Los días festivos realmente me dan flojera, yhabrá quien me tilde de amargado o un mal agradecido e insensible, pero es que no me nacen las "fechas especiales" que el común de la gente toma con verdadero fervor y algarabía.
En la mañana que salí del departamento observé las calles volcadas de imperecederas flores de plástico, reflexiones grabadas en cartón, enseres domésticos con llamativos moños, gente apiñonada en los recuerditos alusivos al día de las madres, en el aire sonabam canciones dedicadas a la progenitora, serenatas, poemas declamados con ferviente devoción. Toda clase de regalo impensable para honrar la sacralidad virginal de las madres del mundo.
Y no pude evitar sentirme tonto caminando en ese mar de ávidos consumistas. Ruborizado caminé hasta el mercado, avergonzado de mi mismo, pues a pesar de oponerme a estas prácticas, mi educación desde la infancia con los festivales escolares del día de las madres, ls poesías memorizadas, las manualidades consagradas para ofrendarlas a nuestras progenitoras, me hicieron sentir culpable de pasar por alto el festejo.
Y es que a final de cuentas, las madres necesitan tan poco para hacerles sentir amadas, basta un detalle casi insinificante para que se derramen en lágrimas, en palabras amorosas de sorpresa, satisfacción y honra. ¿porqué negarles la ilusión?. Compré un ramo de flores, las favoritas de mi madre y furtivo, casi queriendo que la gente no me mirara andar por las calles con mi ramo, me dirigí a su encuentro. La felicidad en sus ojos hizo que mis valores traicionados cobraran sentido.
En la mañana que salí del departamento observé las calles volcadas de imperecederas flores de plástico, reflexiones grabadas en cartón, enseres domésticos con llamativos moños, gente apiñonada en los recuerditos alusivos al día de las madres, en el aire sonabam canciones dedicadas a la progenitora, serenatas, poemas declamados con ferviente devoción. Toda clase de regalo impensable para honrar la sacralidad virginal de las madres del mundo.
Y no pude evitar sentirme tonto caminando en ese mar de ávidos consumistas. Ruborizado caminé hasta el mercado, avergonzado de mi mismo, pues a pesar de oponerme a estas prácticas, mi educación desde la infancia con los festivales escolares del día de las madres, ls poesías memorizadas, las manualidades consagradas para ofrendarlas a nuestras progenitoras, me hicieron sentir culpable de pasar por alto el festejo.
Y es que a final de cuentas, las madres necesitan tan poco para hacerles sentir amadas, basta un detalle casi insinificante para que se derramen en lágrimas, en palabras amorosas de sorpresa, satisfacción y honra. ¿porqué negarles la ilusión?. Compré un ramo de flores, las favoritas de mi madre y furtivo, casi queriendo que la gente no me mirara andar por las calles con mi ramo, me dirigí a su encuentro. La felicidad en sus ojos hizo que mis valores traicionados cobraran sentido.
1 comentario:
Estimado Homo Rodans:
Es inevitable, ¿Cómo negarle a ese ser tan hermoso un detalle en su día?, aunque muchos a diario la abracemos y besemos, ni siquiera un ser tan despreciable como un Zórpilo podría pasar por alto esa fecha, simplemente no tendríamos entrañas si hiciéramos algo así.
Saludos.
El Zórpilo.
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