martes, julio 10, 2007

Huaxteca supermarket.

cuando pienso en un super mercado, inmediatamente pienso en un estacionamiento inmenso colmado de carros estacionados, un almacén gigantesco cuyos anaqueles saltan a la vista ofreciendo toda suerte de artículos consumibles, necesarios o no, eso depende del grado de jodidéz económica del que los contemple. cajeras sonrientes como idiotaz, interesadas en que uno consiga todo lo que le hace falta ahí, y si no está se lo buscamos.
Interminables pasillos, carritos de supermercado (a los que siempre le fallan las ruedas) de marcha lenta, hechos a propósito así para ir viendo pausadamente la mercancía y tentarnos a salirnos del presupuesto para gastarnos los centavos del mes. Música suavecita, preferentemente un jazz easy listening escapando de los altavoces, personal perdido en ese laberinto de consumo es requerido con premura en locaciones tras bambalinas.
pero en la huaxteca ir al supermercado es otro panorama. De entrada a los cajeros les dá igual si compras o no en la tiende que los contrata. Solo atiene una caja registradora, la cola duplica y triplica su tamaño en poco tiempo. La música es guapachosa, populachera, lo mismo suena un pasito duranguense, los éxitos de selena o alguna de esas "rolas clásicas del rock", por supuesto en inglés.
aquélla tarde me acerqué al área de congelados. Tenía mucha prisa, así que me olvidé del entorno y fuí directo al refrigerador a tomar lo que necesitaba, cuando unos pies descalzos saliendo de un calzón de manta blanquísima se encontraron con mis zapatos lustrados. Un anciano acarreaba del refrigerador unas botellas de coca-cola. Quedé impactado con la imagen: unos refrigeradores modernos como fondo, se cerraban al momento en que un indio encorvado le daba la espalda, proveyéndose de gaseosas, con sus pies descalzos y su ropa impecable de suave manta.
Desde entonces me gusta ir al supermercado, me he encontrado a perros callejeros dormitando debajo del ventilador de la entrada, durmiendo plácidos, sin molestias, sin la amenaza del calor exterior, de la perrera municipal, del atropellamiento de los carros.
Hace rato una mujer de duros pómulos y ojos razgados también dormía, sentada en el piso, esperando a su familia que compraba la despensa, extendía sus pies resecos, maltratados, retadores. Cabezeaba somnífera, su vestido verde limón, luminoso, chispiante se balanceaba y otras mujeres se le unieron a la catatonia. Acurrucadas, asemejaban gruyas dormitando a medias, de vez en cuando despertadas por el ruido de unos pasos acercándose, o de un teléfono celular sonando letárgico.
Me encanta la forma en la que un pueblo, un grupo, se apropia de los espacios, imprimiéndole su identidad cultural, su idiosincracia, sus costumbres y tradiciones. Ir al supermercado en la huaxteca es encontrar resistencia cultural, contraste, conflicto, historias e imágenes que rompen con los estereotipos y con los esquemas. ¿no quieren acompañarme a comprar la despensa?

2 comentarios:

Alfonsina dijo...

Jajajaa!!!

Feliz te acompañaría por esos lados, lo que es por acá, odio entrar a esas pérfidas construcciones gigantezcas, donde se te pierde el m undo por intentar comprar un puto huevo...bueno! así es vivir en este Santiago capitalista... Veo que va mejor tu corazón, ánimo y espero que te hayan llegado las instrucciones de los vínculos vía mail.

Otro beso

Alfonsina (...Cicuta O Maleza?...)

Panchalli dijo...

he hey en este post acabo de encontrar inspiracion para unas fotos :) gracias!! jeje saludos!!