viernes, noviembre 17, 2006

He navegado sin rumbo, solo y sin saberlo;
he marchitado al tiempo con mis desplantes y sonidos,
he padecido el vértigo de la muerte en cada lágrima de mis noches
pero hoy me he dado cuenta que copntigo
la soledad es felicidad eterna.
He sacrificado al amor para renegar de su existencia
he maldecido a mi suerte, siempre que me ha traicionado
pero con tu presencia hermano mío
hasta el mismo infierno
es dulzura y mis noches sabor a melancolía.
Mario Rodriguez.
Ignoro la cita, es una dedicatoria en un obsequio que mi amiga Yuvi me trajo hoy.

4 comentarios:

翼のおれたエンジェル dijo...

Estimado Homo Rodans

Ahora que estás haciendo citas textuales, tengo una perfecta para estos tiempos de derechos y sociedades de convivencia. Solo hay que adaptar el texto de Shakespeare a la situación actual:

(La intolerancia) Ha arrojado el descrédito sobre mí, me ha impedido ganar medio millón, se ha reído de mis pérdidas, se ha burlado de mis ganancias, ha menospreciado mi condición, ha difucultado mis negocios, enfriado a mis amigos, exacerbado a mis enemigos; y ¿qué razón tiene para hacer todo esto? Que soy homosexual. ¿Es que un homosexual no tiene ojos? ¿Es que un homosexual no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un hetero? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos haceís cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis ¿no nos morimos? Y si nos amamos ¿No tenemos derecho a unirnos en Sociedades de Convivencia?

Saludos
Angelín

Remo dijo...

Eso es fidelidad.

Saludos fieles.

El Zórpilo.

Margarida V dijo...

maravillosas palabras, me encantaron

Anónimo dijo...

Hola a todos... Las pasiones y los deseos congelan los sentidos de los q' disfrutamos de los pasajes ricos en virtud q' llenan nuestra alma de los mejores sentimientos, recuerden NO existe cosa imposible sino personas incapaces. J. Oriad