Me he mirado al espejo y desperté. Me reconocí en la imágen reflejada sobre esa empañada y polvorienta superficie brillosa porque al mirarle a los ojos emergió tímida mi apesumbrada alma (su habitual nostalgia parecía emanar por los ojos9. He visto mi rostro desfigurado, putrefacto, envejecido, enmohecido, con las cuencas de los ojos desbaratadas, mechones aquí y allá sin ningún orden en específico, los dientes asomando, los labios hinchados. Donde antes había lozanía, suavidad y pulcritud hoy amaneció lo nauseabundo, lo putrefacto, lo descompuesto.Y me gustó mi rostro nuevo.
Desde hoy echo fuera de mí toda hipócrita vanidad. Dejaré escalar por la cima de mi frente a la calvicie, dejaré que invisibles ganados pasten a tavés de la cabellera, llamaré a los piojos, a los ácaros, a las moscas ávidas de un nido seguro para sus bástagos. Odiaré los shampoos, los jabones perfumados, las peinetas, las tijeras infames: castrantes represoras de mis rebeldes cabellos.
Jamás disimularé el hedor de mis secreciones, las aspiraré gustoso, a placer, aprendiendo a convivir con el añejamiento de mis sudores, de mis gases, del semen reseco, de la saliva amarga, pastosa y sincera. La verguenza huirá ruborizada de este cuerpo que acepta su decadencia, que le extiende los brazos fraternos a las edades, a los tiempos, al envejecimiento, a la suave muerte: compañera, amada mía, yo quiero sentirte mas cerca, llámame al oído, revélame verdades crudas, horrorízame con visiones, enchíname el pellejo con tu gélido hálito.
Permitiré a mis carnes caerse, desparramarse y dejar como la fruta, esperar a que un tono amarillento o verdoso o violeta las decore, seré lienzo putrefacto, arte efímero, oda violenta a la vida, porque tú, él, los otros, espectadores de la vida, no han aprendido a amarla. No rehuyas de ella, permítele germinar en tí, extenderse por tu cuerpo, encenderse de verdad, ¡inceneremos nuestros conocimientos fatuos, nuestro orgullo desmedido, nuestra vanidad banal en la hoguera de la certeza mortal!
Le permitiré a mi abultado vientre florecer como un capullo, estallar en un fermentado festín para los gusanos convocados, ¡acérquense hermanitos, apresuren sus pasos al convite, nútranse de mi, los jugos están prestos, la carne ha sido cortada, la orgía dispone!
Vida, ven a florecer en mí, blánquea mis huesos, despojame las carnes, la grasa, la sangre y encuentra profundidad, trae contigo al gusano, a la mosca, al roedor, a los invisibles convidados, ábrete paso en mi, a través de cada poro, de cada hoyo, cava en mi piel, reviéntame, fertiliza el campo donde descasen mis despojos, extiéndete aun mas allá, pulveriza mis huesos, invita al viento, espolvoréame por el mundo, permíteme seguir viviendo de otro modo, en otro tiempo.
Amanecí inmortal. ¡cuánto amo la vida!
Desde hoy echo fuera de mí toda hipócrita vanidad. Dejaré escalar por la cima de mi frente a la calvicie, dejaré que invisibles ganados pasten a tavés de la cabellera, llamaré a los piojos, a los ácaros, a las moscas ávidas de un nido seguro para sus bástagos. Odiaré los shampoos, los jabones perfumados, las peinetas, las tijeras infames: castrantes represoras de mis rebeldes cabellos.
Jamás disimularé el hedor de mis secreciones, las aspiraré gustoso, a placer, aprendiendo a convivir con el añejamiento de mis sudores, de mis gases, del semen reseco, de la saliva amarga, pastosa y sincera. La verguenza huirá ruborizada de este cuerpo que acepta su decadencia, que le extiende los brazos fraternos a las edades, a los tiempos, al envejecimiento, a la suave muerte: compañera, amada mía, yo quiero sentirte mas cerca, llámame al oído, revélame verdades crudas, horrorízame con visiones, enchíname el pellejo con tu gélido hálito.
Permitiré a mis carnes caerse, desparramarse y dejar como la fruta, esperar a que un tono amarillento o verdoso o violeta las decore, seré lienzo putrefacto, arte efímero, oda violenta a la vida, porque tú, él, los otros, espectadores de la vida, no han aprendido a amarla. No rehuyas de ella, permítele germinar en tí, extenderse por tu cuerpo, encenderse de verdad, ¡inceneremos nuestros conocimientos fatuos, nuestro orgullo desmedido, nuestra vanidad banal en la hoguera de la certeza mortal!
Le permitiré a mi abultado vientre florecer como un capullo, estallar en un fermentado festín para los gusanos convocados, ¡acérquense hermanitos, apresuren sus pasos al convite, nútranse de mi, los jugos están prestos, la carne ha sido cortada, la orgía dispone!
Vida, ven a florecer en mí, blánquea mis huesos, despojame las carnes, la grasa, la sangre y encuentra profundidad, trae contigo al gusano, a la mosca, al roedor, a los invisibles convidados, ábrete paso en mi, a través de cada poro, de cada hoyo, cava en mi piel, reviéntame, fertiliza el campo donde descasen mis despojos, extiéndete aun mas allá, pulveriza mis huesos, invita al viento, espolvoréame por el mundo, permíteme seguir viviendo de otro modo, en otro tiempo.
Amanecí inmortal. ¡cuánto amo la vida!