lunes, junio 20, 2005

Pronombres Personales.

Roberto Diego Ortega.
Je est un autre.
-Arthur Rimbaud.


l
YO
La sed en la conciencia se pregunta
dónde se mueve o existe el yo despavorido
como una conjetura, punto de dispersión y fuga:
como un espantapájaros, es pasmo, un vacío
- yo para ser el mismo
tendría que ver en mi reflejo la otra historia,
ser a tarvés de los espejos
y sobre todo ver desde tus ojos
para reconocerme,
para evadir las emboscadas
y saberme a salvo, ser otro
a través de los otros, mis cómplices,
y desbrodar cada frontera,
desconocer, simplemente olvidarla
para quemar las naves de aquél
a quien pensé que conocía:
el extranjero, la presencia en vilo
y su ración de atributos falaces.
Mi yo se difuma paso a paso,
indaga entre sus posibilidades,
me transfigura en el prófugo de mis instantes.
ll
(Entonces yo quisiera interrogar la aparición:
si el otro me define
tú cumples el reloj de mi existencia.)
La segunda persona conjuga en el espejo
el ser donde otro ser se reconoce -y por eso
tú eres el pronombre más extenso y preciso;
en ti se ha consagrado la piedra de salvación
que induce la deriva imaginaria
y niega las fronteras monótonas,
los mapas de la "realidad" o de la "costumbre".
Porque eres el sabor y el alimento, el calor
ausente del destierro de la infancia.
Estoy en la semilla del paisaje
porque si no existieras -lo sé- no habría nadie.
Tampoco existiría la intimidad.
(Vasos comunicantes de este mundo,
el eslabón del habla te menciona
con el emblema de la luz y la catástrofe).
La figura que esquiva la sospecha,
un tanto solapada, así como el depredador
que merodea la presa o el botín
lll
ÉL
y en su momento la carroña, pues él
-embozado, decisivo y ajeno-
jamás conjugará con el nosotros.
Aunque nos pudo brindar la redención
como el amigo, el hermano, inclusive el Mesías
-ninguno de ellos será más ajeno.
El nómada que se apodera de la tierra hostil
y no tiene remedio si es semejante a otro.
(Nosotros y los otros urdimos el estigma).
Él no llega sin tu voz o la mía
y la promesa de una conciliación
se vuelve la señal ilusoria, delirante
que desde el artificio nos miente o desengaña,
teatro de sombras que delata
los móviles destellos del pronombre.
lV
ELLA
Una persona que no logro alcanzar,
una mujer que nunca será mía del todo
-nadie pertenece nunca del todo.
Si abre los ojos
el mundo se inagura esta mañana.
Intuyo el sueño bajo sus párpados cerrados.
La calle reposa más allá de este refugio.
Porque la travesía deshecha el insomnio
no podrá ser capaz de comprenderla,
ella, inmersa en la carne de su vida
-el continente de su cuerpo- está en otra parte.
Cuando ella se abandona en el abismo de la piel
renace y se despierta en el deseo,
un eco recurrente al amanecer.
(Disfruto el aroma inconfundible del otoño.)
-Pero ella se abisma en la plomada de sus ojos.
Ventanas como un haz de sensaciones
unen la percepción de ciertas cosas
que por la costumbre pasan desapercibidas,
las desoladas bagatelas:
lo que la Historia o la Nación ignoran,
la maravilla de lo inútil, de lo efímero
en la huella latente y recobrada.
V
NOSOTROS
-Somos al fin la cofradía, sólo por eso
nos reocnocemos: los conjurados
equidistantes del mundanal, su compañía
veleidosa, reunión de soledades.
Entre una isla y otra no hay fronteras.
Ocurren como un yo multiplicado.
Sólo cuando se desvanece
la primera persona
podemos comjugar este nosotros.
(Y algún traidor hoy nos acecha,
lo exige así la rueda de la historia,
casi la quintaesencia de la especie.)
Pues la entidad que llamamos nosotros
sólo existe como algo fugitivo:
la parvada de pájaros fugaces,
la conjunción de metáforas desaforadas
como una ofrenda de la niebla -hoy llueve
a cántaros, de manera insaciable
para invadir los muros y las calles
en otra fiesta de la fertilidad
al tiempo de fundar la constelación nosotros.
Vl
USTEDES
Porque nunca seremos como ustedes
puedo sólo reconocerme
a través del espejo en ti, en nosotros,
los que hemos execrado contra ustedes
y los desconocemos.
El vínculo que tiende la distancia,
la diferencia y los matices
de un acuerdo ficticio,
dos ángulos o situaciones inconciliables,
capaces todavía de enfrentarse
porque la trama y el tejido, premonitorios,
deciden sus enlaces y no tienen salvación
como el principio de la vida plural,
la dicha de su llaga y su condena.
Vll
ELLOS
Ajenos y falazmente triunfales,
los súbditos de la desgracia,
ominosos como los escorpiones.
Entre sus filas dominan los depredadores,
herederos de un mundo que se extingue,
emisarios de un orden derruido.
Llegaron a la tumba más temprana,
siguieron cada paso de su rumbo y ascenso
con el imán de sus motivaciones
como cualquiera de nosotros
-pero ellos, por alguna razón imprevisible,
son los heraldos de su propia muerte,
anticiparon el desamparo, la mortaja
envilecidos por la música de los sapos,
caudillos de una guerra sin tregua ni memoria.
Ortega. Poeta. Autor del libro Nacer a cada instante (Ed. Cal y arena.)

1 comentario:

Margarida V dijo...

hola

gracias por las visitas y por las palabras amigas. :)