"Ojalá lloviera café en el campo".
Son jarocho.
A Tomas Tovar.
El calor vespertino se cernía como macizos aguijones sobre la plancha de concreto en la que se había convertido la ciudad, inclementes, malvados, penetrantes. Acompañado de la quietud respitable del domingo, caminé con rumbo al bar de costumbre y al entrar intercambié breves saludos con los amigos de bebida que, tarde a tarde, nos congregamos en este mismo espacio para sacudirnos el hastío cotidiano y el calor abrumante del verano.
El bar tender exclama jubiloso mi nombre, con tono familiar y conciliatorio, haciéndome sentir cobijado en los dominios de la barra desde donde miro cómo arrastra una ligera sonrisa apresurada, traída a mis costas, en medio de aquél ir y venir de botellas, que le hacía ver como si me llamara desde un naufragio.
Presto bebo de la cerveza ofrecida anticipadamente, mientras escucho absorto la conversación de un borrachín jocoso que no me puede tutear y me destina al infranqueable y distanciable uso de los títulos para referirse a mi persona, en franco culto a una personalidad engañosamente atribuida que me hace sentir como santo de iglesia colmado de exvotos. Nuestras botellas a menudo chocaban dejando escapar jubilosos chasquidos.
Y fue entonces que me entraron ganas de llover, deseé con todo el anhelo de mi corazón que el aguacero se desplomara en pesadas cortinas para que pudiera recorrer cada rincón y cada intersticio de la ciudad y de mi alma, llevándose consigo el polvo, el sofoco, la nostalgia y la melancolía que habita en mi. Porque en tu ausencia mi deseo se ha abrazado con devoción a los recuerdos, para que no se me olvide quien soy, porque siempre que me busco me encuentro en ti, en el naciente esbozo de tu larga y confusa mueca, en tu silencio constante cuando caminamos, en tu pierna flaca y al final de tus besos, cuando entramos y salimos de innumerables e innombrables nudos en los que se reconocen nuestras bocas. Entonces se con apabullante certeza que te extraño tres kilos de mas.
Como un afluente líquido entras en mi, fluyendo sin anticiparse por los senderos de mi locura y apoderándose de mis bien amadas nostalgias, aquellas con las que suelo transcurrir en deliciosas horas. Mi sed se sacia en tus torrenciales besos.
Deseé que la lluvia me purificara, que tomara por asalto mis pretensiones y me dejara con el espíritu fresco, limpio de quimeras y empapado de verdades intuidas para que me entraran ganas de florecer en palabras.
¡Hoy quise tanto que llovieras tu, que sin advertirlo se me ha trepado la borrachera!
3 comentarios:
Textos como este son los que me gustan de tí.
Saludos nostálgicos.
El Zórpilo.
bueno, aplausos a tus palabras.
¿y sabes que es un orgásmo?
http://elaxiomaabsoluto.blogspot.com/
:)!!! wuooooooolas
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