miércoles, abril 26, 2006

La cosmovisión de los huaxtecos.

Los huastecos desarrollaron una ideología y una religión propias, basadas en una cosmovisión que comparte rasgos con Mesoamérica.
Los símbolos grabados en pectorales de caracol, decoración de vasijas y esculturas, la tradición oral, noticias y ceremonias religiosas actuales, han permitido un acercamiento al misterioso mundo de la cosmovisón huasteca.
Es posible que los huastecos compartieran la idea acerca del origen del universo, sobre un tiempo en el que no había tierra ni cielo, sino mar y oscuridad y todo estaba en suspenso. Luego, los dioses tomaron un pez semejante a un lagarto y lo partieron en dos; de una mitad crearon el cielo y de la otra la tierra. Este pez se llama Zipac en nahua o Dhipaak en teenek.
El cosmos se concebia como un todo orgánico, dividido en planos que se intercomunicaban entre sí por medio de cinco árboles, colocados uno en cada esquina y uno más en el centro.
Los teenek de San Luis Potosí piensan que el mundo es sostenido no por árboles, sino por hombres que murieron ahogados. Cada año esos hombres se rompen y son relevados por otros que murieron de igual modo. Los hombres rotos se van al Muxi o paraíso del oriente.
El cosmos huasteco se compone de tres planos: uno inferior o inframundo habitado por los muertos y los dioses de condición fría; el plano intermedio o terrestre poblado por los seres humanos; y el plano superior o celeste, morada de los dioses de la naturaleza caliente.
Los tres planos están en constante comunicación a través de un intercambio de fluidos, representado por un par de serpientes entrelazadas que reproducen el movimiento helicoidal, situadas en el centro del sistema.
Esta idea tripartita del universo sigue vigente en los pueblos indígenas de México, e incluso entre la población mestiza y urbana, representada en los altares.
El altar se compone, básicamente, de una mesa y un arco de flores. La superficie de la mesa representa el plano terrestre, el espacio entre la patas, el inframundo; el arco, el plano celeste; y las patas de la mesa representan los árboles u hombres cargadores.
Con algunas variantes, todos los altares de muertos tienen el mismos significado. Se arman en una fecha especial, en el que los tres planos cósmicos entren en comunión, permitiendo a los seres del inframundo y del cielo (ánimas y santos, en la actualidad) manifestarse en el plano terrestre.


Arroyo, Artemio; Guemes, Román; Pérez, Juan Manuel; Ramírez Gustavo. La Huasteca: una aproximación histórica. Ediciones del programa de desarrollo cultural de la huasteca.

jueves, abril 20, 2006

Papá Andrés.

Mi abuelo, a quien cariñosamente le llamamos papá Andrés, muestra en su rostro la severidad de los años, su atlético cuerpo caoba semeja el talle de un árbol maravillosamente habituado a la vida en el campo. Pardo de carácter, es un hombre esquivo al que conozco de a ratos.
Huérfano a temprana edad, se abrió paso por la vida con estoicismo. El hambre, el sudor y el hartazgo cotidiano los minorizó con disciplina, quizá por ello sus hijos aprendieron a respetarlo antes que amarlo.
Mis recuerdos de niño lo evocan sentándome en sus rodillas, jugando a montar en caballo. Me enseñó a espantar a las mujeres de la casa, sujetando en mis manos las patas de un hinchado sapo y acercándolo a las aterradas caras de mis tías que a esa hora seguramente cocinaban la cena en la cocina de adobe. Era un experto en dormir a los cerdos que críabamos, rascándole la panza o jugueteando con los pezones de las hembras, haciéndo a estos desconfiados animales un manojo de ansiedad por dormir y dejarse caer.
Aún con lo agradable que era visitar a la familia cada vez que en la escuela había vacaciones, no quedé excento de ser tratado con firmeza. Cuando desgranábamos las mazocrcas, le contrariaba que los granos rebotaran fuera de los costales, así que nos obligaba a recogerlos con él, uno por uno; el maíz es sagrado y costaba muchos esfuerzos obtenerlo.
Reía sardónico al mirarnos extenuados cuando cargábamos un tercio de leña sobre nuestros escuálidos hombros citadinos, tambaleándonos por las veredas rumbo al pueblo. O cuando en la milpa el sudor mezclado con las vellosidades de las matas de maíz nos causaban fuertes alergias en la piel, nos miraba como diversión de circo barato. A veces nos hacía caminar por terracerías que nos condujeran a poblados lejanos a fin de hacer la compra y venta de cerdos, mismos que eran enlazados y transportados por mi hermano y yo, tratando inutilmente de apaciguar la rebeldía de éstas fétidas criaturas, que al final de la jornada nos dejaba aturdidos por los berridos y sin fuerzas en las manos. Entonces se compadecía de nosotros y nos recompensaba con un agua fresca comprada en la esquina de la plaza del pueblo. Sobre un mantel de plástico con motivos florales, descansaba un vitrol con el ansiado líquido endulcarado, y en fila los improvisados vasos sacados de las veladoras consumidas de los altares hogareños de las vendedoras de aguas. Como satélites, las abejas zumbaban a rededor de los puestos, persistiendo hasta entrar a los vitroles y morir en un festín de dulce néctar.
El misterioso viejo de mi infancia desaparecía a menudo y solo le veíamos en el anochecer o a las horas en que la familia se sentaba a consumir sus alimentos. Ya crecido descubrí que esas desapariciones obedecían al espíritu viajero en mi abuelo, mismo que heredé en forma de pasión por el desplazamiento, los viajes y la aventura de abrirse al mundo. Era muy conocido en el tianguis semanal por su jocoso sentido del humor con las mujeres. Suele llegar a la plaza con un cacahuate en la boca, sostenido con los dientes, mismo que conserva sin pelar mientras se detiene a curiosear con los mercaderes, saluda a la señora del pan, coquetea con la chamaca de las frutas, discute con los hombres que venden el maíz, se pone serio con la abuela de los comales y las veladoras. Cuando el gentío mengua, mi abuelo compra un litro de cacahuates que durarán hasta el próximo tianguis y repetirá la misma rutina.
En temporada de pitayas subía a los árboles y cuidadosamente sacaba su inseparable navaja, para cortar unas pocas que nos ofrecía, las cuales comíamos con infantil gula, maravillados con los fushias, los rojos, los verde tierno y los amarillos de este excéntrico fruto torpical.
También nos llevaba a poner trampas con bejucos y sogas para capturar aves en los montes, entonces nos pedía lo imposible, no movernos y no hablar, en el sofocante calor veraniego de la huasteca. Huelga decir que nunca logró capturar nada en nuestra presencia.
Adoraba cuando nos ofrecía un concierto silbando en una lisa hoja cortada en el jardín, nos tocaba la adelita, la cucaracha sin desafinar una sola vez.
Hoy en la mañana mi abuelo nos visitó. Al mirarme fumar un cigarro me pidió que me acercara:
-"¿sabes fumar?"
-si papá Andrés, sé fumar.
-"Entonces saca humo por las orejas y te doy $20.00 ándale, pero ahorita, te doy $20.00, aprovecha."
y me sonrío con su nueva dentadura y esa mirada pícara.

lunes, abril 17, 2006

"Creo que todos necesitamos vivir en ambientes atractivos así como buscamos relacionarnos con gente que ejerza un tipo atractivo de pensamiento; que tenga el clima espiritual necesario para hacernos agradable el encuentro."
Luis Barragán.

miércoles, abril 12, 2006

Tampico night!

Aproveché el ligero fresco marino que invadía al puerto en la noche para conseguir una pulcera del set que dará infected mushroom esta noche, antes de que el dinero se me terminara. Caminé por las oxidadas calles que consumían mis pasos presurosos. Una decrépita cajera del OXXO no tenía ni la mas puta idea de lo que le estaba preguntando, mascuyó con apatía y decidí salirme maldiciendo que las puertas no fueran frágiles para azotarlas con toda mi mala leche. Ni modo, tenía que conseguir la entrada así que recorrí las plazas. En el jardín frente a catedral merodeaban chacalones, chichifos y divas que especulaban en las carnes de los que transitaban a deshoras por ese terruño del que se habían apoderado. Nada interesante, la búsqueda me frustraba aún más porque nadie parecía entender mis palabras, las preguntas se repetían con un ligero toque de hastío por el monótono discurso.
Abatido, malherida mi suerte, me dirigí al Ricardos bar, un antrucho de mala muerte que un amigo documentalista me recomendó a principios de año y del que me hice asiduo cliente cada vez que vengo al puerto. La extensa flora y fauna de freaks tampiqueños acestaban la diminuta pocilga decorada con posters y souvenirs del atlético América... al entrar todas las miradas me examinaron, mis rotos y desgastados jeans contrastaban con los trapos seudo fashion de los parroquianos, en la rockola sonaba mónica naranjo, me colé en un pequeño espacio libre de la barra, no había lugar, pronto, una cerveza, montejo por favor, la bebo de prisa, quiero sacarme este agrio sabor de boca con mas amargura, quizá así logre anesteciarme.
Me pongo paranoico, todos me miran, otra cerveza, por fin se desocupa un lugar donde no estorbo el paso de los meseros. Alguien pone a Metálica en el reproductor, me distraigo mirando el video, agito mi cabeza como miro hacerlo al guitarrista en cada riff, me siguen mirando. Continua la misma música sosa que hace bailar a una pareja de lesbianas a mi lado, una de ellas agita su melena y me parece una hembra maravillosa, bramando encelada, intento pedir mi tercer cerveza, alguien se adelanta y me envía mas agua mareadora. Indago con el mesero: te la invita el de allá. Gesticulo un salud a la distancia. Sigo pensando en cómo conseguir la entrada para esta noche. Sé que quiere acercarse.
El tipo se aproxima, es una persona madura, me palmea la espalda, me interroga, respondo con flojera, me invita a sentarme con él. Más cervezas, me presenta a su "amigo", coquetea conmigo, me río, insiste en convertirme en un florero. Propone ir a la playa. Cambia de planes, me invita a su departamento. Voy al baño, te acompaño, espera, dame un beso, es que no te puedo besar en público, tengo que mantener mi imagen, me vuelvo a reír mas fuerte. Su amigo me examina, estás muy rico papi, gracias, no en serio, ok. Salud entonces, bebemos.
¿Quieres que vayamos tú, mi amigo y yo? me da igual. Su amigo se tambalea y baila como poseído. Nos vamos, una patrulla nos detiene, todo está bien, soy abogado, que bueno, conversaciones que no entiendo, me concentro en la ciudad de noche. Entramos a la casa, es pequeña, se desnudan, los beso alternadamente, se escuchan nuestras respiraciones agitadas, sudor, quejidos, sombras, yo quiero, ponte un condón. Me gusta como besa su amigo, me concentro mas en él, llegan al clímax ruidosamente, prendo un cigarrillo con apatía. ¿Quieres cenar? no. Me tratan con mucho interés, no me acostumbro a ser tratado con cordialidad. Busco al amigo, nos besamos, el se da cuenta que ya perdí el interés. Vamos a dormir, entro a la habitación del amigo, charlamos, presto me hace confesiones a medias. ¿Cuánto me vas a cobrar? me río estrepitosamente, en franca carcajada, creen que soy un chichifo. Es amor al arte. Tenemos sexo, salvajemente, sudamos, adoro la textura de la piel macerada con ácidas gotas de sudor. Abrazame.
¿Cuándo te vas? mañana, que lástima, dame tu número, anótalo. Se baja del coche pero antes me besa tiernamente. Camina sin mirar atrás. Su novio me acerca a la ciudad, me confiesa cuánto le ama. Yo no digo nada, pienso en una promesa que comienza a envejecer. te veré de nuevo.

jueves, abril 06, 2006

El calcetín de la genial Astrid Ahad

ya no soy lo que antes era
ni lo que solía ser
soy un cuadro de tristeza
arrimado a la pared

como si fuera un clacetín
me pisas todo el día
en el suelo me traes
arrastrada por tu amor

como si fuera un calcetín
ay tirame cuando esté rota
que en las cosas del amor
en las cosas del amor
no hay manera de surcir

un calcetín .... ay amor
un calcetin... eso soy yo para tí
un calcetín .... ay amor
un calcetin... como si fuera un calcetín
ay tirame cuando esté rota
que en las cosas del amor
en las cosas del amor
no hay manera de surcir

como si fuera un clacetín
me pisas todo el día
en el suelo me traes
arrastrada por tu amor ay ay ay ay

como si fuera un calcetín
ay tirame cuando esté rota
que en las cosas del amor
en las cosas del amor
no hay manera de surcir

un calcetín .... ay amor
un calcetin... eso soy yo para tí
un calcetín .... ay amor
un calcetin... como si fuera un calcetín
ay tirame cuando esté rota
que en las cosas del amor
en las cosas del amorno hay manera de surcir

un calcetín .... aaayyy ay amor
un calcetin... aaayyy eso soy yo para tí
un calcetín .... ay cosita
un calcetin... surceme mi agujerito
un calcetín... suavecito
un calcetín... mi hilito, mi agujita, mi alfilercito, mi tomatito, mi huevito frito frito, mi ahuacatito, mi pechuguita ay ay ay ay
suavecito.....

sábado, abril 01, 2006

Caricia ocular.
Estos pequeños son un par de hermanitos, hijos de una compañera alfarera de la comunidad de Oxtomal, en mi tierra adoptiva, y aunque no entiendo sus historias, sus chistes y sus diálogos por la diferencia de idiomas, eso jamás impidió que jugáramos ni que me regalaran estas hermosas sonrisas.

49

(cancionero:5)

Llevando un ramo
de flores silvestres
(y un coyote
sobre mis huellas)
he cruzado el mundo
de los vivos
para decirte: me gustas.

Y sí, en el grado cero
de mi corazón
esas dos palabras,
austeras como
un patio de cipreses,
bebieron dichosos
un veneno conyugal
para poder decirse
con todas sus letras.

Ahora que sabes
algo de mis gustos,
podrás llamarme
discípulo de tu penumbra,
planeta de pensar en ti,
alquimista de un día de octubre.

Ernesto Lumbreras.

19

(cancionero:1)

De tu buen amor
lo quiero
todo.
La mitad
no me sirve.

Vengan (pues)
tus celebraciones
líquidas
y sus garzas
pensativas.
Dame todas
tus sales
y tu mirar lejos.

Acércame
tus manos
que saben mokarse
en un prado
con muchos grillos.

Ernesto Lumbreras.