jueves, marzo 27, 2008

Placer sin rodeos.


El sexo sin preámbulos es buscado en más lugares de los imaginados. Las identidades no importan, la prevención no existe. Sólo la calentura que crea lenguajes sin palabras para ligar y satisfacer las ganas. En este reportaje, primera de dos partes, se describen algunas de las múltiples formas de gozar sin comprometerse a nada con nadie.

Por Antonio Contreras.
“Tener sexo anónimo fue un descubrimiento en muchos sentidos. Para empezar, jamás me imaginé que me fuera a gustar tanto. Durante mucho tiempo critiqué los cuartos oscuros, los clubes de sexo y los baños públicos porque creía que sólo entraban viejitos o chavos no muy agraciados. Error. Descubrí que asiste todo tipo de gente, como para que nadie se quede con las ganas; descubrí también mis facetas exhibicionista y vouyerista”. Quien habla es Rodolfo, de 32 años. Dice que dos o tres veces al mes acude a alguno de esos lugares para tener sexo “sin compromiso”.
El sexo sin compromiso es la premisa básica del sexo anónimo, el cual ocurre en espacios públicos o semipúblicos entre personas que se desconocen y que quizá nunca más se vuelvan a ver. Es un fenómeno casi exclusivamente masculino en el que las etiquetas de la orientación sexual no caben. Es sexo y nada más. En México, como en muchos otros países, se puede practicar sexo anónimo en parques, gimnasios, callejones, campus universitarios, servicios sanitarios de mercados y tiendas departamentales, etcétera. El sexo anónimo se diferencia del sexo casual en que este último sucede cuando en un espacio y tiempo determinados coinciden dos o más personas calientes y dispuestas a satisfacerse mutuamente.
El sexo anónimo no es casual: se busca. Y los lugares para encontrarlo son los cines porno, cuartos oscuros, clubes de sexo y saunas públicos, además de otros sitios cuya vigencia depende del grado de anonimato que conserven, o sea, hasta que autoridades administrativas o policiacas o ladrones y extorsionadores hagan acto de presencia. Por ello, es difícil inventariar los puntos donde hay actividad sexual anónima. Internet y más recientemente los celulares con bluetooth se han revelado como eficaces medios para conseguir sexo anónimo.
El tacto toma la palabra.
Aunque a los cines porno acude todo tipo de gente, predomina un perfil viril. Se trata en su mayoría de hombres que tienen sexo con otros hombres, concepto que define una práctica más que una identidad sexogenérica. “No soy gay, pero ¿a quién no le gusta que se la mamen?”, comenta un parroquiano, quien apenas sospechó que se le estaba entrevistando, abandonó la sala.
La mecánica del ligue es sencilla. En un primer momento, los hombres que desean ser felados deambulan por los pasillos para ser vistos, posteriormente ocupan una butaca, cuidando que las butacas de a los lados estén vacías, para que el interesado se siente junto a él. Es un código que se aprende instintivamente y da resultado cuando al primer hombre no le interesa quién le practique el sexo oral. Para los más experimentados, el deambular se acompaña de cruce de miradas y actitud corporal. En estos casos hay búsqueda específica de pareja sexual, es decir, se compara y se selecciona de entre los asistentes.
La comunicación verbal no es necesaria; de hecho, cualquier intento de establecer una plática pone en riesgo el acto sexual, que se reduce al desahogo de una necesidad. “No vine a conocer a nadie, sólo quería ver la película porque se aprende mucho… Sí, posturas, técnicas…”, se justifica el parroquiano antes de marcharse.

Como él, muchos de los asistentes niegan ser asiduos a los cines porno. Simplemente pasaban por acá, están haciendo tiempo o sólo querían distraerse. Por esta razón, la interacción social antes o después del sexo, así como la posibilidad de una relación futura es prácticamente inexistente. En el transcurso de una función se pudo observar a dos hombres, en diferentes butacas, aparentar que dormían mientras eran felados. Así, en los cines porno la experimentación sexual se constriñe a la masturbación mutua o al sexo oral, mejor conocido como guagüis.
De acuerdo con la investigación Los locales de sexo anónimo como instituciones sociales, de los españoles Fernando Villamil y María Isabel Jociles, los aficionados al sexo anónimo “tienden a separar tajantemente la actividad encaminada a tener sexo del resto de actividades, de forma que sexualidad es precisamente aquello que no es sociabilidad. En este esquema, el sexo es concebido como necesidad, desahogo, instinto.”
El lenguaje del cuerpo
Otro territorio del sexo anónimo son los baños públicos, específicamente en los “vapores y turcos generales”. Si en los cines pueden darse casos de personas que ignoraban lo que sucede dentro, en estos lugares la finalidad de los asistentes es explícita: sexo. Quienes ingresan a los cuartos de vapor y sauna saben lo que ocurre ahí, aunque finjan que no. La desnudez de sus cuerpos los delata.
La clientela es diversa, lo mismo que las fisonomías. Los hay jóvenes y no tanto, delgados y obesos, aunque son mayoría los cuerpos medianos. Las prácticas sexuales van desde la masturbación hasta la penetración. Los encargados de los baños y los masajistas —donde los hay— permanecen en el área de regaderas y no hay nada que identifique el lugar como gay: ni banderas de arco iris ni carteles de prevención de infecciones de transmisión sexual. Aquí se viene a pasar un buen rato, no a hacer conciencia.
Ernesto afirma no ser gay, sino “sólo calenturiento”. Acepta que acude con frecuencia a los baños públicos, porque “aquí la gente no tiene tantas broncas para tener sexo. Empecé a venir hace como dos años —ahora tiene 28— y seguiré viniendo después de que me case… Sí, claro, todos nos tenemos que casar, ¿no? Experiencias desagradables no he tenido. Bueno, tal vez la primera vez. Un señor se sentó junto a mí, aquí en el vapor, y me dijo que esto de los baños era algo así como una hermandad, que tenía que aflojar con todos para que pudiera seguir viniendo. La verdad sí me asustó. Me salí y tardé como 15 días en regresar”.
Para conseguir sexo no hay que hablar, el lenguaje corporal basta. Una erección es una invitación más que evidente. Las charlas previas o posteriores al sexo son por lo general irrelevantes, ya que parte del atractivo de estos espacios es la sensación de lo prohibido, de lo fugaz, sin necesidad de entablar inútiles conversaciones o tediosos cortejos.
Jacobo Schifter Sikora, en su libro Caperucita rosa y el lobo feroz, un estudio sobre el sexo anónimo en Costa Rica, escribe: “El sexo público es un lenguaje que se escribe con el cuerpo. Podríamos más bien aducir que llegamos a conocer más íntimamente a una persona que nos representa un guión de sus deseos más profundos, que a otra que nos habla como una cotorra.” Rodolfo, quien fue abordado en el área de regaderas cuando se alistaba para irse, acepta que los baños públicos lo “prenden”. Lo único que le desagrada, dice, es la insistencia de algunas personas. “Si alguien que no te gusta te mete mano, lo haces a un lado y ya, pero hay otros que son aferrados y quieren a huevo tener sexo contigo. ¿Una experiencia agradable? Pues todas, pero la mejor fue la primera vez que vine, cuando descubrí que soy exhibicionista. Estaba con un chavo que me gustó mucho desde que lo vi. (Sentados en la banca del vapor) nos estábamos fajando y masturbando. A punto de eyacular abrí los ojos porque quería ver su expresión, y me di cuenta que varios nos estaban mirando; eso me excitó muchísimo y lancé chorros de semen. Los que miraban empezaron a aplaudir… ja, ja… no es cierto, pero dos o tres se vinieron al mismo tiempo que yo y eso me hizo sentir ¡uf!”
Riesgos del sexo anónimo.
Con todo lo placentera que pueda ser la experiencia, el sexo anónimo conlleva riesgos que es preciso considerar. En primer término, la probabilidad de contraer infecciones de transmisión sexual si se practica el sexo inseguro. En segundo lugar la posibilidad de ser asaltado o extorsionado. En el DF, la Ley de Cultura Cívica prohíbe ejercer o solicitar servicios sexuales, amparo legal para los operativos policiacos que de cuando en cuando se realizan en lugares de encuentro como los descritos. Riesgos que, quizá en algunos, no hacen más que multiplicar la excitación.
Suplemento Letra S. Jueves 6 de marzo de 2008.

miércoles, marzo 19, 2008

Dos leyendas huastecas.

Según crónicas históricas el descubrimiento del pulque tuvo lugar en el "Monte de la Espuma" (Pozonaltépetl), por Mayahuel y Patecatl.

Una ves descubierta en la región del altiplano lo que consideraron una exquisita bebida, los caudillos de los señoríos se congregaron para deleitarlo, bebiendo cuatro vasijas cada uno, pero Cuaxtecatl, señor de los huastecos pidió una quinta con la cual se embriagó. Ya intoxicado se desnudó y arrojó sus ropas. Ante el vergonzoso acto se deliberó su expulsión.

Cuextecatl fue seguido por todos los que entendían su lengua y se dirigieron a Panutla, también llamado Pantla. Se dice que los huastecos llevaban consigo la diversión: flautas, tambores y muchas actitudes más, pero no abandonaron su desnudez y embriaguez.

Los varones siguiendo el ejemplo de su caudillo siempre andaban embriagados y alucinados como ingiriendo yerbas, y desnudos por el clima extremadamente cálido de la tierra que habitaban, ya que usaron bragueros hasta que llegó la conquista espiritual.

La historia refiere que los primeros habitantes de Pánuco habrían atravesado el mar en balsas y que de la costa se dirigieron a la Sierra Nevada hasta llegar a un lugar llamado Temoanchan donde inventaron el calendario y la escritura y tuvieron acceso a conocimientos ancestrales hasta que fueron expulsados.

Se habla que Quetzalcóatl, el dios blanco barbado, llegó de Oriente en un navío. Era un hombre bien dispuesto de aspecto grave. Su vestuario era una túnica blanca larga. Fue promotor de la cultura, de la abstinencia y el oden. Señala la historia que atravesó el mar de norte a sur arribando finalmente a Pánuco.

Tancuilin era un pueblo posiblemente más extenso que Tamazunchale, habitado por españoles e indígenas. Cuenta la leyenda que cierto día apareció un gusano de aproximadamente quince centímetros, con ciertas características que llamó poderosamente la atención de los lugareños, las mujeres del poblado acostumbraban acudir diariamente a la orilla del río a lavar el nixtamal, arrojando puñados del maíz cocido para alimentar al animal.

Conforme fue pasando el tiempo el gusano se transformó en una víbora de dimensiones asombrosas, con una piel que resaltaba vivos colores. El gigantesco reptil siguió habitando las aguas del río convirtiéndose en mascota de la comunidad.

Un domingo por la mañana dos niñas decidieron nadar en las apacibles aguas del río Tancuilin, de repente una de ellas fue jalada a las profundidades, su pequeña amiga solo alcanzó a gritar su nombre para después paralizada de miedo observar como la víbora devoraba a su compañera.

Los pobladores rápidamente se hicieron presentes en el lugar de la tragedia y empezaron las especulaciones:

- posiblemente fue otro animal.

- nuestra víbora solo está acostumbrada a comer nixtamal.

La pequeña niña que fue testigo de la tragedia detalló el suceso y se llegó a la conclusión de matar a la gigantesca serpiente. Su aniquilamiento fue una tarea que realizaron todos los hombres de Tancuilin pero no conformes con darle muerte comieron su carne. Los pobladores ignoraban que esa víbora era la representante del dios Quetzalcóatl, quien montó en cólera y mandó una tromba que borró toda seña de vida en el poblado.

Algunos habitantes de Tamazunchale de esa época supieron del castigo y su fervor hacia Quetzalcóatl fue en aumento. En aquel entonces Tamazunchale tenía dos imponentes pirámides en su calzada más importante (la ubicación actual sería el lugar que ocupa el Hotel Tropical y el edificio Télmex).

Algunos habitantes de la antigua Tam Uxum Tzalle comenzaron a elaborar cerámica con motivo de adoraciones a Quetzalcóatl y hubo quienes reprodujeron la cabeza de aquel colosal reptil que había desaparecido a todo un poblado.

Una enorme cabeza de la víbora representante de Quetzalcóatl está colocada en una casa de la esquina de la calle Cuahutémoc, frente a Telmex.

lunes, marzo 10, 2008

Sueño felino.

Había en la sala un aire relajado, algunos jugában a las cartas, otros miraban películas en el televisor, otros bebían mientras yo buscaba algo en qué reposar el alma. Entonces me encontré con su mirada serena, ajena al mundo y pensé en la mirada de los místicos: extravíados y atormentados por la concupicencia y la sensualidad del cuerpo, andan como si no pisaran la tierra, perdidos y errantes recorren el mundo siempre buscando, tratando de arrancarle el sentido a las cosas, busando justificar la temporalidad de sus frágiles existencias.
Nuestros ojos se engancharon, como reconociéndose, en silencio nos escudriñamos, sopesamos la tibieza de nuestras almas, nuestras soledades vagabundas, su mirada encajó con la mía, sus ojos entrecerrados por el sopor verspertino volvían a ofrecérseme profundos, distraídos, selváticos.
Le miré jugar con los periódicos, saltando de letra en letra sin disciplina ni orden aparente. Jugueteó con la textura del papel humedeciéndola.
Con sensual paso lento alcanzó el diván acomodando su silueta a la curvatura del mueble y a mi me dió la impresión de que dormía. Con la mirada le sobé el lomo, con dedos bailarines y curvilíneos bajé por su espina dorsal y su cuerpo se estremecía, se erizaba y se repegaba a mis manos, breves espasmos le devolvían la naturalidad de su postura y yo sentí que ya era mío. Sus ojos de gato se abrieron como la espesura del monte, avancé cauteloso a través de sus ojos, anduve por caminos y veredas, subí a un cerro, miré al mundo con mirada de águila, abrazé la neblina, al sol a la lluvia, me sentí vivo. Como ave anidé en los nichos de los acantilados, me posé en los árboles y mi corazón se lleno de espesura. Fuí hierba, fuí ave, un felino reposando en el campo. Soy un sueño que se construye soñando.