“En Laramie, Wyoming, el odio no es un valor moral”, reza la leyenda que da la bienvenida a este pueblo estadounidense. El 6 de octubre de 1998 un crimen homofóbico consternó a la opinión pública, suscitó la indignación colectiva y decidió el pronunciamiento del presidente William Clinton a favor de una legislación federal para penalizar los crímenes de odio. Un día antes, el joven estudiante de 22 años Matthew Shepard había sido salvajemente torturado y colgado a una cerca, semidesnudo, abandonado a la intemperie de las bajas temperaturas del otoño. Pocos días después fallecería en un hospital de Colorado. Proyecto de un crimen, cinta producida por la cadena televisiva HBO y dirigida por Moisés Kaufman, a partir de una obra teatral suya, reúne numerosos testimonios de habitantes de Laramie, dramatizadas por actores reconocidos (Peter Fonda, Steve Buscemi, Christina Ricci), para integrar un docudrama que combina la crónica de los hechos con las reacciones encontradas entre los defensores de la memoria de Shepard y los no pocos detractores que procuran hacer de la víctima de un crimen el culpable del mismo, según la lógica de odio antihomosexual que lo acusa de haber incitado, con su conducta y sus pretendidos avances seductores, al indignación viril de sus asesinos, dos jóvenes de veinte años, condenados hoy a cadena perpetua.
Matthew Shepard se volvió rápidamente el mayor icono de resistencia gay a la intolerancia de fundamentalistas religiosos y de políticos ultraconservadores. El caso movilizó a la opinión pública y a miles de activistas en derechos humanos que fueron presión determinante para un acto de justicia que anteriormente se habría soslayado. Decidió igualmente la salida del clóset de gays y lesbianas en Laramie y sus vastos alrededores desolados, quienes muestran en la cinta una conciencia nueva a raíz de este hecho de violencia. Un episodio conmovedor en el juicio es el gesto de perdón, teñido de indignación moral, que dirige el padre de Matthew al asesino McKinney, irreductiblemente homófobo. Otro más, la postura de un sacerdote católico que ve en el caso de Matthew un instrumento didáctico ideal para formar a los jóvenes en el respeto a la diferencia. En alusión a una obra teatral, Ángeles en América, los actores del proyecto reviven una de las acciones más populares de resistencia gay en Laramie: frente a un grupo de fanáticos que le dedican el infierno a Shepard, activistas vestidos de blanco extienden sus alas para cubrir el alarde homófobo y proteger así la memoria del joven asesinado. Proyecto de un crimen es distribuida en México en formatos video y DVD por la compañía Quality films, y se encuentra disponible en centros de video y tiendas de autoservicio.
(Carlos Bonfil)
Proyecto de un crimen
(The Laramie Project)
Dirección y guión: Moises Kaufman.
Estados Unidos, 2002.
Suplemento Letra S. La Jornada.
3 comentarios:
Gracias por dejarme comentarios. Comparto tu opinión acerca de los movimientos contraculturales que se dan reunión en la Plaza del Carmen, pero eso no quiere decir que no se esté luchando en las calles por la cultura, pero aun falta mucho por hacer, los movimientos se han convertido en algo a veces lastimoso, pero esperamos que no sea así por siempre por eso hay que seguir adelande en donde quiera que estémos y unirnos de "lo local a lo global".
No conocía esta historia de homofobia. Gracias por hacérnosla saber aquí en España.
Saludos
La homofobia es un problema latente en España, y, actualmente, el colectivo homosexual se encuentra en el trance de si se integra completamente en la sociedad o no. Más concretamente, desde la llegada del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) al poder en marzo del 2004, se han dado pasos importantes para la normalización de la vida social en este sector, siendo el más importante de ellos la aprobación de la ley por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, que permite realizar este tipo de enlaces a las parejas homosexuales (http://www.elmundo.es/elmundo/2005/06/30/espana/1120094708.html), a pesar de que el principal partido de la oposición, el Partido Popular, de corte más conservador, la tiene recurrida ante el Tribunal Constitucional.
Como contrapartida a estos pasos, y al margen del ámbito legislativo, en este país las acciones violentas de naturaleza homofóbica son todavía muy comunes; compartir una relación cariñosa con una persona del mismo sexo en público se hace muy difícil, y la expresión de una sexualidad abierta y libre en el espacio social sin ser condenado por otras personas es todavía un sueño. Recientemente, se han dado casos que demuestran que existe todavía una España intolerante, agresiva y asocial, que se interpone ante el desarrollo libre de los individuos. En Sevilla, una pareja de chicos fue violentamente expulsada de un bar por besarse en público, (http://www.elmundo.es/elmundo/2006/10/22/espana/1161528718.html), según ellos mismos cuentan, aunque el acusado niega la versión de estos. El incidente en sí demuestra que el problema coexiste con nosotros. En Madrid se repiten los hechos con una pareja que es agredida por su condición sexual en la piscina municipal de La Elipa (http://www.elmundo.es/elmundo/2006/07/26/madrid/1153907555.html). En la calle se comparte todavía un lenguaje y una actitud despectiva contra los homosexuales, que son objetivos de un profundo miedo y unos prejuicios que tienen poco o nada que ver con la realidad. El problema está también presente en el ámbito laboral, donde el hecho de salir o no con una persona de tu mismo sexo te puede costar el puesto de trabajo. Cualquier persona aquí reconocería que, hoy por hoy, los homosexuales no cuentan con los mismos derechos, a efectos prácticos, que el resto de los ciudadanos.
Con todo, sí es cierto que ha habido una evolución en los últimos años, y poco a poco la sociedad va tomando conciencia de esta realidad y hace esfuerzos por cambiarla. De hecho, ésta conciencia está integrada en un desarrollo mucho más amplio que afecta a todo el país y que está dirigido a crear un espacio de convivencia, tolerancia, diálogo y respeto, consistente en superar una serie de demandas pendientes que España arrastra desde hace años. Hasta hace poco, la violencia contra las mujeres (problema muy urgente y gravé en Méjico), o lo que aquí se ha llamado de manera más técnica como violencia de género, era un problema invisible y callado, sin gran relevancia, que con el tiempo ha ido cobrando importancia hasta convertirse en un problema de primer orden con preeminencia en las agendas institucionales. En particular, el desarrollo en la resolución de los problemas de violencia de género podría suponer la resolución también de los problemas de violencia homofóbica, teniendo en cuenta que se trata de cuestiones similares, con un origen común en la actitud machista y agresiva de ciertos sectores sociales que son incompatibles con la convivencia pacífica y unida. En otro ámbito, el gobierno ha iniciado un proceso para resolver el conflicto que existe con la organización ETA (Euskadi Ta Askatasuna, un grupo armado vasco para la independencia y liberación de Euskal Herria), el proceso de paz, que actualmente está en más o menos desarrollo, y que tiene como objetivo alcanzar la resolución del conflicto armado y la regularización e integración política de la izquierda abertzale en el entorno institucional español. Este proceso de paz debería suponer un cambio en el espacio político y una vuelta de tuerca al proyecto de creación de un escenario pacífico de tolerancia y diálogo para resolver en común los problemas de España, pero esto es todavía muy incierto.
Todo esto, en suma, junto con otras iniciativas (la integración y la reivindicación de los derechos de la mujer en el mundo laboral y social, la regularización de inmigrantes, etc) demuestran que se está avanzando hacia un relativo progreso en este país, y que, sin duda, se acerca a un marco de convivencia mucho mejor que el anterior.
En el camino hacia la erradicación de la homofobia, es necesario, tal y como yo pienso, que se predique una cierta unidad entre los distintos sectores, sobre todo entre las distintas facciones políticas, pues si bien es cierto en España el Partido Popular se halla en contra de los matrimonios homosexuales, también se halla en contra de la violencia homofóbica, y siendo así, se echa en falta algo más de pronunciamiento y participación en estas cuestiones y de colaboración en la lucha contra este tipo de intolerancia. A pesar de esto, ha sido positivo ver como, dentro de este mismo partido, se ha podido oír voces discrepantes, muchas de ellas de personas homosexuales que no están de acuerdo con la política del partido sobre esta materia, llagándose incluso al caso de que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, figura relevante dentro del partido, ofició una boda gay en la que uno de los contrayentes era también militante del PP. (http://www.elmundo.es/elmundo/2006/07/27/madrid/1153963160.html)
Otro caso, por ejemplo es el de la religión cristiana, y en especial la católica, creencia que normalmente se tiene por homófoba, pero que, aún siendo cierto que cuenta con un sector fuertemente reaccionario (incluyendo al actual Papa Benedicto XVI), puede encontrarse en ella a sacerdotes o creyentes que admiten y reconocen la homosexualidad o que permiten su inclusión en los oficios. Dos ejemplos de ello son las plataformas Redes Cristianas (http://www.redescristianas.net/) y Somos Iglesia (http://www.somosiglesia.net/).
Parece que el camino hacia la convivencia está parcialmente iniciado, y de nosotros depende que sea un proceso imparable. Y cuando digo nosotros, incluyo a todos en general, pues este camino no es una lucha de unos contra otros, sino un compromiso que debemos asumir compartidamente, que nos afecta en conjunto, y que no podemos dejar atrás. Es una responsabilidad colectiva que si no se adopta ahora puede traer graves consecuencias y violentos conflictos en el futuro. Casos como los citados demuestran un ejercicio de reflexión y una apertura al mundo que son exactamente las claves que nos proporcionarán el encuentro de ideas y el diálogo que se necesita, y que serán absolutamente decisivas para dar un buen cauce al siglo XXI.
Tammuz.
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