Las fiestas decembrinas en la huaxteca hidalguense transcurren entre compras de último momento, visitantes que llegan y se van, decenas de puestos callejeros ofertando toda suerte de mercancía alusiva a la festividad de la natividad. Las antiguas calles donde transitaban carretas jaladas por mulas o caballos ahora se saturan de automóviles, moles de hierro multicolores en todos los tamaños imaginados. Los embotellamientos son un fenómeno reciente, una clase de enfermedad de los nervios para la que se receta una buena dosis de paciencia.
Los nuevos evangelizadores cristianos son los vendedores de discos piratas. En las plazas, mercados y atrios de las iglesias se paran mudos, con su mirada inquisitiva hacen guardia junto a un televisor, en el que aparecen escenas de la vida del Cristo, siempre estoico, siempre sereno y condescenciente. Otros episodios de la biblia son escenificados en tono con las fiestas cristianas. Los campesinos se arremolinan en torno a los improvisados puestos, embelesados, no necesitan leer, es mas fácil ser evangelizados con la mirada, con las imágenes de harapientos hombres blancos que al igual que ellos, claman por el pan nuestro de cada día, por la salvación del campo atribulado, por una vida futura amable para su descendencia. No entienden el español, pero el dramatismo de los actores en el televisor les es familiar, casi pueden anticiparse a los giros de la historia. El evangelizador los mira curioso y a la vez con indiferencia, ninguno de ellos vacía sus bolsos, ninguno de ellos renuncian a las riquezas materiales a cambio de una mansión celestial, y todo por únos módicos veinte pesitos marchante.
Centenares de jóvenes indígenas regresan en la víspera de la navidad a sus pueblos, las terminales de autobuses lucen pletóricas de imágenes caóticas y posapocalópticas. Jovencitos de marcados rasgos indígenas, retornan al pueblo con una estética a la usanza Emo: flequillos estorbando la mirada, delineador negro en las pestañas, uñas negras o por lo menos largas, camisas adquiridas en un tiri tiri capitalino, pantalones chinos imitando las marcas mas reconocidas en el mundo. Tercermundistas emulando la vida industrial de consumo desmedido. Y el náhuatl se les olvida.
Los migrantes también pisan el suelo donde han nacido. En caravana se les ve llegar como hijos pródigos, a bordo de camionetas gringas no legalizadas sustituyen los viajes a caballo, abriéndose paso por antiguos senderos que hoy se sustituyen con una carretera nuevecita en la que se llega al pueblo en la mitad del tiempo estimado, y los militares en mucho menos que eso.
Una mujer mira a su pequeño hijo recargada en la pared junto al tianguis. El niño, con sus mejores ropas, acaricia con la mirada un par de lustrosos zapatos negros recién adquiridos. Absorto no tiene ojos para nada más, son los zapatos mas hermosos del mundo, aunque hayan costado cincuenta pesos en el remate de calzado por fin de año.
Y el salvador nace aquí, en la verde serranía hidalguense, esta vez sin la llovizna anual y una luna regordete, que alumbra los marginados caseríos anticipándose a las elecciones estatales que se aproximan. Habrá que ver cómo nos pinta el año entrante.
3 comentarios:
y los tiempos cambian para devorarnos con su estertor.
q dios te llene de bendiciones mi querido hermano...
este 2008 sera mucho mejor en todos los aspectos ya veras...
te quiero un chingo cabron
si puedes andar aki este proximo fin...
en mi casa se armara el pedo...
ok??? el sabado por mi cumple...
un abrazo...
"Cristo ya nació en Malacahuipa...."
Así es amigo, vaya tiempos cambiantes.
Saludos esperanzadores.
El Zórpilo.
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