Hoy tenemos elecciones en el estado, los comicios han levantado gran expectativa debido a la inesperada fuerza de convocatoria que ha tenido el PRD en la entidad. Es un domingo soleado, pero también es día de comercio, por algo el mercado de Huejutla es uno de los más antiguos de la región, de hecho se tienen datos de haber sido un centro de intercambio comercial desde épocas prehispánicas.
Ayer nos reunimos los amigos, por la tarde me fuí a nadar, el clima no ayudó mucho porque se nubló y soplaba un viento fresco que no nos permitió permanecer tanto tiempo en la alberca. Por la noche nos devanamos los sesos pensando en un lugar en donde pudiéramos abastecernos de ese amargo líquido de la cerveza, que tanto apreciamos los huaxtecos. Terminamos en la casa de Ángel con una extraña bebida, mas bien fermento, al que bautizó como piwiñada o algo así, mezcla de agua ardiente, piloncillo y nanchi, una fruta tropical de sabor cítrico. Realmente era una bebida peligrosa, al paladar resulta agradable por su fuerte sabor agridulce pues lo combinamos con jugo de uva.... Una noche muy extraña, me metí en un estado contemplativo que hacía mucho no experimentaba, desde la terraza de Ángel observaba la calle, el mareo por la bebida y el cansancio me hicieron retirarme temprano. En el taxi el chofer había puesto una selección de música elctrónica un tanto comercial, contagiosa, las calles solitarias facilitaban el manejo libre, arrebatado del conductor, quien parecía conectado con los beats de la música, las luces de neón y los publicitarios pasaban a gran velocidad, me sentí en un viedo de chemical brothers, deseaba que el camino a casa se alargara indefinidamente, pensé en gastarme el poco dinero que me sobró para dar vueltas por la callada ciudad con aquél ritmo que hacía latir con fuerza mi corazón, pero me contuve. La ausencia de gente en las aceras hacía parecer distinta la ciudad, aquí donde el calor invita a reunirse a tomarse unas cervezas, socializar y erotizarse en una fiesta que se prolonga hasta el amanecer. La noche de ayer parecía sospechosamente tranquila.
Mañana regreso al estrés de trabajo, la mala vibra de las compañeras y la jefa, nuevamente ansiar el fin de semana, volver a encontrarse con los amigos, comentar lo sucedido durante el breve espacio en el que dejamos de mirarnos, salir a bailar o reunirnos a mirar la luna desde la azotea del edificio de apartamentos en el que vive mi madre.
Sólo vivo de los viernes, esto me mantiene vivo: los amigos.
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