Durante este mes, como casi todos, no he podido escapar de los compromisos festivos que acompañaron el extinto 2006, y parece que las celebraciones se siguen extendiendo por lo menos hasta mañana con una de esas fiestas folkloricas a la que mi familia es muy afecta: unos XV años.
Sin embargo el pretexto lo que aprovechado para satisfacer viejos deseos que por falta de tiempo no me había permitido, entre ellas ir al pueblo de mi madre a una fiesta que congrega a propios y extraños una vez al año: el "destape de los disfrazados".
En otro tiempo ya hablé de la fiesta de día de muertos, que en esta región se denomina xantolo, y también mencioné la danza de los disfrazados, en la que los varones de las comunidades mestizas representan la lucha de las fuerzas cósmicas en sincronía con ideas del catolicismo.
Como el nombre de la danza lo indica, los danzantes se disfrazan (algunos se transvisten) y portan máscaras, la simbología menciona que ocultan su identidad porque estas ánimas representadas han escapado del cielo para tener un día de asueto entre sus familiares vivos quienes los esperan ansiosos en casa con coloridos y aromáticos altares y también en los campo santos con oraciones y ofrendas. Para las generaciones nuevas, la danza adquiere interés cuando tratan de adivinar la identidad de los danzantes, quienes celosamente fingen la voz y los ademanes, esto con la finalidad de que en la fiesta de "destape" que se celebra cada 26 de diciembre, la comunidad afirme o rechaze sus juicios y deducciones conforme los danzantes se despojan de sus máscaras.
Un personaje en la danza del xantolo, y que suele ser secundario, es el choto, un diablito representado con un traje rojo de franela con vistosos cuernos, orejas de perro y una prominente cola. La función de los chotos es la de identificar la identidad de las ánimas fugitivas para castigarlas a latigazos con su cola, cargarlas y acusarlas ante San Pedro por haber salido sin permiso de los cielos. En el "destape", este personaje desempeña un papel lúdico y se puede afirmar que el momento de su aparición es el más esperado.
Salen a escena en un primer momento dando vueltas entre la gente, usando su cola con obvias referencias sexuales, bromeando, haciendo travezuras. En una segunda aparición portan antorchas apagadas a las que se les denomina "bolillos". Esto invita a los parroquianos a hacerse de cartones mojados, enramadas y a preparar los sombreros porque en cuanto el fuego ascienda a la mecha de las antorchas, los chotos tratarán de intimidar a los audaces que se metan al ruedo con vistosas maniobras, atizando aquí y allá, chamuscando a los distraídos y asustando a los novatos. La finalidad es vencer al choto, derribarle la antorcha o en su defecto, apagarla. Obviamente los desafortunados diablitos deben aguantar los franelazos y golpes con los que sus contrincantes se avalanchan al tratar de derribarlos.
La fiesta comienza con una comida que se prepara en casa del capitán de cuadrilla de danzantes, que el día de muertos dirigió las danzas. Se corona a los santos patronos, que en Tecolotitla es San José y San Andrés, rindiéndoles honores. Como dato curioso, desde mis tiernos recuerdos, los anfitriones de este festejo han sido los familiares de una conocida curandera llamada "Tía Herminia", en las comunidades huaxtecas una forma reverencial para dirigirse a la gente adulta es anteponer un parentesco, en este caso que nos ocupa, tío o tía. Esto me hace pensar que en las comunidades aún se siente esta interconexión de sus habitantes, ese trato cordial, respetuoso y cálido que alguna vez leyera en el Huehuetlatoli.
Una vez reverenciados los santos, se comienza el baile acompañado de una banda de música de viento y un trío de huapangueros (que por cierto, en Tecolotitla son mis tíos políticos, aquí si, mis consanguíneos) que ejecutan sones y huapangos.
Este año fue sorprendente asistir al festejo, en primer lugar porque entre el Tecolotitla de mi niñez, marcadamente rural, pintoresco y miserable al Tecolotitla moderno hay una diferencia abismal. Se cuenta ya con la mayoría de los servicios públicos y hasta la forma del pueblo ha cambiado, de jacales de adobe y techos de zacate a agringadas construcciones de blog y antenas de televisión satelital. Me reencontré con antiguos compañeros de secundaria, ahora profesionistas y hasta apareció un tío desconocido que me tendió la mano y sus respetos.
Me fuí a casa con una imagen mental que perdurará y se renovará con los años. No importa cuanto cambie el pueblo, cuanta migración e influencia extranjera nos invada, cuantos años se apilen en las caras, la fiesta del destape de los disfrazados seguirá convocando a los huaxtecos y les seguirá dandoles identidad cultural.
Cuando me fuí, una enorme fila ejecutaba los matlachines, ví a los ancianos, a los jóvenes y a niños de 5 o 6 años, zapateando con una fuerza estremecedora, creando una enorme nube de polvo elevándose al cielo.
3 comentarios:
Guau, me diste un viaje a todo color y con efectos especiales de la celebración.
¿Es mi imaginación o a los gays les dicen "chotos" en Veracruz?
En fín, gracias por el post, ha sido orgásmico.
Saludines,
Angelín
Eso de no dejar morir nuestras tradiciones me parece genial.
Me atrevo a sugerirle que quiero ver una foto, aunque mi imaginación voló bastante con su texto.
Saludos admirados.
El Zórpilo.
VIVO CERCA DE TECOLOTITLA ME PARECE GENIAL QUE ALGUIEN TAN ENTRAÑADO EN LA CIUDAD CHILANGA TENGA TAN BUENOS CONOCIMIENTOS DE NUESTRA TIERRA. CREEME QUE AUN HAY MAS POR CONOCER ALGUN DIA DEBERIAS VISITAR HUAZALINGO PREGUNTA POR ESTE MUNICIPIO A TUS FAMILIARES
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