio de la literatura en calidad de personajes ínfimos.
Considerada siempre desde el punto de vista literario la tristeza puede ser el objeto de una descripción o el resultado de una lectura. Hay casos -notablemente el de Un coeur simple- en que ambos aspectos se conjugan en una sola obra, es decir en que la descripción de la tristeza produce a su vez tristeza. Pero en Flaubert la conjunción es demasiado artísitca; deslumbra sun perfección técnica. Otro tanto sucede con Poe: la construcción rítmica de The Raven atenúa su significado desolador y la proeza opaca al poema. De ahí tal vez provenga la prevención generalizada contra la tristeza. En el fondo es una cuestión de equilibrio entre causa y efecto que muy pocos autores han sabido o podido guardar. Destacaría yo Dubliners de Joyce como la obra maestra de la tristeza en nuestro tiempo. Es tal vez el último gran libro que se consagra a ella.
Cabría preguntarse si la tristeza no es una condición inherente al ánimo del autor que se traduce en su escritura o sí de hecho existen situaciones que, descritas de cualquier manera, guardan intacta su tristeza escencial. Pero la experiencia íntima parecería contradecir esto ya que cuando la percibimos o la sentimos más intensamente es cuando la tristeza se manifiesta sin causa alguna. Nadie se sustrae a la infinita tristeza quen produce en un día soleado el paso de una nube. Ese ensombrecimiento momentáneo no actúa sobre la retina sino sobre el alma. La misma sensación de tristeza profunda se experimenta entre bambalinas de los teatros después de la función, en el éxodo sombrío de la plaza de toros después de la corrida, en el ámbito circense: la tristeza del payaso, del tigre y de la mujer barbada es proverbial. No se diga del vasto catálogo de cosas tristes que la poesía consagra o concretiza en imágenes cuya capacidad de producrir siempre renovada la misma sensación es inagotable; como si ese acervo de circunstancias tan particularmente penosas y fútiles compusieron una gama característica de los modos de la sensibilidad.
La tristeza en estado puro se sustrae al dominio de todas esas leyes que supuestamente rigen (sólo para dar de ella una explicación ficticia) la evolución o el desarrollo de los estados morbosos... del alma o del cuerpo. Ambos, a decir verdad, encuentran un deleite inexplicable en la experiencia de la tristeza inopinada. Llega como una demasía y un lujo del espíritu en la vida trivial y gris. Se aposenta un instante apenas en el ánimo y pasa, revelándonos en su tránsito la imágen de nuestra fugacidad y de nuestra descomposición. La tristeza profunda reclama la soledad interior, la soledad ineluctable que hace posible la superviviencia del individuo dentro de la multitud. Esa soledad inalineable hace posible la fijeza de la atención en el objeto de la tristeza que se nos muestra como un movimiento inexplicable, como un efecto sin causa o, cuando menos, sin causa suficiente; que no proviene de nada y tampoco conduce a ninguna parte; que no nos mueve a la meditación ni provoca remordimientos de conciencia ni orilla al suicidio. Es bien sabido que la tristeza estimula el apetito y las facultades poéticas. Quien la padece quiere obtener o dejar un testimonio real de su paso por el alma mediante las manipulaciones, a su vez, tienen que ser aptas a la capatación de esa substancia tan tenue sin ajarla, sin desvirtuar su naturaleza y sin contaminar su sinsentido de psicología práctica o de vaga literatura.
Una sensibilidad demasiado literaria tiende a amolar las afiladas aristas de la tristeza. Sus tenues fulgores se difunden y se extinguen bajo una mirada insistente. Es fuerza abandonarse a ella sin reservas y dejarla que actúe libremente sobre el espíritu sin que le opongamos la resistencia de nuestra alegría perdida o ansiada. La intensidad del goce, bien se sabe, está en razón inversa a su duración. Lo mismo pasa con la tristeza. La tristeza crónica, ahora ya muy rara, produce la esterilidad primero y la muerte después. Por eso no es bueno cultivarla más allá de donde pierde sus propiedades calmantes o narcóticas. El triste es tranquilo y tiene buen sueño. No turba su vigilia más que ese ensombrecimiento general del mundo que dura unos instantes pero que a él le produce un efecto permanente y lo caracteriza desde la infancia gris hasta el sepulcro con cipreses y epitafio compuesto por él mismo.
De duración imprecisa, la sensación se agota antes de que termine su descripción como si la tristeza nos obligara a una prolijidad que rebasa los lñimites del espectro en que es perceptible, experimentable y transmitible por la escritura.
Salvador Elizondo. Camera Lucida. 1983.
Tal vez por esnobismo o por ignorancia se prefiere llamar neurastenia, depresión, spleen, melancolía, tedio, fatiga, mala digestión, tiempo nublado, blues a la simple y sencilla tristeza. Pero neurastenia se cura con vitamina B, la depresión con vino, la fatiga con reposo, el spleen con carcajadas, la mala digestión con bicarbonato, el tedio y el mal tiempo se evitan con la televisión o en el cine, la melancolía se cultiva por su enorme prestigio literario. Sólo la tristeza es incurable; pasa, pero llevándose consigo el secreto de su causa y el recuerdo de su efecto, sdin dejar huella o señal de cuándo volverá. No atiende a su presencia ninguna circunstancia orgánica o exterior y la tristeza puede darse en cualquier tubo digestivo y en cualquier día del año. Aunque no es impeditoria del trabajo cotidiano, si es que éste existe, prefiere la cercanía de los ociosos y de los solitarios. La tristeza demasiado sociable o demasiado pública produce una impresión de impudicia y su manifestación, si no es a través de formas muy refinadas, denota un carácter afeminado en los hombres, frígido en las mujeres y vulgar y lastimoso en los artistas.
La tristeza propicia el cultivo de algunos géneros literarios; principalmente el del llamado "diario íntimo" o "confesiones" que constituyen, por así decirlo, la forma que la vida secreta reviste para presentarse en público, ya que es un sentimiento que pone el ánimo en relación con cualquier cosa: una flor o una estrella convocan por igual este secreto común a todos; secreto a voces que es la substancia de toda la literatura de confidencia. Como generadora de escritura la tristeza parece ser un invento alemán. El sentimiento de Weltschmerz inexplicable obtiene su expresión culminante en obras como el Welrther, cuyas páginas no solamente describen el sentimiento de tristeza sino que, en su momento, también la produjeron masivamente entre sus lectores. Pero Goethe no era un triste. Era demasiado mundano y demasiado analítico para contemplar la tristeza como algo exterior o ajeno a él y de considerarla con el mismo criterio con que analizaba una muestra geológica o un fragmento de estatua.
En el curso hacia la máxima subjetivización de la concepción original de Goethe la tristeza sufre las más inauditas metamorfosis- en prosa y en verso- a lo largo de todo el siglo diecinueve. La más evidente de las transformaciones es la del hombre, siempre impreciso, con que se la va conociendo, como si en esa inconexión entre el nombre y la cosa se cifrara su misterio o su explicación: mal de Wether,ennui, spleen, tedio, caffard, clorosis, neurosis, etcétera, ninguno de los cuales expresa cabalmente la naturaleza del estado de ánimo que nombraran mejor que el término original.
Entre Los sufrimientos del joven Werther y Tristesse d´eté la tristeza sigue el camino de toda la carne, pero en sentido contrario: en Goethe mata; en Mallarmé, paradójicamente, la tristeza es a la vez efecto (Brise marine) y causa (Tristesse d´eté) de la concupiscencia. Lo que para Goethe esun fenómeno para Baudelaire será una sensación y para Mallarmé la sombra o la ausencia de una sensación.
Podría decirse que el defecto principal de la tristeza es su carencia de interés o de substancia. Los celos producen un Otelo, la ambición una lady Macbeth, la sensibilidad exacerbada un des Esseintes, peor los tristes pueblan el inmenso territorio de la literatura en calidad de personajes ínfimos.
Considerada siempre desde el punto de vista literario la tristeza puede ser el objeto de una descripción o el resultado de una lectura. Hay casos -notablemente el de Un coeur simple- en que ambos aspectos se conjugan en una sola obra, es decir en que la descripción de la tristeza produce a su vez tristeza. Pero en Flaubert la conjunción es demasiado artísitca; deslumbra sun perfección técnica. Otro tanto sucede con Poe: la construcción rítmica de The Raven atenúa su significado desolador y la proeza opaca al poema. De ahí tal vez provenga la prevención generalizada contra la tristeza. En el fondo es una cuestión de equilibrio entre causa y efecto que muy pocos autores han sabido o podido guardar. Destacaría yo Dubliners de Joyce como la obra maestra de la tristeza en nuestro tiempo. Es tal vez el último gran libro que se consagra a ella.
Cabría preguntarse si la tristeza no es una condición inherente al ánimo del autor que se traduce en su escritura o sí de hecho existen situaciones que, descritas de cualquier manera, guardan intacta su tristeza escencial. Pero la experiencia íntima parecería contradecir esto ya que cuando la percibimos o la sentimos más intensamente es cuando la tristeza se manifiesta sin causa alguna. Nadie se sustrae a la infinita tristeza quen produce en un día soleado el paso de una nube. Ese ensombrecimiento momentáneo no actúa sobre la retina sino sobre el alma. La misma sensación de tristeza profunda se experimenta entre bambalinas de los teatros después de la función, en el éxodo sombrío de la plaza de toros después de la corrida, en el ámbito circense: la tristeza del payaso, del tigre y de la mujer barbada es proverbial. No se diga del vasto catálogo de cosas tristes que la poesía consagra o concretiza en imágenes cuya capacidad de producrir siempre renovada la misma sensación es inagotable; como si ese acervo de circunstancias tan particularmente penosas y fútiles compusieron una gama característica de los modos de la sensibilidad.
La tristeza en estado puro se sustrae al dominio de todas esas leyes que supuestamente rigen (sólo para dar de ella una explicación ficticia) la evolución o el desarrollo de los estados morbosos... del alma o del cuerpo. Ambos, a decir verdad, encuentran un deleite inexplicable en la experiencia de la tristeza inopinada. Llega como una demasía y un lujo del espíritu en la vida trivial y gris. Se aposenta un instante apenas en el ánimo y pasa, revelándonos en su tránsito la imágen de nuestra fugacidad y de nuestra descomposición. La tristeza profunda reclama la soledad interior, la soledad ineluctable que hace posible la superviviencia del individuo dentro de la multitud. Esa soledad inalineable hace posible la fijeza de la atención en el objeto de la tristeza que se nos muestra como un movimiento inexplicable, como un efecto sin causa o, cuando menos, sin causa suficiente; que no proviene de nada y tampoco conduce a ninguna parte; que no nos mueve a la meditación ni provoca remordimientos de conciencia ni orilla al suicidio. Es bien sabido que la tristeza estimula el apetito y las facultades poéticas. Quien la padece quiere obtener o dejar un testimonio real de su paso por el alma mediante las manipulaciones, a su vez, tienen que ser aptas a la capatación de esa substancia tan tenue sin ajarla, sin desvirtuar su naturaleza y sin contaminar su sinsentido de psicología práctica o de vaga literatura.
Una sensibilidad demasiado literaria tiende a amolar las afiladas aristas de la tristeza. Sus tenues fulgores se difunden y se extinguen bajo una mirada insistente. Es fuerza abandonarse a ella sin reservas y dejarla que actúe libremente sobre el espíritu sin que le opongamos la resistencia de nuestra alegría perdida o ansiada. La intensidad del goce, bien se sabe, está en razón inversa a su duración. Lo mismo pasa con la tristeza. La tristeza crónica, ahora ya muy rara, produce la esterilidad primero y la muerte después. Por eso no es bueno cultivarla más allá de donde pierde sus propiedades calmantes o narcóticas. El triste es tranquilo y tiene buen sueño. No turba su vigilia más que ese ensombrecimiento general del mundo que dura unos instantes pero que a él le produce un efecto permanente y lo caracteriza desde la infancia gris hasta el sepulcro con cipreses y epitafio compuesto por él mismo.
De duración imprecisa, la sensación se agota antes de que termine su descripción como si la tristeza nos obligara a una prolijidad que rebasa los lñimites del espectro en que es perceptible, experimentable y transmitible por la escritura.
Salvador Elizondo. Camera Lucida. 1983.
martes, septiembre 27, 2005
El Señor Teste.
Hay que entrar en sí mismo armado hasta los dientes.
Hacer en sí la gira del "propietario".
Estado de un ser que ha terminado con las palabras abstractas-
que ha roto con ellas.
Crear una especie de angustia para resolverla.
La partida jugada consigo mismo.
La acción sobre los otros jamás se olvida de su mecánica- de las cantidades y las intensidades,
de los potenciales-y no solamente los trata como sí-mismos, sino como máquinas, animales; de ahí un arte.
"Es una de mis observaciones más antiguas y que tengo la debilidad de preferir, la de que los hombres se asemejan más mientras más corto sea el tiempo durante el que se les observa, al grado de que en el instante no se distinguen ya; y otra, no menos cara a mi espíritu la de que esa semejanza, crecida hasta la identidad resulta de la intensidad de sus emociones".
(Cf. Sr. Teste.) Es natural investigar si estos dos aspectos-límites de la identificación (neuropsíquica) no se vincularían.
Por otra parte, la prisa basta-la sorpresa, etcètera.
Existen pues condiciones en los límites.
El fondo del pensamiento está empedrado de encrucijadas.
Yo soy el inestable.
El espíritu es la posibilidad máxima-y el máximo de capacidad de incoherencia.
El YO es la respuesta instantánea a cada incoherencia parcial-que es excitante.
No quiero tomar prestado del mundo (visible) más que fuerzas-no formas, sino de qué hacer formas.
Nada de historia-nada de decorados-sino el sentimiento de la materia misma, roca, aire, aguas, materia vegetal- y sus virtudes elementales.
Y los actos y las frases-no los individuos y su memoria.
Lo primero es recorrer el dominio.
Después se pone un cerco, pues aunque esté limitado por otras
circunstancias exteriores, se quiere estar para algo en esta limitación
que no ha sido deseada.
El hombre trata de querer lo que no ha querido.
Se le da una prisión de la que dice: Me encierro.
Se queda uno encerrado allí tanto como el que ha contado las
piedras-o tanto como las frases que uno ha podido trazar sobre
los muros, no los pueden derrumbar.
A nadie se le ocurriría la idea de explicar el movimiento por medio de consideraciones sobre el color mientras que lo contrario es o ha sido intentado. Hay pues desigualdades. Es que tal vez somos fuentes de movimiento y no de colores-y que este poder es la condición de la explicación.
Digo: fuentes. Pero como lo somos de dolor o voluptuosidad.
Sentimos "venir de nosotros" algunas... (no sé como decirlo)-
algunas modificaciones- de los valores-de las dimensiones,
de las "sensaciones"- de las "aceleraciones" que son a la vez las más nuestras y las más ajenas, nuestros amos, nuestros nosotros del presente y del momento siguiente.
Cómo describir este fondo tan variable y sin referencia, que tiene las relaciones más importantes, pero también las más inestables, con "el pensamiento". Sólo la música
es capáz de ello. Especie de campo que domina estos fenómenos de la conciencia-imágenes,
ideas que sion él no serían más que combinaciones, formaciones simétricas de todas las combinaciones.
Cf. Sr. Teste-oposición épica de esta objetividad y del campo en cuestión.
La mente no debe ocuparse de las personas: De personis non curandum.
Lo que verdaqderamente importa a alguien- entiendo por este alguien al que es único y está solo por esencia- es justamente lo que lo hace sentir que está solo.
Es lo que se le aparece cuando está verdaderamente solo (aunque materialmente esté con otros).
Considerar nuestras emociones como tonterías, debilidades, inutilidades, imbecilidades, imperfecciones; como el mareo y el vértigo de la altura que son humillantes.
...Algo en nosotros, o en mí, se rebela contra la potencia inventiva del alma sobre la mente.
...A veces es ALGUIEN completamente extraño al cuerpo y a la sensibilidad,
a los otros intereses de SI, quien toma la palabra.
El ve y califica fríamente la vida, la muerte, el peligro, la pasión, tolo lo humano del ser- como si fuera otro, un testigo todo inteligencia...
¿Es el alma?
Ciertamente no; pues está como más allá de toda "afectividad".
Es conocimiento puro con una especie de singular desprecio y despego del resto-como vería un ojo lo que ve, sin otorgar valor alguno no cromático... Este contaría los botones del chaleco del verdugo...
Yo desprecio lo que sé- lo que puedo. Lo que puedo es de la misma debilidad o fuerza que mi cuerpo. Mi "alma" comienza en el mismo punto en que ya no veo, en que ya no puedo nada-donde mi mente se sierra a sí misma al cambio- y volviendo de las más grandes profundidades, mira con pena... lo que marca la línea de sonda y lo que trae la nasa en que se encuentra la miserable presa cogida en el mediocre abismo... ¡Cuánto dolor, cuántas dichas por esta captura! Y qué es lo más ridículo: ¿lamentarse o alegrarse ante lo que uno se responde?
La única esperanza del hombre es el descubrimiento de los medios de acción que disminuyen su mal y acrecientan su bien, es decir que directa o indirectamente den a su sensibilidad con qué actuar sobre sí misma, según ella misma.
Aquí un balance de lo que ha sido hecho en ese sentido. La sensibilidad es todo, soporta todo, evalúa todo.
Las "Ideas" son para mi los medios de transformación Y, por consiguiente, las partes o momentos de algún cambio.
Una "idea" del hombre "es un medio de transformar una cuestión".
Estas lleno de secretos que llamas yo.
Tú eres la voz de tu desconocido.
No tengo ninguna necesidad de los sentimientos de los demás y no me da ningún placer tomarlos prestados. Me bastan los míos. En cuanto a las aventuras, me pueden divertir a condición de que no perciba que las puedo modificar sin esfuerzo.
No tengo ninguna necesidad de nada. Aun la palabra necesidad no tiene sentido para mí. Así pues haré una cosa. Me daré una finalidad; y sin embargo no hay nada fuera de mí. Haré incluso seres que me asemejen un poco y les daré ojos y una razón. Les daré también una muy vaga sospecha de mi existencia de tal manera que sean llevados a negármela por medio de esta razón que les he conferido; sus ojos estarán hechos de tal forma que puedan ver una infinidad de cosas pero no a mí.
Hecho esto les daré por ley adivinarme, verme a pesar de sus ojos y definirme a poesar de su razón.
Y yo seré el premio de este enigma. Me daré a conocer a aquellos que acierten en la charada universo y que desprecien lo suficiente estos órganos y estos medios que yo he invitado para sacar conclusiones contra su evidencia y contra su claro pensamiento.
Yo no estoy vuelto hacia el mundo. Tengo la cara contra el MURO. No hay nada de la superficie del muro que me sea desconocido.
Para mí, dice, los sentimientos más violentos se presentan con algoen ellos-un signo-que me dice que debo despreciarlos. Simplemente los siento venir de más allá de mi reino, lo ya llorado, lo ya reído.
El dolro es debido a la resistencia de la conciencia a una pispocisión local del cuerpo. Un dolor que pudiéramos considerar lúcidamente y que pudiéramos como circunscribir se convertiría en sensación sin sufrimiento-y tal vez llegaríamos por ese medio a conocer alguna cosa diferente de nuestro cuerpo profundo-, conocimiento del orden del que encontramos en la música. El dolor es una cosa muy musical: casi se puede hablar de él en términos musicales. Hay dolore graves o agudos, los hay andante y furioso, los hay de notas prolongadas, de puntos de órgano, arpegio, progresiones-silencios bruscos, etcétera.
Bien (dice el señor Teste), lo esencial está contra la vida.
Libertad-Generalidad.
Todo lo que hago y pienso no es sino espécimen de mi posible.
El hombre es más general que su vida y sus actos. Está como previsto para más eventualidades de las que puede conocer.
El señor Teste dice: Mi posible no me abandona jamás.
Y el Demonio le dice: Dame una prueba. Demuestra que eres todavía el que has creído ser.
Paul Válery. Traducción de Salvador Elizondo.
Hacer en sí la gira del "propietario".
Estado de un ser que ha terminado con las palabras abstractas-
que ha roto con ellas.
Crear una especie de angustia para resolverla.
La partida jugada consigo mismo.
La acción sobre los otros jamás se olvida de su mecánica- de las cantidades y las intensidades,
de los potenciales-y no solamente los trata como sí-mismos, sino como máquinas, animales; de ahí un arte.
"Es una de mis observaciones más antiguas y que tengo la debilidad de preferir, la de que los hombres se asemejan más mientras más corto sea el tiempo durante el que se les observa, al grado de que en el instante no se distinguen ya; y otra, no menos cara a mi espíritu la de que esa semejanza, crecida hasta la identidad resulta de la intensidad de sus emociones".
(Cf. Sr. Teste.) Es natural investigar si estos dos aspectos-límites de la identificación (neuropsíquica) no se vincularían.
Por otra parte, la prisa basta-la sorpresa, etcètera.
Existen pues condiciones en los límites.
El fondo del pensamiento está empedrado de encrucijadas.
Yo soy el inestable.
El espíritu es la posibilidad máxima-y el máximo de capacidad de incoherencia.
El YO es la respuesta instantánea a cada incoherencia parcial-que es excitante.
No quiero tomar prestado del mundo (visible) más que fuerzas-no formas, sino de qué hacer formas.
Nada de historia-nada de decorados-sino el sentimiento de la materia misma, roca, aire, aguas, materia vegetal- y sus virtudes elementales.
Y los actos y las frases-no los individuos y su memoria.
Lo primero es recorrer el dominio.
Después se pone un cerco, pues aunque esté limitado por otras
circunstancias exteriores, se quiere estar para algo en esta limitación
que no ha sido deseada.
El hombre trata de querer lo que no ha querido.
Se le da una prisión de la que dice: Me encierro.
Se queda uno encerrado allí tanto como el que ha contado las
piedras-o tanto como las frases que uno ha podido trazar sobre
los muros, no los pueden derrumbar.
A nadie se le ocurriría la idea de explicar el movimiento por medio de consideraciones sobre el color mientras que lo contrario es o ha sido intentado. Hay pues desigualdades. Es que tal vez somos fuentes de movimiento y no de colores-y que este poder es la condición de la explicación.
Digo: fuentes. Pero como lo somos de dolor o voluptuosidad.
Sentimos "venir de nosotros" algunas... (no sé como decirlo)-
algunas modificaciones- de los valores-de las dimensiones,
de las "sensaciones"- de las "aceleraciones" que son a la vez las más nuestras y las más ajenas, nuestros amos, nuestros nosotros del presente y del momento siguiente.
Cómo describir este fondo tan variable y sin referencia, que tiene las relaciones más importantes, pero también las más inestables, con "el pensamiento". Sólo la música
es capáz de ello. Especie de campo que domina estos fenómenos de la conciencia-imágenes,
ideas que sion él no serían más que combinaciones, formaciones simétricas de todas las combinaciones.
Cf. Sr. Teste-oposición épica de esta objetividad y del campo en cuestión.
La mente no debe ocuparse de las personas: De personis non curandum.
Lo que verdaqderamente importa a alguien- entiendo por este alguien al que es único y está solo por esencia- es justamente lo que lo hace sentir que está solo.
Es lo que se le aparece cuando está verdaderamente solo (aunque materialmente esté con otros).
Considerar nuestras emociones como tonterías, debilidades, inutilidades, imbecilidades, imperfecciones; como el mareo y el vértigo de la altura que son humillantes.
...Algo en nosotros, o en mí, se rebela contra la potencia inventiva del alma sobre la mente.
...A veces es ALGUIEN completamente extraño al cuerpo y a la sensibilidad,
a los otros intereses de SI, quien toma la palabra.
El ve y califica fríamente la vida, la muerte, el peligro, la pasión, tolo lo humano del ser- como si fuera otro, un testigo todo inteligencia...
¿Es el alma?
Ciertamente no; pues está como más allá de toda "afectividad".
Es conocimiento puro con una especie de singular desprecio y despego del resto-como vería un ojo lo que ve, sin otorgar valor alguno no cromático... Este contaría los botones del chaleco del verdugo...
Yo desprecio lo que sé- lo que puedo. Lo que puedo es de la misma debilidad o fuerza que mi cuerpo. Mi "alma" comienza en el mismo punto en que ya no veo, en que ya no puedo nada-donde mi mente se sierra a sí misma al cambio- y volviendo de las más grandes profundidades, mira con pena... lo que marca la línea de sonda y lo que trae la nasa en que se encuentra la miserable presa cogida en el mediocre abismo... ¡Cuánto dolor, cuántas dichas por esta captura! Y qué es lo más ridículo: ¿lamentarse o alegrarse ante lo que uno se responde?
La única esperanza del hombre es el descubrimiento de los medios de acción que disminuyen su mal y acrecientan su bien, es decir que directa o indirectamente den a su sensibilidad con qué actuar sobre sí misma, según ella misma.
Aquí un balance de lo que ha sido hecho en ese sentido. La sensibilidad es todo, soporta todo, evalúa todo.
Las "Ideas" son para mi los medios de transformación Y, por consiguiente, las partes o momentos de algún cambio.
Una "idea" del hombre "es un medio de transformar una cuestión".
Estas lleno de secretos que llamas yo.
Tú eres la voz de tu desconocido.
No tengo ninguna necesidad de los sentimientos de los demás y no me da ningún placer tomarlos prestados. Me bastan los míos. En cuanto a las aventuras, me pueden divertir a condición de que no perciba que las puedo modificar sin esfuerzo.
No tengo ninguna necesidad de nada. Aun la palabra necesidad no tiene sentido para mí. Así pues haré una cosa. Me daré una finalidad; y sin embargo no hay nada fuera de mí. Haré incluso seres que me asemejen un poco y les daré ojos y una razón. Les daré también una muy vaga sospecha de mi existencia de tal manera que sean llevados a negármela por medio de esta razón que les he conferido; sus ojos estarán hechos de tal forma que puedan ver una infinidad de cosas pero no a mí.
Hecho esto les daré por ley adivinarme, verme a pesar de sus ojos y definirme a poesar de su razón.
Y yo seré el premio de este enigma. Me daré a conocer a aquellos que acierten en la charada universo y que desprecien lo suficiente estos órganos y estos medios que yo he invitado para sacar conclusiones contra su evidencia y contra su claro pensamiento.
Yo no estoy vuelto hacia el mundo. Tengo la cara contra el MURO. No hay nada de la superficie del muro que me sea desconocido.
Para mí, dice, los sentimientos más violentos se presentan con algoen ellos-un signo-que me dice que debo despreciarlos. Simplemente los siento venir de más allá de mi reino, lo ya llorado, lo ya reído.
El dolro es debido a la resistencia de la conciencia a una pispocisión local del cuerpo. Un dolor que pudiéramos considerar lúcidamente y que pudiéramos como circunscribir se convertiría en sensación sin sufrimiento-y tal vez llegaríamos por ese medio a conocer alguna cosa diferente de nuestro cuerpo profundo-, conocimiento del orden del que encontramos en la música. El dolor es una cosa muy musical: casi se puede hablar de él en términos musicales. Hay dolore graves o agudos, los hay andante y furioso, los hay de notas prolongadas, de puntos de órgano, arpegio, progresiones-silencios bruscos, etcétera.
Bien (dice el señor Teste), lo esencial está contra la vida.
Libertad-Generalidad.
Todo lo que hago y pienso no es sino espécimen de mi posible.
El hombre es más general que su vida y sus actos. Está como previsto para más eventualidades de las que puede conocer.
El señor Teste dice: Mi posible no me abandona jamás.
Y el Demonio le dice: Dame una prueba. Demuestra que eres todavía el que has creído ser.
Paul Válery. Traducción de Salvador Elizondo.
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