Cuando vacacionaba en el pueblo natal de mi madre, había un personaje que me inspiraba terror junto con todos los niños de la congregación, era Lupe Aquino, un borrachito que cuando se encontraba intoxicado se transformaba en un ser incomprensible y extravagante, mas nunca lo ví violento, eso sí, muy malhumorado. Las mujeres trataban de controlar nuestras faltas de conducta, amenazando con pedirle a Lupe que nos llevara consigo, entonces nos quedábamos quietecitos para no importunar y evitar tan espantoso final. Lo imaginábamos metiéndonos en un saco, atando la boca y cargándonos en su hombro pues era un hombre fuerte como el roble.
Recuerdo que a cualquier lugar en donde se acercaba, de la nada aparecían niños a manera de bufones, gritando con una mezcla de terror y diversión que Lupe Aquino venía en camino, eso nos daba tiempo suficiente de cerrar presurosos las puertas y asomarnos por las ventanas para observar su tránsito por el patio, lo cual hacíamos en silencio, cautelosos, entre penumbras, temiendo llamar su atención. Mis primos no perdían ocasión de gritarle cosas terribles, pero como siempre tuve corazón de pollo, los censuraba alegando prudencia por el bien de todos los niños ahí refugiados.
Ya crecido me intrigaba su apellido, era el mismo de mi madre y de mi abuela. Entonces supe que era mi tío-abuelo, que por eso a veces lo encontrábamos en la cocina de barro junto al fogón, clamando por comida o por un vaso con agua. Nunca le negaron el alimento, pero advertía que no era del todo bienvenido en casa.
Jamás entendí en qué momento perdió la cordura, su constante estado de intoxicación no me permitió indagar en su historia personal y lo poco que escuchaba de su pasado me sonaba mas a leyenda urbana (¿o tendré que decir rural?) que a realidad.
Hoy amaneció muerto en una calle municipal del vecino estado de veracrúz. Como esos perros callejeros que se encuentra uno a un lado de la carretera, enfríandose, remoliéndose sus carnes para delicia de los gusanos. La autopsia dice que murió de un infarto. Creo que todos intuíamos que su muerte sería así, o será quizá que al pensarlo todos juntos hicimos real la profecía. Ahora creo que debemos ser mas cuidadosos con lo que pensamos. Pensar se ha convertido en un peligro.
Mis temores infantiles poco a poco se han ido muerto, y aunque dicen que sigo siendo un niñote, parece que de verdad ya me hice grande.Que sirvan estas memorias como homenaje póstume a un personaje de mi onírica infancia.
Adiós... tío Lupe.
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