La muerte misma -¡qué angustiosa!- que angustiosa disloca el esqueleto de los días, minuto a minuto, a segundos descoyuntados, como dicen que lo hace también el amor. Así las angustias cuando se ignora el mal que tiene postrado al paciente, transcurren las hipótesis de los médicos, el daño se agrava, se frustran todos los recursos, el enfermo es llevado a ciegas y a locas, desesperadamente. Dicen que el amor es también como la muerte.
Agustín Yáñez. Al filo del agua.
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