María entonces se ponía a mendigar en la última curva antes de que el caserío apareciera en nuestros ojos. Tullida y vieja nos miraba victoriosa con el único ojo sano que tenía. Mi madre se detenía a intercambiar dos palabras y una moneda. Entonces María alzaba sus brazos cansados y dibujaba en el aire una cruz entrelazadas con bendiciones y alabanzas.
En el año de 1994 mi familia decide volver al pueblo. Abandonamos el árido paisaje potosino en una tarde de verano. Yo lloraba en silencio al saber perdidos los amigos, el primer amor, los objetos que tanto amaba y que hacía míos cuando salía a caminar por las plazas.
El "lugar de alacranes bajo las piedras" nos recibió con no menos lluvia. De los cedros emanaba un penetrante olor a verde y en sus copas florecía. En poco tiempo comencé a nutrirme de mi identidad cultural hasta entonces vista como mera curiosidad vacacional. Me supe huasteco y en los sones se volcaba mi corazón.
Entonces la preparatoria del pueblo no contaba con instalaciones propias, los cientos de jóvenes se acomodaban en el piso o en mesa-bancos en muy mal estado a recibir sus clases. Un aire jovial se respiraba en Tecolotitla, todas las tardes se organizaban justas de baloncesto, las mujeres se apresuraban para alcanzar un buen espacio en torno a la única cancha en las instalaciones de la escuela primaria, lugar donde los bachilleres tomaban sus clases. Las mas abusadas cargaban con pequeñas sillas de madera, tablones y botes donde descansaran sus humanidades. Latas vacías de manteca servían de tambores y entonces se improvisaban las porras, los vitoreos, las rechiflas al árbitro.
El pueblo comenzó a transformarse con la llegada de jóvenes estudiantes provenientes de todos los municipios circunvecinos. Las casitas de adobe fueron desenpolvadas y reparadas para dar alojamiento a la nueva comunidad estudiantil, la demanda de hospedaje y alimentación aumentó en poco tiempo y por lo menos en cada familia del pueblo se encontraban dos o más estudiantes alojados. En algunos casos se intercambiaba hospedaje y alimentación por mano de obra, fueron muchas las jovencitas que trabajaron en las casas como empleadas domésticas y otros tantos varones como jornaleros. Hasta muy altas horas de la noche aún se escuchaba el barullo de las conversaciones, las máquinas de escribir tecleando veloces los ensayos, los análisis, las teorías que al día siguiente estarían en boca de muchos. Los sonidos de la radio y el ladrido de los perros se desvanecían en los sueños.
Después se mudaron a la telesecundaria. En las faldas de la loma, serpientes humanas desfilaban y se conglomeraban en la pequeña reja de acceso a la escuela. La carrera era feroz por alcanzar una silla. las diminutas aulas abarrotadas de muchachos se despejaban hasta que los primeros luceros tímidamente hacían acto de presencia en el manto oscuro de la noche. Rezagados aparecían también las parejas de enamorados, ocultos entre los árboles y la maleza.
Para 1995 las instalaciones propias de la preparatoria "Francisco Villa" ya estaban construídas y se empezaba a impartir cátedras, patrocinados por el ejido quienes donaron una amplia extensión de tierras. Pero un movimiento estudiantil entorpeció la regularización de las clases, el pueblo lucía alterado, se bloqueó la también reciente carretera Atlapexco-Calnali, el portón de acceso a la escuela abarrotado de sillas, mesas, cadenas, lazos y toda suerte de obstáculos que impidiera el acceso a la institución. El director había sido secuestrado acusado de desvío de recursos financieros, entonces se rumoraba que había comprado propiedades en Acapulco, de sus negocios en Huejutla, se los múltiples vehículos y casas en el distrito regional. Sobornando a un grupo de estudiantes de guardia, logró escapar con rumbo desconocido. Las autoridades federales llegaron a hacer pronunciamientos nuevos y entonces el profesor Delfino Hernández Castillo quedó al mando de la escuela. Yo era estudiante de último grado de secundaria y pronto me vi involucrado en los bloqueos y protestas de la juvenil causa.
Su firmeza, férrea disciplina, amor al conocimiento y a las artes, marcaron la nueva época preparatoriana. Contagiados e inspirados por este renacimiento educativo experimentamos un orgullo creciente por nuestros logros. A pesar de tener carencias en muchos sentidos, teníamos la intención de aprender, de esforzarnos por sacarle provecho a los maestros, de trabajar en comunidad para beneficiarnos todos, de cada experiencia académica, amábamos pertenecer a ese bachillerato e incluso cuando comenzó la intención del pueblo, de expropiarse la escuela, los que en ese tiempo conformamos el consejo estudiantil nos opusimos con movilizaciones estudiantiles y serias discusiones en defensa de la autonomía de nuestra casa educativa.
3 comentarios:
Hermoso tu relato de verdad...
Te felicito por volver a la raíz y querer mejorar las cosas.
Sin embargo amigo, creo que debes de ser precavido, al parecer la forma en que operan las escuelas religiosas son: o sigues mis reglas o te vas, lo cual obviamente está cargado de ignorancia, fanatismo e intolerancia sin límites.
Mucha suerte.
Saludos con consejo.
El Zórpilo.
Creo que lo tuyo es loable, creo que muchos de nosotros salimos de la tierra (Chica o grande) con la intención de no regresar....
Personalmente no recuerdo cosas tan bellas del bachillerato...yo fuí de esos que pasaron de noche y al parecer mis experiencias fueron todo menos académicas..
Aun sigo pensando en tu caracter de hijo pródigo...un día quizá quisiera yo también regresar a Oaxaca....aunque aún no se cómo haré para hacerlo.
A veces solo queda la opción de apartar las manzanas podridas... si no hay intencion de cambio propia de la persona sumida en una adicción
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