lunes, abril 04, 2005

En un momento dado el niño siente que cuando él está presente sus padres están separados, que él es un intruso en la unión de sus padres. Esto, el hecho de haber nacido, lo carga de culpa. Y sobre esa culpa se le vienen a sumar otras que los padres cultivan: "Tengo que sacrificarme mucho para que tu vivas". Entonces, este sentimiento del pecado original que está recogido en el Antiguo Testamento, es algo congénito en el ser humano. Inexorablemente está con nosotros, pero no es terrible. Lo terrible son las consecuencias que puede llegar a adquirir. No es terrible porque es condición misma de la vida. La vida tiene un lado trágico y otro gozoso. Pero si los padres se encargan de recalcar este sentido de culpa que es el nacer-y de abandono también porque como el niño ha estado en el vientre materno y es arrojado al mundo- el ser humano vive casi siempre solo en medio de una sociedad casi siempre hostil donde hay que competir para lograr esto y aquello. Este sentimiento de soledad unido al sentimiento de culpa es lo que conforma el sentimiento trágico de la vida, que todo el mundo tiene.

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