lunes, octubre 31, 2005

Una cautela fatal.

A la gente le cuesta trabajo admirar por miedo a equivocarse, y le cuesta trabajo querer, por temor a que la persona elegida, o la censura de los demás, la hagan sufrir. Se predica la cautela en nombre de la moralidad y de la sabiduría, y el resultado es que la generosidad y la aventura se descorazonan. Todo esto tiende a producir timidez y odio contra el género humano, pues las personas pierden en su vida lo que es fundamental: una actitud alegre y expansiva frente al mundo (lo que para el noventa por ciento constituye una condición indispensable). No hay que suponer que los llamados inmortales sean, en ese aspecto, superiores a quienes no lo son.
En las relaciones sexuales es frecuente que no exista un afecto positivo, y no es raro que en ellas exista una positiva hostilidad. Tal es el caso de quienes no se entregan graciosamente y pretenden huir de su soledad permaneciendo intactos y, por lo tanto, estériles. Estas experiencias no tienen valor fundamental. No digo que deba huirse de ellas en absoluto, porque podrian perderse ocasiones de encontrar un afecto mas profundo y valioso; pero sí afirmo que las únicas relaciones sexuales que tienen valor real son las que no admiten reticencia alguna, aquellas en las que la personalidad mutua se funda en una nueva personalidad colectiva. De todas las formas de cautela, la cautela amorosa es probablemente fatal para la verdadera felicidad.

Bertrand Russell.

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