Teresita de Jesús Oñate Ocaña.
“Yo sueño, una señora me dice cómo voy a hacer”: María
“A los diez años lo levanté
de curandera, soñé, se hinchó mi cara y mi cuerpo, mi papá buscó con
quién me curara. En Tehuetlan, un señor de ahí, Tepechichi, le dijo a
mi papá: tu hija trae un buen tonal, tiene que seguirlo ya de una vez”: Ana María
“Lloré en el vientre de mi
madre (…) mi madre también (…) y un hijo también (…) lo traemos de
herencia (el ser partera y curandera)”: Francisca
De diferentes maneras se inician como parteras,
muchas veces sufrir una enfermedad grave es la que las marca y una vez
que reciben el trabajo lo deben realizar, no lo deben dejar, pues
pueden volver a enfermar e incluso morir.
La partería nahua implica
una constante recreación de su cultura, una forma vital para mantener y
desarrollar sus costumbres, su espiritualidad, su identidad.
Cuando las llaman para atender a una mujer, las parteras nahuas empiezan por confirmarles si están embarazadas: sus manos saben, diría Anita, y distinguen cuando el útero está crecido. Después vienen las sobadas y revisiones de las pacientes.
Si tienen paciente ya no
salen de su comunidad pues están al pendiente de cualquier
eventualidad. Su responsabilidad es estar disponibles para cuando se
necesite. Las curanderas y parteras conocen de yerbas que logran detener
al bebé cuando hay sangrados durante el embarazo. Con sobadas
disminuyen algunas de las molestias que se llegan a sentir durante el
embarazo.
También conocen plantas
medicinales para infecciones urinarias y vaginales que no dañan al bebé
que se está formando. En este tiempo aprovechan para aconsejar al
esposo y a la familia de la paciente, pues el maltrato a la futura
madre afectará al bebé. Muchos no les harán caso, pero no por eso dejan
de dar sus consejos y platicadas a la familia. En el momento del
parto, vienen los rezos, las veladoras y las ceras. Piden ayuda de
seres superiores, algunas le rezan a las Santas Parteras: Monserrat, Santa Ana, Isabel, Magdalena y Soledante. Como lo relata María Anita, “más antes le rezaban y ofrendaban a las apantenamej
(señoras o diosas del agua). La partera hace oración antes del
nacimiento del niño. Ora en la casa, en el arroyo (donde lavan la ropa)
y en el pozo mismo. Para la oración, la partera lleva consigo tabaco,
aguardiente, huevos crudos. Son ofrendas para las apantenamej que harán el favor de auxiliar a la parturienta”.
Cuando ya pasó el parto y el alumbramiento, fajan a la mujer y amarran al niño.
Hasta los siete días será el momento de otro trabajo importante de la partera: levanta
al niño, ordena traer su cuna –una camita de madera que colgarán del
techo de la casa–, y vuelve a rezar. Ahora le pide permiso a la Tierra
para separar al niño y entonces crezca como debe ser “levantamos al niño con aguardiente y lo alzamos (…) rezamos a las santas parteras” (Ana María).
Algunos días después del
nacimiento –según que ya haya maíz, frijol y todo lo necesario para
hacer tamales–, la familia le pide a la partera que junte las hierbas
para bañar al niño y a la madre. Este es el rito del maltiakonetsi o baño del niño. Es aquí donde la partera presenta
al bebé ante la comunidad y todos comparten: el alimento: un tamal
grande que se multiplica y para todos alcanza; el agua de yerbas de
río, donde todos se bañan y sacan el calor; el copal, con su
aroma sagrado que penetra el ambiente y los recuerdos de los presentes.
La madre Tierra recibe y comparte aromas, alimento, tabaco y
aguardiente, y en ella, la reciben y comparten todas y todos los que ya pasaron, los que también nacieron y que ya fueron sembrados.
Todos estos ritos y sus significados siguen recreando la comunidad,
aseguran la armonía con la madre Tierra y fortalecen la identidad
nahua.
Una vez que reciben el don, las parteras nahuas dedican su vida a servir a su comunidad
y a quien solicite sus saberes. Muchas, con tantos años de servicio ya
no saben cuántos niños han traído al mundo. “¿Noventa, cien?” dice una
partera de Xochiatipan mientras sus ojos se entornan intentando
dimensionar el trabajo de toda una vida, “axnijmati, no sé, los apuntaba al principio, pero después ya no… muchos”.
http://www.jornada.unam.mx/2012/12/15/cam-maiz.html
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