..."-Nomás espántalos, pero no les tires. Los cuervos son como tú y como yo. Andan arrepentidos buscando y buscando lo que se comieron por el camino, cuando venían volando en la noche con su grano de maíz en el pico. Pobres, no tienen la culpa de haber caído en la tentación. Ustedes ya no se acuerdan, pero los cuervos trajeron otra vez el maíz a Zapotlán, cuando nos lo quitaron las gentes de Sayula, de Autlán, de Amula y de Tamazula. Todos vinieron y nos quitaron el maíz. De pura envidia de que aquí se daba mejor que allá. Aquí se da mejor que en todas partes y por eso nuestra tierra se llamaba Tlaloyan, que quiere decir que el maíz nos da vida. Pero los vecinos nos hicieron guerra entre todos. Nos quitaron primero la sal y luego se llevaron las mazorcas, todas, sin dejarnos ya ni un grano para la siembra. Y nos cercaron el llano, guardando todos los puertos para que nadie pudiera pasar. Y entonces Tlayolan se llamó Tzapotlán, porque ya no comíamos maíz, sino zapotes y chirimoyas, calabazas y mezquites. Andábamos descriados, ya sin fuerzas por la guerra. Pero tuvimos un rey y su nahual era cuervo. Se hacía cuervo cuando quería, con los poderes de Topiltzin y Ometecutli, se hacía cuervo nuestro rey, y se iba a volar sobre los sembrados ajenos, entre los cuervos de Sayula, de Autlán, de Amula y de Tamazula. Y veía que todos tenían el maíz que nos quitaron. Y como su nahual era el cuervo, supo que los cuervos buscan y esconden las cosas. Y con los poderes antiguos de Topiltzin y Ometecutli, nos enseñó a todos para que nos volviéramos cuervos. Y un año limpiamos las tierras, que todas estaban llenas de chayotillo, de garañona y capitaneja. Limpiamos y labramos la tierra. Como si tuviéramos maíz para sembrarla. Y cuando comenzaron las lluvias, ya para meterse el sol, nos hacíamos cuervos y nos íbamos volando para buscar el maíz que sembraban las gentes de Ayula, de Sayula, de Autlán, de Amula y de Tamazula. Volvíamos cada quien con su grano en el pico, a esconderlo en la tierra de Zapotlán. Pero como nos costaba mucho trabajo encontrar lassemillas y todos teníamos ganas de comer maíz, nuestro rey cuervo dijo que los que se tragaran el grano por el camino, se quedarían ya de cuervos, volando y graznando entre los surcos, buscando por siempre el maíz enterrado. Y muchos de nosotros no se aguantaron las ganas y se tragaron el grano en vez de sembrarlo en nuestra tierra. Y ya no volvieron a ser hombres como nosotros..."
J. J. Arreola. La Feria.
domingo, octubre 31, 2004
sábado, octubre 30, 2004
Casa No Campo
Regina Elis
Eu quero uma casa no campo
Onde eu possa compor muitos rocks rurais
E tenha somente a certezaDos amigos do peito e nada mais
Eu quero uma casa no campo
Onde eu possa ficar no tamanho da paz
E tenha somente a certeza
Dos limites do corpo e nada mais
Eu quero carneiros e cabras
Pastando solenes no meu jardim
Eu quero o silêncio das línguas cansadas
Eu quero a esperança de óculos
E um filho de cuca legal
Eu plantar e colher com a mão
A pimenta e o sal
Eu quero uma casa no campo
Do tamanho ideal, pau-a-pique e sapê
Onde eu possa plantar meus amigos
Meus discos e livros e nada mais
Eu quero uma casa no campo
Onde eu possa compor muitos rocks rurais
E tenha somente a certezaDos amigos do peito e nada mais
Eu quero uma casa no campo
Onde eu possa ficar no tamanho da paz
E tenha somente a certeza
Dos limites do corpo e nada mais
Eu quero carneiros e cabras
Pastando solenes no meu jardim
Eu quero o silêncio das línguas cansadas
Eu quero a esperança de óculos
E um filho de cuca legal
Eu plantar e colher com a mão
A pimenta e o sal
Eu quero uma casa no campo
Do tamanho ideal, pau-a-pique e sapê
Onde eu possa plantar meus amigos
Meus discos e livros e nada mais
sábado, octubre 16, 2004
Xantolo: la fiesta de todos los santos.
La palabra xantolo proviene de una mala pronunciación del latín sanctorum, que designaba la tradición de honrar a los fieles difuntos. Los nahuas la incorporaron a su lengua como xantolo (se pronuncia shantolo) aunque si bien es cierto, los origenes del término no han podido ser precisados con toda seguridad. En esta celebración el sincretismo entre la espiritualidad prehispánica y la cristiana es de una singularidad asombrosa.
Esta festividad es la de mayor tradición en la huasteca hidalguens y es curioso ver como la gente se prepara para celebrar a sus muertos, en ocasiones, la gente mas pobre, vende lo poco que tiene, algún animal domesticado, algúna prenda, con la finalidad de hacerse de algunos pesos con los cuales se hará la ofrenda.
Todo comienza días previos al 31 de octubre, cuando se elabora el arco y la comunidad muele el cacao que se utilizará mas adelante en la elaboración del chocolate. En el altar se agregan representaciones de los cuatro elementos: tierra, viento, fuego y agua.
En la preparación del altar o arco se utiliza una mesa que es cubierta con un mantel bordado a mano, generalmente se utilizan motivos florales. Sobre esta se acomodan los santos patronos de la comunidad o el santo de devoción que profese la familia. En las patas delanteras de la mesa se amarran dos carrizos de caña, mismos que se doblan formando un arco, aunque los diseños varían dependiendo del municipio, algunos agregan un travesaño para hacer lo mas estético y que lograr mayor firmeza. Este arco es forrado con palmillo y cempazúchil (flor de los cuatrocientos pétalos o flor de muerto). En la parte superior del altar se agrega papel picado para conformar lo que se le denomina "el cielo". La flor es una presencia muy importante para las antiguas civilizaciones en méxico, y formaban parte de numerosos rituales relacionados con las deidades.
Una vez armado el altar, se concluye tomando el corazón de una mata de plátano, se le retira la corteza y con dos tripiés se acomoda en la parte inferior del altar, perforado y con velas con un breve detalle que las forran de papel colorido.
La ofrenda tiene que hacerse en recipientes hechos de barro o de bejucos. Se ofrenda chocolate, tamales, nueces o cacahuates, tabaco, aguardiente, pan de muerto (figuras humanas), copal, agua y frutas de temporada.
Al altar se le agregan las ropas y los instrumentos de labranza que utilizara en vida el difunto honrado. Si es una mujer se le agregan sus labores de costura. Así mismo se le incorpora una tira de pan unidos con hilo, en la parte superior del altar, ya sea en el travesaño o en el arco. En lo que se denomina cielo, se acomoda la fruta de temporada (limas, naranjas y plátanos) de tal forma que los visitantes de este y del otro mundo, puedan desprenderlos con facilidad.
Finalmente se incorpora el camino que guiará el retorno a casa extendiéndose hacia el exterior de la casa.
En otra ocasión les hablaré de la danza tradicional que acompaña esta celebración.
Esta festividad es la de mayor tradición en la huasteca hidalguens y es curioso ver como la gente se prepara para celebrar a sus muertos, en ocasiones, la gente mas pobre, vende lo poco que tiene, algún animal domesticado, algúna prenda, con la finalidad de hacerse de algunos pesos con los cuales se hará la ofrenda.
Todo comienza días previos al 31 de octubre, cuando se elabora el arco y la comunidad muele el cacao que se utilizará mas adelante en la elaboración del chocolate. En el altar se agregan representaciones de los cuatro elementos: tierra, viento, fuego y agua.
En la preparación del altar o arco se utiliza una mesa que es cubierta con un mantel bordado a mano, generalmente se utilizan motivos florales. Sobre esta se acomodan los santos patronos de la comunidad o el santo de devoción que profese la familia. En las patas delanteras de la mesa se amarran dos carrizos de caña, mismos que se doblan formando un arco, aunque los diseños varían dependiendo del municipio, algunos agregan un travesaño para hacer lo mas estético y que lograr mayor firmeza. Este arco es forrado con palmillo y cempazúchil (flor de los cuatrocientos pétalos o flor de muerto). En la parte superior del altar se agrega papel picado para conformar lo que se le denomina "el cielo". La flor es una presencia muy importante para las antiguas civilizaciones en méxico, y formaban parte de numerosos rituales relacionados con las deidades.
Una vez armado el altar, se concluye tomando el corazón de una mata de plátano, se le retira la corteza y con dos tripiés se acomoda en la parte inferior del altar, perforado y con velas con un breve detalle que las forran de papel colorido.
La ofrenda tiene que hacerse en recipientes hechos de barro o de bejucos. Se ofrenda chocolate, tamales, nueces o cacahuates, tabaco, aguardiente, pan de muerto (figuras humanas), copal, agua y frutas de temporada.
Al altar se le agregan las ropas y los instrumentos de labranza que utilizara en vida el difunto honrado. Si es una mujer se le agregan sus labores de costura. Así mismo se le incorpora una tira de pan unidos con hilo, en la parte superior del altar, ya sea en el travesaño o en el arco. En lo que se denomina cielo, se acomoda la fruta de temporada (limas, naranjas y plátanos) de tal forma que los visitantes de este y del otro mundo, puedan desprenderlos con facilidad.
Finalmente se incorpora el camino que guiará el retorno a casa extendiéndose hacia el exterior de la casa.
En otra ocasión les hablaré de la danza tradicional que acompaña esta celebración.
martes, octubre 05, 2004
Teotihuacán super market
Acabo de enterarme por la mañana que el presidente Fox tiene previsto apoyar el proyecto para abrir un Wal-Mart en la periferia de la zona arqueológica de Teotihuacán, me pregunto si venderán penachos con plumas sintéticas, o si contará con servicio de temazcales en sus instalaciones. Es increíble el grado de estupidéz que muestran nuestra autoridades en lo referente a hechos históricos, recordemos nada más aquella absurda iniciativa para eliminar el periodo precolombino de los libros de historia en la educación primaria. Parece que la idea de globalización que tienen nuestros "líderes" es la de enterrar la idiosincracia de los pueblos, forrándolos de fast-food y artículos made in USA. Solo ésto nos faltaba: super mercados por cada monumento histórico que tengamos.....
Derechos sexuales: Suprimir castigos, proporcionar servicios
Los programas y acciones oficiales que promueven la educación sexual entre adolescentes y la prevención de embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, se enfrentan de manera creciente al rechazo tajante de grupos conservadores que invariablemente esgrimen los dogmas de la fe católica para fomentar la abstinencia sexual juvenil y la fidelidad conyugal. La autora de este ensayo analiza cómo la jerarquía eclesiástica acusa al Estado de querer sustituir a la familia en la educación de los jóvenes, y de promover derechos sexuales que son justificaciones del pecado, cuando no una inducción a conductas desordenadas. El predominio de una doble moral, que alimenta la discriminación y los prejuicios, vulnerando a la ciudadanía en sus derechos, y la lenta infiltración de estos criterios en muchas políticas oficiales ligadas a la salud sexual y reproductiva, son algunos puntos que explora la investigadora.
Por Bonnie L. Shepard
La influencia de las instituciones religiosas, particularmente de la Iglesia Católica, en las políticas públicas relacionadas con los derechos de las mujeres y la salud sexual y reproductiva ha sido más bien negativa, ha funcionado como un factor preponderante en la negación de los derechos ciudadanos. Aquí me interesa analizar la lógica detrás de ese papel de la iglesia.
¿Cómo funciona la lógica de ciertos grupos religiosos que, por ejemplo, se oponen a la provisión de condones para prevenir el VIH/sida? ¿Bajo qué razonamientos se condena a jóvenes y adolescentes sexualmente activos a infecciones o embarazos no deseados? Quienes se oponen a los programas de educación sexual, que incluyen instrucción sobre anticonceptivos o acceso a condones, no son personas irracionales, conocen muy bien la realidad. Su oposición tiene que ver más con su visión del deber ser; no quieren ceder en su afan de promover la "buena moral" en la sexualidad. Desde la perspectiva de la jerarquía católica, la meta más adecuada de los programas para adolescentes es fomentar los valores de la abstinencia hasta el matrimonio y la fidelidad conyugal, valores que considera sagrados y fundacionales.
Familia protectora, Estado subversivo
En este planteamiento también entra en línea de juego su visión de la división del trabajo entre el Estado y la familia, especialmente en la educación de los y las jóvenes. Según su óptica, la familia y la Iglesia están encargadas de la socialización moral y, en el caso de la sexualidad, de la orientación de los jóvenes por el camino moralmente correcto. El Estado no debe intervenir en esta tarea, ni mucho menos subvertirla. De este modo, aunque el ala conservadora en estos debates pueda reconocer que no todas las personas comparten sus valores morales, creen que el Estado no puede y no debe promover valores opuestos.
Su oposición es aún más férrea cuando se trata de los servicios públicos de salud sexual y reproductiva. Según la perspectiva religiosa conservadora, cuando se suprime la consecuencia negativa de una transgresión a esas normas morales sagradas se subvierte la norma misma. Quitarle a la transgresión su castigo equivaldría no sólo a aceptar la transgresión misma sino también a promoverla. De esta manera, se establece una falsa equivalencia entre prevenir enfermedades y promover la inmoralidad. En el ejercicio de la sexualidad de las mujeres y jóvenes no casadas, el embarazo es la consecuencia negativa, tanto como el sida y otras infecciones de transmisión sexual (ITS) son el castigo del sexo entre hombres o entre cualquier pareja que no esté unida en matrimonio y observe la fidelidad. Bajo esta perspectiva, proveer información y servicios para proteger la salud de las personas en el ejercicio de su sexualidad "pecaminosa" (fuera del matrimonio heterosexual), fomenta el pecado y la "promiscuidad", papel que no puede jugar el Estado.
Las campañas contra el aborto y los métodos anticonceptivos erróneamente llamados "abortivos", como el DIU y los anticonceptivos de emergencia, afectan a jóvenes y adultos, a casados y no casados. Una pareja casada podría estar disfrutando su sexualidad de la manera aprobada, pero podría caer en pecado e ir en contra de la norma sagrada si recurre a uno de esos métodos. La anticoncepción de emergencia, declarada un método no abortivo por la OMS, es un método muy útil para los jóvenes, muchos de los cuales no recurren a la anticoncepción en su primera relación sexual y sólo lo hacen irregularmente en relaciones posteriores. La población de jóvenes resulta así particularmente afectada por la agresiva campaña de la Iglesia contra ese método.
Aunque los grupos religiosos conservadores aceptan que hay familias y jóvenes que no comparten su moralidad sexual y que existe diversidad religiosa en el país, señalan que la provisión estatal de información y servicios sexuales y reproductivos promueve la actividad sexual prematrimonial, lo que resulta claramente subversivo a la socialización que las iglesias conservadoras y las familias tratan de dar a los jóvenes. Si el Estado suprime el castigo de pecado, subvierte el mensaje de abstinencia.
Derechos sexuales, ¿justificación del pecado?
Los mensajes en los programas de abstinencia tienen dos ejes: promover el incentivo religioso de permanecer en estado de gracia y sin pecado; e infundir el temor al castigo por vías del embarazo y la enfermedad. Desafortunadamente, los mensajes de la iglesia católica enfatizan el segundo eje: el castigo. El mensaje central es que el "sexo más seguro" no existe. No se puede evitar el castigo, y los discursos de los líderes religiosos y los programas que patrocinan promueven la desconfianza hacia los anticonceptivos con el fin de desalentar su uso. Los mensajes suelen exagerar los riesgos de los anticonceptivos y el aborto e incluso proveen información errónea de una supuesta ineficacia o de riesgos para la salud. Los programas que promueven exclusivamente la abstinencia para los jóvenes se han lanzado en una campaña negativa centrada en información sesgada y errónea sobre la anticoncepción, y en el temor al "castigo" del embarazo y las infecciones.
Según esta lógica religiosa conservadora, un programa estatal que cumple su deber de proteger la salud de la ciudadanía sexualmente activa fomenta el pecado de proveer información y servicios anticonceptivos a jóvenes no casados. Esta lógica es evidente en todos los debates sobre la educación sexual y en la campaña de la iglesia católica sobre los programas de abstinencia fuera del matrimonio y de fidelidad dentro de éste, que excluyen cualquier método anticonceptivo que la jerarquía católica (no la comunidad científica) califique de "abortivo". Si no se puede detener la sexualidad juvenil pecaminosa con exhortaciones religiosas positivas, entonces se debe mantener el castigo para el pecado, con la idea de que el temor al castigo (enfermedad o embarazo) podrá prevenir algunos pecados. Según la lógica conservadora religiosa, es más importante prevenir el pecado que prevenir la muerte, la enfermedad o un alto abrupto en el proyecto de vida de una madre adolescente.
El resultado de las intervenciones de agrupaciones religiosas en la política pública sobre salud sexual y reproductiva, es privar a la ciudadanía --adultos y jóvenes-- del reconocimiento, el respeto y el cumplimiento de sus derechos a la sobrevivencia y al desarrollo, a la salud sexual y a las decisiones libres e informadas sobre paternidad y maternidad, a no ser víctima de violencia o discriminación, a la libertad de religión y varios otros. En efecto, las y los pecadores (según la definición de la jerarquía de la iglesia) pierden protección y respeto a sus derechos humanos, pierden el derecho a recibir del Estado la información y los servicios que necesitan para mantenerse sanos y vivos. Esta privación del respeto a y cumplimiento de sus derechos humanos resulta directamente en muertes maternas y en casos de sida/ITS, sufrimiento, e hijos no deseados. Los más vulnerables --las personas de bajos ingresos, la población rural, las y los jóvenes, las mujeres solteras sexualmente activas, las personas con sexualidades alternativas como gays, lesbianas, personas transgénero, usuarios de drogas intravenosas, niñas y niños de la calle-- son los que más sufren con esta distorsión religiosa en la lógica de las políticas públicas.
Una discriminación social feroz se desencadena en algunas instancias contra el ejercicio de la sexualidad "pecaminosa". La ira más fuerte de los grupos conservadores está reservada para las personas que no reconocen como un pecado el ejercicio de su sexualidad fuera del matrimonio. La pecadora arrepentida no amenaza el orden social y religioso establecido, porque reconoce el pecado y la vigencia del sistema de valores. En la confesión, sólo se da absolución si la pecadora tiene la firme intención de no repetir la ofensa. La pecadora no arrepentida amenaza el sistema de valores. Cuando una persona asume una identidad gay, o cuando una joven asume una relación sexual más o menos estable antes del matrimonio, es una pecadora no arrepentida, de modo que no debe recibir ni el perdón ni la absolución. Para ellos el castigo debe ser fuerte, porque implícitamente cuestionan el estatus del ejercicio de su sexualidad como pecaminoso.
El ultraje máximo, según los grupos conservadores, es el que ocurre cuando se da un paso más allá del no-arrepentimiento; cuando los jóvenes o las personas con sexualidades alternativas reclaman este ejercicio de la libre conciencia como un derecho. Asumir la identidad alterna o la sexualidad prohibida como un derecho, cuestiona públicamente todo el sistema de valores religiosos y suscita una rabia enorme entre los defensores del orden tradicional. Es la reivindicación del ejercicio de la sexualidad autónoma, según la libre conciencia de la persona, como un derecho, lo que despierta toda la represión y agresividad de individuos e instituciones con normas sociales conservadoras. El horror de los sectores conservadores al pensar que estos valores transgresores podrían filtrar programas de educación sexual es más que evidente en los debates públicos, desde las conferencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hasta el nivel local, en la gran mayoría de los países del mundo. Por eso, las palabras "derechos sexuales" no han sido usadas en ningún documento consensuado en las grandes cumbres de la ONU.
El castigo que libera
A nivel de las políticas públicas, la gran falta de cumplimiento de los derechos humanos de las personas y especialmente de las y los jóvenes en lo que concierne a su sexualidad se demuestra básicamente en la ausencia de programas y servicios gubernamentales de salud sexual y reproductiva. Además, normas religioso-culturales sobre género y sexualidad conducen a violaciones de derechos en la vida privada de las personas. El rechazo socio-cultural a la sexualidad "pecaminosa" o alternativa puede acarrear: la violencia contra los hombres gay o los/las transgénero, la violencia familiar hacia las mujeres en general, y hacia las jóvenes en particular.
Cuando la mujer joven o soltera se muestra como un ser sexuado por su manera de vestir que "provoca" o cuando se sabe que ella es sexualmente activa, entonces las normas sociales justifican una marcada falta de respecto a esa mujer. En casos de violación se justifica la violencia contra ella en la mente del agresor y también muchas veces en la opinión de los jueces y la policía. En este sistema tradicional de normas de género y sexualidad, ella ha perdido el reconocimiento de su derecho a no ser atacada físicamente. Por el famoso doble estándar que castiga la sexualidad de la mujer y la glorifica en el hombre, cuando una mujer cae en la categoría de "Eva" y no de "María", según las normas culturales, se puede violar su derecho al respeto a la no-agresión sexual. Esta lógica subyacente sale a la luz del día durante los juicios de violaciones, cuando se descalifica el testimonio de las víctimas que han tenido otras parejas sexuales en su pasado. Por su pecado (ejercer la sexualidad fuera del matrimonio), ella debe ser severamente castigada, sufriendo la violación de sus derechos humanos fundamentales.
Si promover el acceso a la información y los servicios de salud sexual y reproductiva en la población joven es promover el pecado, entonces eliminar o limitar el acceso a estos servicios es prevenirlo. Esta lógica hace caso omiso de la plenitud de evidencia científica según la cual el libre acceso a esa información y a esos servicios no aumenta la actividad sexual de jóvenes y adolescentes. Al contrario, la evidencia demuestra que los programas de educación sexual favorecen la postergación de la iniciación sexual. Cuando se les enfrenta a esta evidencia, los sectores conservadores religiosos hacen caso omiso y siguen insistiendo en el peligro de promover la promiscuidad. ¿Cómo explicar esa posición?
Para entender la lógica, tomemos dos casos de jóvenes que reciben un trato totalmente distinto. En ambos casos, la que busca los servicios es una joven soltera sexualmente activa de 15 años. La primera joven está embarazada. Ella puede recurrir a los servicios de salud sexual y reproductiva sin ninguna discriminación en el acceso; los proveedores reconocen que ella tiene un derecho a estos servicios. Incluso no hay mucha controversia vinculada a los intentos de evitar un segundo embarazo, dándole anticonceptivos después del parto, aunque no se case con el padre de su hijo.
El segundo caso es otra joven soltera de 15 años que es sexualmente activa pero no se ha embarazado. Ella es discriminada. Muchas veces los mismos proveedores le niegan el servicio, por el temor a la reacción de los padres si llegaran a enterarse. Lo que sienten, y a veces dicen abiertamente, es que no quieren fomentar la sexualidad transgresora de la adolescente proveyéndole los medios de prevenir embarazos o enfermedades, subvirtiendo así la autoridad o "el derecho de los padres a estar informados de los tratamientos y medicamentos que están recibiendo sus hijos."1
¿Qué sucede aquí? ¿Cuál es la lógica? ¿Será que una vez que la joven es madre ya no se teme a la reacción de los padres porque la maternidad le da estatus de adulto? ¿O será que la joven madre ya recibió su castigo por su pecado --el embarazo--, entonces no hay que castigarla más? Y en el caso de la joven no embarazada, ¿darle anticonceptivos equivaldría a quitarle el castigo al pecado, estimulándola a seguir pecando? Es un triste ejemplo sobre la influencia indebida de las normas religioso-culturales en los programas del Estado. Una joven debe embarazarse sin desearlo para que se cumpla en la práctica con su derecho a recibir los servicios de salud reproductiva.
Es importante señalar aquí que el argumento sobre "el derecho de los padres" no está conforme con las leyes internacionales de los derechos humanos. La Convención Internacional de los Derechos del Niño establece el "interés superior" del niño como "una consideración primordial". Si las decisiones de los padres van en contra del interés superior del niño, el Estado debe actuar para hacer cumplir cualquier derecho negado por los padres, como el derecho a la salud.
Otro derecho no respetado por las normas religioso-culturales es la libre expresión de las y los jóvenes en el tema de la sexualidad, que tiende a ser irreverente, humorística, profana o explícita. Por ello, horroriza a los conservadores. Al ejercer la censura sobre esta libre expresión, no se respeta dicho derecho. El silenciamiento de los jóvenes es otro elemento de su falta de ciudadanía sexual. El silencio hace imposible un debate social abierto sobre las políticas sociales que protegerían la salud de la juventud. Cuando rige este silencio, la mayoría de los funcionarios pueden hacer caso omiso de los riesgos que corren los jóvenes y de la obligación que tienen los gobiernos de protegerles.
La negligencia del pecado
Es una prepotencia enorme de la jerarquía católica decir que representa a las mayorías católicas cuando toma posiciones que vulneran los derechos de la ciudadanía a la salud sexual y reproductiva. Se sabe por estudios demográficos y estudios de opinión pública que estas mismas mayorías católicas no están conformes con las posiciones retrógradas de la jerarquía, y no siguen las restricciones en cuanto a la anticoncepción y al ejercicio de la sexualidad. La jerarquía representa a El Vaticano, y no a la gente, pero igual ejerce una influencia tajante sobre las políticas públicas, quiere que los estados impongan los castigos de las infecciones y de embarazos no deseados por la vía de la negligencia, de la ausencia de acción, no proveyendo los servicios y programas que la gente necesita para proteger su salud. Esta negligencia atenta contra derechos básicos. A los estados laicos, modernos, fundados en el respeto a los derechos humanos, no les corresponde el papel de imponer a la ciudadanía el castigo a pecados que no son crímenes.
La autora trabaja en el Centro François-Xavier Bagnaud de Derechos Humanos y Salud de la Escuela de Salud Pública de Harvard, y es consultora de Católicas por el Derecho a Decidir de los Estados Unidos.
1 Observaciones de un representante de la Conferencia Episcopal de Chile.
Texto tomado y editado de: Ciudadanía sexual en América Latina: abriendo el debate. Cáceres, C., Frasca, T., Pecheny, M. y Terto, V. (editores). Universidad Peruana Cayetano Heredia, Perú, 2004.
Ensayo tomado del suplemento Letra S. La Jornada. Octubre del 2004.
Por Bonnie L. Shepard
La influencia de las instituciones religiosas, particularmente de la Iglesia Católica, en las políticas públicas relacionadas con los derechos de las mujeres y la salud sexual y reproductiva ha sido más bien negativa, ha funcionado como un factor preponderante en la negación de los derechos ciudadanos. Aquí me interesa analizar la lógica detrás de ese papel de la iglesia.
¿Cómo funciona la lógica de ciertos grupos religiosos que, por ejemplo, se oponen a la provisión de condones para prevenir el VIH/sida? ¿Bajo qué razonamientos se condena a jóvenes y adolescentes sexualmente activos a infecciones o embarazos no deseados? Quienes se oponen a los programas de educación sexual, que incluyen instrucción sobre anticonceptivos o acceso a condones, no son personas irracionales, conocen muy bien la realidad. Su oposición tiene que ver más con su visión del deber ser; no quieren ceder en su afan de promover la "buena moral" en la sexualidad. Desde la perspectiva de la jerarquía católica, la meta más adecuada de los programas para adolescentes es fomentar los valores de la abstinencia hasta el matrimonio y la fidelidad conyugal, valores que considera sagrados y fundacionales.
Familia protectora, Estado subversivo
En este planteamiento también entra en línea de juego su visión de la división del trabajo entre el Estado y la familia, especialmente en la educación de los y las jóvenes. Según su óptica, la familia y la Iglesia están encargadas de la socialización moral y, en el caso de la sexualidad, de la orientación de los jóvenes por el camino moralmente correcto. El Estado no debe intervenir en esta tarea, ni mucho menos subvertirla. De este modo, aunque el ala conservadora en estos debates pueda reconocer que no todas las personas comparten sus valores morales, creen que el Estado no puede y no debe promover valores opuestos.
Su oposición es aún más férrea cuando se trata de los servicios públicos de salud sexual y reproductiva. Según la perspectiva religiosa conservadora, cuando se suprime la consecuencia negativa de una transgresión a esas normas morales sagradas se subvierte la norma misma. Quitarle a la transgresión su castigo equivaldría no sólo a aceptar la transgresión misma sino también a promoverla. De esta manera, se establece una falsa equivalencia entre prevenir enfermedades y promover la inmoralidad. En el ejercicio de la sexualidad de las mujeres y jóvenes no casadas, el embarazo es la consecuencia negativa, tanto como el sida y otras infecciones de transmisión sexual (ITS) son el castigo del sexo entre hombres o entre cualquier pareja que no esté unida en matrimonio y observe la fidelidad. Bajo esta perspectiva, proveer información y servicios para proteger la salud de las personas en el ejercicio de su sexualidad "pecaminosa" (fuera del matrimonio heterosexual), fomenta el pecado y la "promiscuidad", papel que no puede jugar el Estado.
Las campañas contra el aborto y los métodos anticonceptivos erróneamente llamados "abortivos", como el DIU y los anticonceptivos de emergencia, afectan a jóvenes y adultos, a casados y no casados. Una pareja casada podría estar disfrutando su sexualidad de la manera aprobada, pero podría caer en pecado e ir en contra de la norma sagrada si recurre a uno de esos métodos. La anticoncepción de emergencia, declarada un método no abortivo por la OMS, es un método muy útil para los jóvenes, muchos de los cuales no recurren a la anticoncepción en su primera relación sexual y sólo lo hacen irregularmente en relaciones posteriores. La población de jóvenes resulta así particularmente afectada por la agresiva campaña de la Iglesia contra ese método.
Aunque los grupos religiosos conservadores aceptan que hay familias y jóvenes que no comparten su moralidad sexual y que existe diversidad religiosa en el país, señalan que la provisión estatal de información y servicios sexuales y reproductivos promueve la actividad sexual prematrimonial, lo que resulta claramente subversivo a la socialización que las iglesias conservadoras y las familias tratan de dar a los jóvenes. Si el Estado suprime el castigo de pecado, subvierte el mensaje de abstinencia.
Derechos sexuales, ¿justificación del pecado?
Los mensajes en los programas de abstinencia tienen dos ejes: promover el incentivo religioso de permanecer en estado de gracia y sin pecado; e infundir el temor al castigo por vías del embarazo y la enfermedad. Desafortunadamente, los mensajes de la iglesia católica enfatizan el segundo eje: el castigo. El mensaje central es que el "sexo más seguro" no existe. No se puede evitar el castigo, y los discursos de los líderes religiosos y los programas que patrocinan promueven la desconfianza hacia los anticonceptivos con el fin de desalentar su uso. Los mensajes suelen exagerar los riesgos de los anticonceptivos y el aborto e incluso proveen información errónea de una supuesta ineficacia o de riesgos para la salud. Los programas que promueven exclusivamente la abstinencia para los jóvenes se han lanzado en una campaña negativa centrada en información sesgada y errónea sobre la anticoncepción, y en el temor al "castigo" del embarazo y las infecciones.
Según esta lógica religiosa conservadora, un programa estatal que cumple su deber de proteger la salud de la ciudadanía sexualmente activa fomenta el pecado de proveer información y servicios anticonceptivos a jóvenes no casados. Esta lógica es evidente en todos los debates sobre la educación sexual y en la campaña de la iglesia católica sobre los programas de abstinencia fuera del matrimonio y de fidelidad dentro de éste, que excluyen cualquier método anticonceptivo que la jerarquía católica (no la comunidad científica) califique de "abortivo". Si no se puede detener la sexualidad juvenil pecaminosa con exhortaciones religiosas positivas, entonces se debe mantener el castigo para el pecado, con la idea de que el temor al castigo (enfermedad o embarazo) podrá prevenir algunos pecados. Según la lógica conservadora religiosa, es más importante prevenir el pecado que prevenir la muerte, la enfermedad o un alto abrupto en el proyecto de vida de una madre adolescente.
El resultado de las intervenciones de agrupaciones religiosas en la política pública sobre salud sexual y reproductiva, es privar a la ciudadanía --adultos y jóvenes-- del reconocimiento, el respeto y el cumplimiento de sus derechos a la sobrevivencia y al desarrollo, a la salud sexual y a las decisiones libres e informadas sobre paternidad y maternidad, a no ser víctima de violencia o discriminación, a la libertad de religión y varios otros. En efecto, las y los pecadores (según la definición de la jerarquía de la iglesia) pierden protección y respeto a sus derechos humanos, pierden el derecho a recibir del Estado la información y los servicios que necesitan para mantenerse sanos y vivos. Esta privación del respeto a y cumplimiento de sus derechos humanos resulta directamente en muertes maternas y en casos de sida/ITS, sufrimiento, e hijos no deseados. Los más vulnerables --las personas de bajos ingresos, la población rural, las y los jóvenes, las mujeres solteras sexualmente activas, las personas con sexualidades alternativas como gays, lesbianas, personas transgénero, usuarios de drogas intravenosas, niñas y niños de la calle-- son los que más sufren con esta distorsión religiosa en la lógica de las políticas públicas.
Una discriminación social feroz se desencadena en algunas instancias contra el ejercicio de la sexualidad "pecaminosa". La ira más fuerte de los grupos conservadores está reservada para las personas que no reconocen como un pecado el ejercicio de su sexualidad fuera del matrimonio. La pecadora arrepentida no amenaza el orden social y religioso establecido, porque reconoce el pecado y la vigencia del sistema de valores. En la confesión, sólo se da absolución si la pecadora tiene la firme intención de no repetir la ofensa. La pecadora no arrepentida amenaza el sistema de valores. Cuando una persona asume una identidad gay, o cuando una joven asume una relación sexual más o menos estable antes del matrimonio, es una pecadora no arrepentida, de modo que no debe recibir ni el perdón ni la absolución. Para ellos el castigo debe ser fuerte, porque implícitamente cuestionan el estatus del ejercicio de su sexualidad como pecaminoso.
El ultraje máximo, según los grupos conservadores, es el que ocurre cuando se da un paso más allá del no-arrepentimiento; cuando los jóvenes o las personas con sexualidades alternativas reclaman este ejercicio de la libre conciencia como un derecho. Asumir la identidad alterna o la sexualidad prohibida como un derecho, cuestiona públicamente todo el sistema de valores religiosos y suscita una rabia enorme entre los defensores del orden tradicional. Es la reivindicación del ejercicio de la sexualidad autónoma, según la libre conciencia de la persona, como un derecho, lo que despierta toda la represión y agresividad de individuos e instituciones con normas sociales conservadoras. El horror de los sectores conservadores al pensar que estos valores transgresores podrían filtrar programas de educación sexual es más que evidente en los debates públicos, desde las conferencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hasta el nivel local, en la gran mayoría de los países del mundo. Por eso, las palabras "derechos sexuales" no han sido usadas en ningún documento consensuado en las grandes cumbres de la ONU.
El castigo que libera
A nivel de las políticas públicas, la gran falta de cumplimiento de los derechos humanos de las personas y especialmente de las y los jóvenes en lo que concierne a su sexualidad se demuestra básicamente en la ausencia de programas y servicios gubernamentales de salud sexual y reproductiva. Además, normas religioso-culturales sobre género y sexualidad conducen a violaciones de derechos en la vida privada de las personas. El rechazo socio-cultural a la sexualidad "pecaminosa" o alternativa puede acarrear: la violencia contra los hombres gay o los/las transgénero, la violencia familiar hacia las mujeres en general, y hacia las jóvenes en particular.
Cuando la mujer joven o soltera se muestra como un ser sexuado por su manera de vestir que "provoca" o cuando se sabe que ella es sexualmente activa, entonces las normas sociales justifican una marcada falta de respecto a esa mujer. En casos de violación se justifica la violencia contra ella en la mente del agresor y también muchas veces en la opinión de los jueces y la policía. En este sistema tradicional de normas de género y sexualidad, ella ha perdido el reconocimiento de su derecho a no ser atacada físicamente. Por el famoso doble estándar que castiga la sexualidad de la mujer y la glorifica en el hombre, cuando una mujer cae en la categoría de "Eva" y no de "María", según las normas culturales, se puede violar su derecho al respeto a la no-agresión sexual. Esta lógica subyacente sale a la luz del día durante los juicios de violaciones, cuando se descalifica el testimonio de las víctimas que han tenido otras parejas sexuales en su pasado. Por su pecado (ejercer la sexualidad fuera del matrimonio), ella debe ser severamente castigada, sufriendo la violación de sus derechos humanos fundamentales.
Si promover el acceso a la información y los servicios de salud sexual y reproductiva en la población joven es promover el pecado, entonces eliminar o limitar el acceso a estos servicios es prevenirlo. Esta lógica hace caso omiso de la plenitud de evidencia científica según la cual el libre acceso a esa información y a esos servicios no aumenta la actividad sexual de jóvenes y adolescentes. Al contrario, la evidencia demuestra que los programas de educación sexual favorecen la postergación de la iniciación sexual. Cuando se les enfrenta a esta evidencia, los sectores conservadores religiosos hacen caso omiso y siguen insistiendo en el peligro de promover la promiscuidad. ¿Cómo explicar esa posición?
Para entender la lógica, tomemos dos casos de jóvenes que reciben un trato totalmente distinto. En ambos casos, la que busca los servicios es una joven soltera sexualmente activa de 15 años. La primera joven está embarazada. Ella puede recurrir a los servicios de salud sexual y reproductiva sin ninguna discriminación en el acceso; los proveedores reconocen que ella tiene un derecho a estos servicios. Incluso no hay mucha controversia vinculada a los intentos de evitar un segundo embarazo, dándole anticonceptivos después del parto, aunque no se case con el padre de su hijo.
El segundo caso es otra joven soltera de 15 años que es sexualmente activa pero no se ha embarazado. Ella es discriminada. Muchas veces los mismos proveedores le niegan el servicio, por el temor a la reacción de los padres si llegaran a enterarse. Lo que sienten, y a veces dicen abiertamente, es que no quieren fomentar la sexualidad transgresora de la adolescente proveyéndole los medios de prevenir embarazos o enfermedades, subvirtiendo así la autoridad o "el derecho de los padres a estar informados de los tratamientos y medicamentos que están recibiendo sus hijos."1
¿Qué sucede aquí? ¿Cuál es la lógica? ¿Será que una vez que la joven es madre ya no se teme a la reacción de los padres porque la maternidad le da estatus de adulto? ¿O será que la joven madre ya recibió su castigo por su pecado --el embarazo--, entonces no hay que castigarla más? Y en el caso de la joven no embarazada, ¿darle anticonceptivos equivaldría a quitarle el castigo al pecado, estimulándola a seguir pecando? Es un triste ejemplo sobre la influencia indebida de las normas religioso-culturales en los programas del Estado. Una joven debe embarazarse sin desearlo para que se cumpla en la práctica con su derecho a recibir los servicios de salud reproductiva.
Es importante señalar aquí que el argumento sobre "el derecho de los padres" no está conforme con las leyes internacionales de los derechos humanos. La Convención Internacional de los Derechos del Niño establece el "interés superior" del niño como "una consideración primordial". Si las decisiones de los padres van en contra del interés superior del niño, el Estado debe actuar para hacer cumplir cualquier derecho negado por los padres, como el derecho a la salud.
Otro derecho no respetado por las normas religioso-culturales es la libre expresión de las y los jóvenes en el tema de la sexualidad, que tiende a ser irreverente, humorística, profana o explícita. Por ello, horroriza a los conservadores. Al ejercer la censura sobre esta libre expresión, no se respeta dicho derecho. El silenciamiento de los jóvenes es otro elemento de su falta de ciudadanía sexual. El silencio hace imposible un debate social abierto sobre las políticas sociales que protegerían la salud de la juventud. Cuando rige este silencio, la mayoría de los funcionarios pueden hacer caso omiso de los riesgos que corren los jóvenes y de la obligación que tienen los gobiernos de protegerles.
La negligencia del pecado
Es una prepotencia enorme de la jerarquía católica decir que representa a las mayorías católicas cuando toma posiciones que vulneran los derechos de la ciudadanía a la salud sexual y reproductiva. Se sabe por estudios demográficos y estudios de opinión pública que estas mismas mayorías católicas no están conformes con las posiciones retrógradas de la jerarquía, y no siguen las restricciones en cuanto a la anticoncepción y al ejercicio de la sexualidad. La jerarquía representa a El Vaticano, y no a la gente, pero igual ejerce una influencia tajante sobre las políticas públicas, quiere que los estados impongan los castigos de las infecciones y de embarazos no deseados por la vía de la negligencia, de la ausencia de acción, no proveyendo los servicios y programas que la gente necesita para proteger su salud. Esta negligencia atenta contra derechos básicos. A los estados laicos, modernos, fundados en el respeto a los derechos humanos, no les corresponde el papel de imponer a la ciudadanía el castigo a pecados que no son crímenes.
La autora trabaja en el Centro François-Xavier Bagnaud de Derechos Humanos y Salud de la Escuela de Salud Pública de Harvard, y es consultora de Católicas por el Derecho a Decidir de los Estados Unidos.
1 Observaciones de un representante de la Conferencia Episcopal de Chile.
Texto tomado y editado de: Ciudadanía sexual en América Latina: abriendo el debate. Cáceres, C., Frasca, T., Pecheny, M. y Terto, V. (editores). Universidad Peruana Cayetano Heredia, Perú, 2004.
Ensayo tomado del suplemento Letra S. La Jornada. Octubre del 2004.
viernes, octubre 01, 2004
El perro mexicano ( for Carolyn, who was there with me)
El perro mexicano
tiene cara de brujo sabio.
Pequeño y harapiento,
me sonríe
como si entendiera
el latido de mi propia vida.
El perro mexicano
aparece en la niebla,
en la curva peligrosa
del camino de San Juan Nuevo.
Tiene ojos tristes
como las cruces que marcan
la mala suerte de algún desgraciado
que manejó su carro aquí
por última vez.
El perro mexicano
me sigue a la plaza de Uruapan.
Viene cargado de largas historiass
de cristeros federales
y sabe que no entiendo nada de eso.
Tiene paciencia
de pasarse la vida sin hablar nunca
a una persona.
Ve que también soy animal
de carne y hueso,
de mirada perra
por los siglos perros,
por la nhistoria perra,
por las horas perras
del fracaso.
El perro mexicano
quizás no entiende
nada de esto.
Pero sí me ve
los aspectos de perro que tengo.
Nos hacemos amigos
por un momento perro.
Me sigue, me sigue sonriendo,
sin ladrar, sin esperanzas
que van más allá
de un cariño o un hueso
sabroso de cabrito.
El perro mexicano
aparece en la tormenta
cerca de Tingambato,
rodeado de muchos muertos
de su tribu.
entiende sin entender
los sacrificios, la pirámide
con fuego en la cumbre.
Perro tolteca,
perro azteca, me mira
con la sabiduría de su carne,
sus pelos lacios,
sus huesitos artríticos,
y me tiene lástima.
tiene cara de brujo sabio.
Pequeño y harapiento,
me sonríe
como si entendiera
el latido de mi propia vida.
El perro mexicano
aparece en la niebla,
en la curva peligrosa
del camino de San Juan Nuevo.
Tiene ojos tristes
como las cruces que marcan
la mala suerte de algún desgraciado
que manejó su carro aquí
por última vez.
El perro mexicano
me sigue a la plaza de Uruapan.
Viene cargado de largas historiass
de cristeros federales
y sabe que no entiendo nada de eso.
Tiene paciencia
de pasarse la vida sin hablar nunca
a una persona.
Ve que también soy animal
de carne y hueso,
de mirada perra
por los siglos perros,
por la nhistoria perra,
por las horas perras
del fracaso.
El perro mexicano
quizás no entiende
nada de esto.
Pero sí me ve
los aspectos de perro que tengo.
Nos hacemos amigos
por un momento perro.
Me sigue, me sigue sonriendo,
sin ladrar, sin esperanzas
que van más allá
de un cariño o un hueso
sabroso de cabrito.
El perro mexicano
aparece en la tormenta
cerca de Tingambato,
rodeado de muchos muertos
de su tribu.
entiende sin entender
los sacrificios, la pirámide
con fuego en la cumbre.
Perro tolteca,
perro azteca, me mira
con la sabiduría de su carne,
sus pelos lacios,
sus huesitos artríticos,
y me tiene lástima.
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