martes, febrero 07, 2006

Estoy muy emocionado. Hoy fué mi primer clase de alfarería tradicional. En la Huaxteca la producción alfarera se remonta a épocas prehispánicas, cuyas evidencias muestran que se producían obras en barro desde el periodo clásico. Las técnicas y conocimientos han sido transmitidas de generación a generación a través de la tradición oral y el involucramiento de los niños en el proceso creativo, motivo por el cual persiste hasta nuestros días.
En este rubro,son famosas las piezas de la comunidad de Chililico, congregación vecina al municipio de Huejutla.
Los artesanos de Chililico emplean cinco o seis herramientas en el proceso de producción. Dos son de barro manufacturadas por ellos mismos; otra es un pequeño tramo de lámina de fierro en el que se han hecho resaques con un esmeril y que usan para dar forma y cortar el barro. Utilizan también un fragmento de piel curtida para alisar la superficie de sus esculturas. Otro de sus utensilios es la pluma de gallina; la usan para decorar. Al pintar, la pluma se desliza por la superficie, y al aplicar color con toques repetidos, la pluma y la mano parecen hacer un ligero aleteo.
Los motivos representados abundan en temáticas florales, y se dice que las grecas y ondulaciones en el trazo son representaciones de lugares míticos o accidentes geográficos que representan poblaciones.
Cuando llegué al improvisado taller en la comunidad de oxtomal, me impresionó la cantidad de mujeres convocadas, al parecer esta actividad es mas propia de las mujeres. Toño y yo éramos los únicos alumnos varones aparte del instructor. Encontramos que nuestras compañeras son adolescentes madres de familia y mujeres de la tercera edad. Todas vestían humildemente, con fuertes colores y abundantes plegados por todo el vestido. Los niños corrían por todo el espacio, descalzos, con su piel ceniza, muy sucios. Las madres más jóvenes en un nudo se ataban a sus bebés en la espalda mientras se concentraban en sus labores.
Muy pocas hablan español, y para mí fué difícil comunicarme con todas. Muy atentas me compartieron unos buenos trozos de barro para comenzar a trabajar en mi molde o "matríz" que usaremos para reproducir en serie unos girasoles.
La "gente de razón" (los mestizos), que es la palabra con la que el indio nahua del norte hace una diferenciación entre el grupo de iguales y los extranjerosque, que se involucra en actividades del orden popular o folklórico, es siempre visto como una curiosidad y con recelo. Yo no fuí la excepción, mis compañeras juzgaban mi trabajo insistentemente, compartían algún comentario en náhuatl y reían nerviosas mirándome de reojo.
Aunque mis compañeras de mesa de trabajo afirmaban no haber tenido experiencia previa con el manejo del barro, la forma en que alisaban las formas, en que modelaban y perfeccionaban sus obras me parecía sorprendentemente natural como para creerles. Lo hacían con una parsimonia envidiable, que me hacían avergonzarme al comparar mi raquítica obra.
Tengo mucho que aprender y ese reto me entusiasma.
Jhonny, el instructor, es un jóven nahua de Chililico, el único de tres maestros que aún persiste en la instrucción de su arte. Con el conversábamos a cerca de que los proyectos de gobierno (el ICATIH, es quien promueve el curso) en un prinicpio habían apostado por la capacitación de los alfareros para que sus productos obtuvieran un nivel de calidad aceptable en un mercado de exportación, sin embargo, con los cambios administrativos de esta dependencia, poco a poco los recursos de becas y estímulos a los creadores fueron desapareciendo, por lo cual la produccipon estpa destinada a ser solo una pieza decorativa de mediano alcance. Creo que estas políticas son una demostración de que al arte popular mexicano se le quiere anclar, cortando de tajo las oportunidades de experimentación que lleven a este arte mal llamado "menor" a un mercado internacional. El mensaje es claro: "al indio hay que dejarlo como está".
Apostar por proyectos que mejoren la calidad de la producción artística, deviene en múltiples beneficios creativos, económicos, regionales, culturales y sociales. Lo que observamos es una falta de compromiso serio por mejorar la calidad de vida de nuestra gente.
Tengo mucha fé en que los artesanos alfareros se inclinen por la autogestión, y que nuestra identidad huaxteca trascienda el ámbito local sin perder el conocimiento legado por nuestros antepasados. En nuestros días resistir a la globalización nos obliga a mirar nuestras raíces y nuestra identidad, acogiendo solo lo que nos conviene con responsabilidad.

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