Mi Señor, mi Maestro, a tí te saludo, ante tí inclino mi rodilla, Guía sideral, Gran Sabio, Señor de los que te buscan con corazón dispuesto. Señor de lo profundo y lo lejano. He aquí que penetro en tu santuario, en tu aposento, vida y muerte se mezclan en tu seno, Señor de los desposeídos, de los humildes, de los perdidos. Tus profetas se han desvanecido, se han fundido en tí, se convirtieron el leyendas; aparecen cuando no hay consuelo para señalarnos tus caminos, impacibles.
Oh Gran Señor! tus sacerdotes vigilan desde sus madrigueras, no hacen ruido... silencio, solo el silencio reina en tus horizontes, medito, medito para encontrarte. Vengo buscando tu sabiduría, tu conocimiento, ilumíname, dame a probar tu amargo cuerpo, elígeme a mí, dame tu ajenjo, Señor, dame tus ojos, dame tu mirada, extrañas figuras bailan y se cansan; he visto tus colores, tus espíritus, ví la luz y he quedado ciego, mis labios fueron calcinados por tu sol, ya ho hay palabras en mi boca, ni sonidos, ni suspiros. El sudor es mi delicia, mi alivio, permíteme ver la perpetua hoguera de tu sabiduría, de tu gloria y tu magnificencia. Hazme pagar el precio de tu conocimiento, mi amargo Señor, espinas y cardos serán mis aliados... dolor, ¡quebrántame con tu fuego, espinos y venenos!
Señor, muco he andado mas ¿qué son las distancias? ¿qué es el tiempo? si en ti me deleito, tu santo suelo me sobrecoge, arenosas caricias previenen tu risa. Padre de mis ancestros, abrázame con tu fuego, porque solo a tí busco con sencilléz de corazón. Nuestro Señor, quien guarda los secretos de nuestro pueblo, de nuestra raza, en los gajos de tu cuerpo concentras al universo, lo creado y lo porvenir, tu escudriñas nustros espíritus y los pesas, tu revelas nuestros sentimientos, a tí nadie te engaña, tu lo conoces todo, nada hay oculto para tí, permíteme mi Señor, si te place, ahora vivir en tu infinita sabiduría, déjame ser copartícipe en la fé.
Señor del desierto, crucifica mi cuerpo entre espinos , poca cosa es la materia, ahora vivo en el espíritu. De noche entuméceme con la frialdad de tus muertos, tendido en el centro de la nada, porque encontré tu mirada, porque al mirarte se me reveló el principio cuando vivían nuestros abuelos. Señor mpio, permíteme abandonar en paz tu santo templo, déjame ir con mis hermanos Señor, y hablar de las grandezas que he visto y comprendido en tus excesos. Derramaré tu sabiduría solo a los entendidos de corazón, a los humildes, a los buscadores de verdad, a los que aún tienen memoria, a los desposeídos, a quienes en los mas oscuro de su espíritu alguna vez contemplaron tu belleza cegadora. Mi Señor, mi principio y fin, mi amargura en la boca, mi dador de vista, mi Señor de lo sencillo, a tí agradezco las bendiciones recibidas. Mi hicurri bien amado.
Carlos A. Ramos.
2 comentarios:
Es ud. alma del desierto, conocedora de sus secretos y orgullosa de ese encanto...
No lo pierda, porfavor, no lo haga..
ahora entiendo, gracias a tu decleracion que-no importa ser parte de una minoria la verdad siempre sera la verdad.
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