lunes, octubre 28, 2013

Partería nahua: vocación de servicio.


Teresita de Jesús Oñate Ocaña.
 

“Yo sueño, una señora me dice cómo voy a hacer”: María

“A los diez años lo levanté de curandera, soñé, se hinchó mi cara y mi cuerpo, mi papá buscó con quién me curara. En Tehuetlan, un señor de ahí, Tepechichi, le dijo a mi papá: tu hija trae un buen tonal, tiene que seguirlo ya de una vez”: Ana María

“Lloré en el vientre de mi madre (…) mi madre también (…) y un hijo también (…) lo traemos de herencia (el ser partera y curandera)”: Francisca

De diferentes maneras se inician como parteras, muchas veces sufrir una enfermedad grave es la que las marca y una vez que reciben el trabajo lo deben realizar, no lo deben dejar, pues pueden volver a enfermar e incluso morir.

La partería nahua implica una constante recreación de su cultura, una forma vital para mantener y desarrollar sus costumbres, su espiritualidad, su identidad.

Cuando las llaman para atender a una mujer, las parteras nahuas empiezan por confirmarles si están embarazadas: sus manos saben, diría Anita, y distinguen cuando el útero está crecido. Después vienen las sobadas y revisiones de las pacientes.

Si tienen paciente ya no salen de su comunidad pues están al pendiente de cualquier eventualidad. Su responsabilidad es estar disponibles para cuando se necesite. Las curanderas y parteras conocen de yerbas que logran detener al bebé cuando hay sangrados durante el embarazo. Con sobadas disminuyen algunas de las molestias que se llegan a sentir durante el embarazo. 

También conocen plantas medicinales para infecciones urinarias y vaginales que no dañan al bebé que se está formando. En este tiempo aprovechan para aconsejar al esposo y a la familia de la paciente, pues el maltrato a la futura madre afectará al bebé. Muchos no les harán caso, pero no por eso dejan de dar sus consejos y platicadas a la familia. En el momento del parto, vienen los rezos, las veladoras y las ceras. Piden ayuda de seres superiores, algunas le rezan a las Santas Parteras: Monserrat, Santa Ana, Isabel, Magdalena y Soledante. Como lo relata María Anita, “más antes le rezaban y ofrendaban a las apantenamej (señoras o diosas del agua). La partera hace oración antes del nacimiento del niño. Ora en la casa, en el arroyo (donde lavan la ropa) y en el pozo mismo. Para la oración, la partera lleva consigo tabaco, aguardiente, huevos crudos. Son ofrendas para las apantenamej que harán el favor de auxiliar a la parturienta”.

Cuando ya pasó el parto y el alumbramiento, fajan a la mujer y amarran al niño.
Hasta los siete días será el momento de otro trabajo importante de la partera: levanta al niño, ordena traer su cuna –una camita de madera que colgarán del techo de la casa–, y vuelve a rezar. Ahora le pide permiso a la Tierra para separar al niño y entonces crezca como debe ser “levantamos al niño con aguardiente y lo alzamos (…) rezamos a las santas parteras” (Ana María).

Algunos días después del nacimiento –según que ya haya maíz, frijol y todo lo necesario para hacer tamales–, la familia le pide a la partera que junte las hierbas para bañar al niño y a la madre. Este es el rito del maltiakonetsi o baño del niño. Es aquí donde la partera presenta al bebé ante la comunidad y todos comparten: el alimento: un tamal grande que se multiplica y para todos alcanza; el agua de yerbas de río, donde todos se bañan y sacan el calor; el copal, con su aroma sagrado que penetra el ambiente y los recuerdos de los presentes. La madre Tierra recibe y comparte aromas, alimento, tabaco y aguardiente, y en ella, la reciben y comparten todas y todos los que ya pasaron, los que también nacieron y que ya fueron sembrados. Todos estos ritos y sus significados siguen recreando la comunidad, aseguran la armonía con la madre Tierra y fortalecen la identidad nahua. 

Una vez que reciben el don, las parteras nahuas dedican su vida a servir a su comunidad y a quien solicite sus saberes. Muchas, con tantos años de servicio ya no saben cuántos niños han traído al mundo. “¿Noventa, cien?” dice una partera de Xochiatipan mientras sus ojos se entornan intentando dimensionar el trabajo de toda una vida, “axnijmati, no sé, los apuntaba al principio, pero después ya no… muchos”. 

 http://www.jornada.unam.mx/2012/12/15/cam-maiz.html

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