jueves, agosto 16, 2007

León Amigo.

A Leonardo lo conocí muy poco tiempo, de ese que utilizamos para hacer cuentas cronológicas y nos lo hacemos escenario para transcurrir y decir que las cosas están lejos o cerca. Para mí y para los que tuvimos la fortuna de encontrarlo en el camino, él siempre estuvo muy próximo, tenía la cualidad de estar siempre presente en nuestros pensamientos, en nuestras memorias, en nuestras actividades, y sin embargo el nunca quizo ser indispensable para nadie.



Por eso cuando me enteré de su muerte me solté en un llanto incontrolable, matutino, alcoholizado. Sentí que se nos morían las esperanzas, la lucha siempre justa y necesaria, me sentí en una orfandad desesperante. Y ahí me di cuenta de la magnitud de mis admiraciones. En secreto le envidié la calidad humana, esa que poseen los seres que no le tienen miedo a nada, ni siquiera a la muerte, y por tanto se la pasan viviendo auténticos, sin concesiones, maravillados con el nuevo amanecer, con la muerte del día.



Recuerdo ahora su cabello blanco y sus ojos altos. Esos ojos en los que me perdía imaginando que miraba un viejo roble nevado, al que las muchas nieves, los muchos fríos, los muchos días, la mucha muerte no habían logrado aún derribarlo. Ingenuamente creía que el nunca se moriría. Por eso me enojé con él, porque se murió sin pedirme permiso, se marchó sin despedirse y yo creyendo que algún día iba a emparejar mis pasos con los suyos.
Y ahí es donde está su herencia. Defender a los marginados, a los estigmatizados, a los que mueren en el olvido, en el silencio, en la vergüenza. Nos ha inspirado a redoblar esfuerzos, a levantar las voces, a ser prudentes y astutos. Dudo mucho que existan otros Leonardos en el Instituto Mexicano de Seguridad Social, cuestan muchos años de experiencia, de ensayo y error, de calidez humana, de sueños y esperanzas para que aparezca uno de ellos.
Leonardo, yo pensaba que ibas a ser un viejo león jamás enjaulado, jamás domesticado, y ya lo vez, tus huesos cansados se han doblado, tus carnes ahora comienzan a formar parte del polvo y yo me como las tripas de dolor, de zozobra. Te voy a extrañar mucho querido amigo, y no hay nada en este mundo con el que te pueda pagarte lo que hiciste por mi y por la gente que amo, no encuentro la forma de rendirte homenaje sin caer en el sentimentalismo barato. Te merecías morir así, sin dolor, sin agonía, sin despedidas inútiles.
Que sean mis lágrimas mi mas profunda muestra de agradecimiento.
Pronto nos encontraremos querido amigo.

3 comentarios:

Panchalli dijo...

Homo Homo cuantas cosas en tan poco tiempo, y yo..me quedo sin palabras para ti. tqm

Edgar López dijo...

Solo recuerda que la gente muere realmente cuando la olvidamos, cuando mandamos al limbo toda su obra.
Mientras sean fuente de inspiracion y de motivacion nunca moriran.

Saludos

ka! dijo...

No mames...a tí hay que leerte con calma..me cae de a madre.