viernes, julio 15, 2005

Romance de una tarde.

Por las tardes,
cuando el alboroto de la oficina termina
y las máquinas cesan de ataladrar la vida,
llego a casa y me desvisto.
Con un cigarro en mano,
me siento a mirar la muerte del día.
Mis oídos se afinan
esperando el llamado a mi puerta,
mientras las nubes recorren sigilosas
el cielo ensangrentado.
Espero sin saber a ciencia cierta
a quién o a qué aguardo
desde inmemorables tiempos.
Pequeñas luces comienzan a dominar el paisaje,
entre antenas, cables
y aglomeración de concreto.
Cuando el sueño me alcanza
abandono apesumbrado mi tarea
en la penumbra,
y alcanzo la cama
como última morada
de otra noche vana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al morir el día acaba con el la última oportunidad. Para brindarnos al amanecer, su nacimiento, y con él una nueva vida.