por David Huerta.
1.- Nicolás Echevarría, uno de los grandes cineastas mexicanos de los últimos cuarenta años, hizo la mejor pelíula de cuantas hay sobre la chamana mazateca María Sabina. Las imágenes de la cinta, acompañadas por la voz entrañable del escritor juchiteco Andrés Henestrosa, quien lee soberbiamente pasajes de la vida de la curandera y recita algunos de sus cantos, se distinguen por su sobriedad y por su belleza directa, sin artificios. Filmarla debe haber sido, por Echevarría y sus colaboradores, una experiencia notable, por la hondura de los paisajes en las montañas y por la extrañeza de los ritos presididos y conducidos por María Sabina. Estrenarla, en cambio, fue un poco vergonzoso para todos. ¿Puede imaginarse una pareja más extravagante que la que conformaban la señora Margarita López Portillo, directora del cine nacional en es época, y la diminuta indígena que era el tema central de la obra del cineasta?
Ahora es relativamente difícil ver la película de Echevarría; pero a veces la programan en las mañanas en los canales educativos que transmiten por cable.Varios lustros después de que la viese yo por primera vez, a principios de los ochenta, conserva para mí toda su originalidad, su fuerza poética, sus valores estéticos y su riqueza de conocimientos, ordenados sin pretensiones ni el menor intento de erigirse como un "ensayo antropológico" y menos aun como un aberrante homenaje a ciertas facetas de "nuestra nacionalidad·. Tampoco es una visión paternalista o indigenista de los mazatecpos de la Sierra, hipócrita y bienpensante. Nicolás Echevarría es lo bastante inteligente para no transgredir ciertos límites. Su película tiene, sí un enorme valor etnológico-a semejanza de otras piezas del cirector, como su extraordinario filme sobre el culto de Espinazo de Nuevo León-pero es sobre todo, y no es poca cosa, una obra cinematográfica, documental, honesta y bien ejecutada.
2.- Desde que en los años cuarenta el aventurero norteamericano R. Gordon Wasson la dio a conocer al mundo en un reportaje para la revista life, la llamada Sabia de los Hongos, María Sabina, adquirió una enorme celebridad internacional. A diferencia de tantos periodistas inescrupulosos de las épocas recientes, Wasson se llenó de dudas al enfrentarse a los ritos curativos llevados a cabo por la anciana indígena de Huautla de Jiménez.
Se dio cuenta de que al llevar a la letra impresa esos ritos comenzaría el irresistible proceso de su extinción. ¿Qué hacer, entonces? El dilema era bstante claro: si no los daba a conocer, sencillamente sobrevivirían, quién sabe por cuánto tiempo, sin dejar rastro, celebrados en el secreto de las pequeñas comunidades que de ellos se beneficiaban; si publicaba su reportaje, el acervo de los conocimientos humanos crecería en volúmen pero pagaría el precio escalofriante de empobrecer la realidad. Gordon Wasson prefirió lo segundo y al final publicó en Life el testimonio de sus encuentros con María Sabina. Tal y como lo había previsto, las sensaciones enteogénicas de curación en aquella sierra neblinosa se contaminaron mortalmente con la mirada curiosa y morbosa del mundo moderno.
De los Beatles a los políticos de lopezportillo, los "civilizados" consiguieron lo que al paso de los siglos no lograron: aquellos rituales se desvanecieron ante el embate de los medios de comunicación y del interminable desfile de turistas a la Sierra Mazateca. Decenas, cientos de libros fueron escritos y publicados; hasta el irritante escritor español Camilo José Cela contribuyó con su grano de arena a consumar esa muerte cultural. La televisión y el cine se ocuparon del asunto de un modo estridente e impúdico. María Sabina murió en 1985 y es dudoso que haya entendido todo ese barullo. En algún momento de su fama, dijo que los "honguitos" perderían su poder curativo y visionario a causa de todo el escándalo. Lo perdieron y no tiene remedio.
Texto obtenido de la revista Tierra Adentro No. 92. Junio-Julio 1998.
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